sábado, 16 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 46

 


Pedro se hallaba en la sala de conferencias con su equipo repasando el horario final para un anuncio televisivo que comenzaría a rodarse al día siguiente cuando recibió una llamada de Adrián.


–Necesito hablar contigo –le dijo y algo en su tono le indicó que no se trataba de buenas noticias.


–¿No puede esperar? Ya casi hemos terminado aquí.


–No, no puede.


–Voy ahora mismo.


Mientras subía en el ascensor, esperó que no tuviera nada que ver con Julián y que no hubieran descubierto más pruebas que lo incriminaran. Después de la Navidad y de ver a su hermano jugando con Matías, albergaba la esperanza de que su relación dañada pudiera repararse. Desde luego, aún no estaba seguro de qué era lo que la había dañado en primer lugar, pero las cosas ya no parecían tan tensas como en el pasado.


–Entre directamente –le indicó la secretaria de Adrian.


Adrian estaba sentado detrás de su escritorio, con el sillón de cara al ventanal. Debió de oírlo pasar, porque sin volverse dijo:

–Cierra la puerta –y añadió–: Siéntate.


Hizo lo que le pidió. Lo sorprendió que no estuviera Emilio y que Adrián no dijera nada más. Tras un minuto de silencio, Pedro expuso:

–¿Se supone que he de adivinar por qué estoy aquí?


Finalmente el otro se volvió para mirarlo con cara pétrea.


–Hoy he recibido unas noticias perturbadoras.


–¿De la agencia de investigación?


Adrian movió la cabeza.


–De otra fuente. Pero tiene que ver con la investigación.


–¿Es sobre Julian?


–No, sobre ti.


–¿Sobre mí? –el corazón le dio un vuelco.


–Me han informado de que tienes vínculos con Chaves Energy. Que tienes una conexión con la hija del dueño y que recientemente mantuviste una reunión con el mismo Walter Chaves. Dime que no es verdad.


Era Julian. No podía ser otro. ¿Esa era su idea de una lucha justa?


Cerró las manos con fuerza. Si iba a explotar, no podía hacerlo allí. Y no le quedaba otra alternativa que contarle a Adrian todo.


–No tuve una reunión con Walter Chaves. Los dos pasamos el día de Navidad en la casa de su hija.


–¿Por qué? –Adrian enarcó las cejas.


–Tengo una relación con Paula Chaves –repuso–. Y tenemos un hijo.


Adrián se mostró realmente sorprendido.


–¿Desde cuándo?


–Yo acabo de enterarme de que es mío –contestó–. Aproximadamente hace un mes. Antes de eso, no vi ni hable con Paula en un año y medio.


–Así que no estabas en contacto con ella en el momento del accidente –quiso saber Adrian.


–No, no lo estaba.


Adrián se mostró aliviado.


–La fuente no dijo abiertamente que tú fueras el saboteador, pero sí lo insinuó con fuerza.


Hasta ahí llegaba la devoción fraternal.


–No pienses ni por un segundo que no sé quién es esa «fuente». Además de Walter Chaves, mi hermano es la única persona que sabe de mi relación con Paula. Estaba en la casa en Navidad durante mi supuesta reunión.


–Esa persona parecía auténticamente preocupada, Pedro.


–No lo está. Solo quiere ganar. Y al parecer hará cualquier cosa para que así sea, incluyendo acusaciones falsas contra su propio hermano –y después de que él lo hubiera defendido. Nunca más. Habían acabado. En cuanto terminara con Adrián, su hermano menor y él iban a mantener una conversación. La última.


–¿Es una relación seria? –preguntó Adrian.


–Planeamos casarnos. Pero eso no disminuirá de ninguna manera mi lealtad a Western Oil.


–Lo creo, pero convencer al resto de la junta no será fácil.


–¿Me estás diciendo que mi trabajo está en juego?


–Mientras yo sea presidente, tu trabajo está seguro. Pero si el resto de la junta se entera, podrías quedar fuera de la carrera por la presidencia. De hecho, casi puedo garantizarlo.


–Lo que me estás diciendo es que estoy fastidiado.


–He dicho si la junta se entera. Yo no pienso contárselo, pero tampoco puedo impedir que alguien filtre la información.


–¿No crees que la junta vea sus intentos de desacreditarme?


–En vista del sabotaje, creo que la junta lo considerará una preocupación legítima. La reunión es el miércoles próximo. Si surge, haré lo que pueda para mitigar la situación. Pero no puedo prometerte nada. Lo único que puedo decirte es que a menos que haya pruebas de una violación directa de los términos del contrato, tu actual posición está asegurada. Y por lo que a mí respecta, no existe base alguna para la cancelación de dicho contrato.


Pero sus posibilidades de alcanzar la presidencia prácticamente se habían ido por el retrete.


Abandonó la oficina de Adrián y fue directamente al despacho de Julián, su ira crecía con cada paso que daba.


Se saltó las protestas de la secretaria y entró directamente.


–¿Puedo llamarte en unos momentos? –le dijo Julián a la persona con quien estuviera hablando antes de colgar–. Cielos, Pedro, ¿nunca has oído eso de llamar antes de entrar?


Pedro cerró de un portazo.


–Canalla hijo de…


–¿Hay algún problema? –Julian enarcó las cejas.


–¿De verdad pensaste que no me enteraría de que fuiste tú quien me había delatado? ¿Es esta tu idea de un combate justo?


–Tal como yo lo veo, no hay nada injusto en lo que he hecho.


–¿Y no te molesta en absoluto haber traicionado a tu hermano?


El otro rodeó el escritorio con indiferencia.


–Esto no tiene nada que ver con que seamos parientes. Son negocios. Pensé que conocerías la diferencia.


–Me miraste a los ojos y me mentiste –se acercó a su hermano–. Después de todos los años que cuidé de ti y te protegí…


–¿Quién te lo pidió? –gruñó Julián con vehemencia–. Jamás necesité ni quise tu protección.


–No te importa nadie más que tú, ¿verdad?


–Voy a vencerte, Pedro. Y no tiene nada que ver con la experiencia, la cultura o quién es más fuerte. La cuestión es que yo no me acuesto con la hija de nuestro competidor directo, y tú sí –se acercó más, hasta quedar cara a cara–. Aunque por lo que he leído, probablemente tú no eres el único.


Antes de darse cuenta de lo que hacía, impactó el puño con solidez en la mandíbula de Julian, haciéndolo retroceder varios metros. Así era su temperamento. Surgía de la nada y lo cegaba. Y después de pasar gran parte de su infancia protegiendo a su hermano menor, jamás imaginó que sería él quien lo golpeara.


Julian apretó un pañuelo que sacó del traje contra la boca sangrante.


–Tanta terapia, y has terminado como él.


Las palabras de su hermano llegaron hasta el fondo de su ser… porque tenía razón.


¿Y si algún día Paula lo irritaba? ¿O Matias? Se largó de la oficina de Julián hacia los ascensores. ¿Qué clase de hombre sería si ponía a su propio hijo y a la madre de este en peligro?


Un monstruo.




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