El padre de Paula se marchó a las siete y media y Julián se quedó jugando con Matías hasta que a éste le llegó la hora de irse a la cama. Al menos daba la impresión de que sería un gran tío.
–Es un chico estupendo –dijo después de que Paula se lo llevara a su habitación y Pedro lo acompañara a la puerta–. ¿Qué pasa con los niños últimamente? Debe de ser algo que flota en el aire. Primero tú, luego Adrián y ahora Emilio.
–¿Qué pasa con Emilio?
Se puso el abrigo.
–Cierto… ayer te fuiste de la fiesta antes de que diera la noticia. Su novia está embarazada. Se acaban de enterar. No pensé que nada pudiera sacudir a ese hombre. Es como el granito, pero juraría que tenía los ojos un poco empañados.
–Decididamente hay algo a favor de encontrar a la mujer adecuada –le dijo Pedro–. Tal vez tú seas el siguiente.
Julian sonrió y movió la cabeza.
–El problema que encuentro es que hay tantas mujeres adecuadas, que no sé dónde elegir.
–Sucederá. Probablemente, cuando menos te lo esperes. Conocerás a alguien y lo sabrás.
–¿Fue así con Paula? Porque recuerdo que tú mismo dijiste que habías roto la relación.
–Y podría haber sido el peor error de mi vida. Tengo suerte de que estuviera dispuesta a darme una segunda oportunidad.
–Te estás volviendo sentimental, lo que solo puede significar que has bebido demasiado.
De hecho, se sentía muy sobrio, pero no lo discutió.
Julián le dio una palmada en el brazo.
–Ve a dormir la mona. Y Feliz Navidad.
Calentaron tazas de sidra con especias en el microondas y luego se acurrucaron en el sofá delante de la chimenea. Paula apenas había hablado desde que se marcharan todos y Pedro empezaba a preguntarse si pasaba algo.
–¿Va todo bien? –le preguntó–. Has estado muy silenciosa.
Ella suspiró y apoyó la cabeza en su pecho.
–Solo estoy cansada. Ha sido un día muy largo.
–Lo ha sido.
–No salió exactamente como lo planeamos, pero creo que fue bien.
–Mejor de lo esperado, teniendo en cuenta la lista de invitados.
–Probablemente, esta sea una pregunta horrible, ya que se trata de tu hermano, pero no le va a contar nada a la junta de Western Oil, ¿verdad? Sé que a ti te preocupaba que él lo averiguara.
–Dijo que no lo haría. Que quería una lucha limpia.
–¿Y confías en él?
–¿Tú no?
Paula se encogió de hombros.
–Quizá es por las cosas que me has contado, o por un pálpito, pero da la impresión de que realmente está resentido contigo.
–No tiene motivo para ello. Le salvé el pellejo más veces que las que puedo contar. En todo caso, está en deuda conmigo.
Ella alzó la cabeza.
–¿Se lo salvaste de quién?
–De nuestro padre. Le encantaba recalcar las cosas con un cinturón, o con el dorso de la mano, a veces incluso con los puños.
–¿Tu padre os golpeaba? –abrió mucho los ojos, le tocó la mejilla–. Deberías haber tenido una infancia mejor. No está bien que tus padres te fallaran de esa manera.
–Puede, pero el mundo no siempre funciona como debería.
–Y a pesar de ello, mira lo que has hecho con tu vida. Eres el aspirante a presidente ejecutivo de una empresa multimillonaria. Es un logro enorme.
–¿Quieres oír algo extraño? Tu padre prácticamente me ofreció un trabajo.
Ella rio.
–¿En serio?
–Me dijo que no le gustaba la idea de que su yerno trabajara para la competencia.
–¿Le recordaste que no eres su yerno?
–Bueno, aún no. Él hablaba del futuro no tan lejano.
Ella frunció el ceño.
–¿Es que planeamos casarnos en un futuro no tan lejano? Porque creo que el memorando con esa noticia no llegó a mi mesa.
–A menos que no quieras casarte conmigo –dijo él.
Ella se sentó y dejó la taza en la mesita.
–No he dicho eso. Simplemente, no sabía que tú quisieras casarte. En realidad jamás hemos hablado del tema.
–Te dije que quería que esto funcionara, que quería estar contigo. Tengo una idea que quería contarte –dijo él.
–Te escucho.
–He estado pensando que con el tiempo vamos a necesitar una casa más grande. Algo familiar, con un patio amplio para Matías. Debido al trabajo, creo que sería mejor que esperáramos, pero no nos vendría mal empezar a buscar ahora.
–¿Estás seguro? ¿Y si encontramos algo de inmediato?
–En el peor de los casos, podríamos mudarnos y yo mantener mi antiguo piso como dirección formal de correo. Aunque dudo que alguien cuestione que compre una casa. Emilio, nuestro director financiero, tiene un montón de propiedades como inversión.
Todavía se la veía insegura.
–Si no quieres, podemos esperar –indicó él.
–No se trata de eso. Lo deseo. De verdad. Es que… todo va tan deprisa.
–Y a mí me parece que lleva un año y medio de retraso.
–No quiero que nos precipitemos. Quiero que tú estés seguro.
–Lo estoy –de hecho, hacía mucho tiempo que no estaba tan seguro de algo. Sería un necio en volver a dejarla ir.
–De acuerdo, entonces. Busquemos una casa –sonrió.
–Después de las fiestas, llamaré a un agente inmobiliario.
Ella volvió a apoyarse en su pecho y suspiró.
–Estoy agotada.
–¿Por qué no te metes en la cama? Yo apagaré y comprobaré cómo está Matías.
–Nos vemos arriba.
Mientras se marchaba, bostezando y frotándose los ojos, Pedro apagó todas las luces de la casa y del árbol de Navidad. Luego se asomó a la habitación de Matías. Dormía boca abajo y como de costumbre se había destapado.
Lo arropó y luego le dio un beso en la mejilla. Cuando los tres vivieran juntos, podría hacer eso todo el tiempo. Cerró la puerta y fue al dormitorio, preguntándose si Paula estaría demasiado cansada para hacer el amor.
Al llegar obtuvo su respuesta: estaba completamente dormida.
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