Pedro debió de reconocerlo, porque de repente palideció.
–David, por supuesto –dijo, pero daba la impresión de estar asqueado.
–Vámonos, cariño –dijo David, arrastrando a su desconcertada esposa en la dirección opuesta.
–¿Qué diablos ha sido todo eso? –susurró Paula.
–Luego –repuso Pedro antes de marcharse también él.
No podía ir tras él sin despertar sospechas, pero quería saber qué estaba pasando. Quizá Beatriz tuviera alguna idea.
Al no encontrarla abajo, se dirigió al dormitorio principal de la planta de arriba. La puerta estaba cerrada, así que llamó con gentileza.
–¡Bajo en un minuto! –anunció Beatriz.
–Soy Paula. ¿Estás bien? –preguntó.
Después de un silencio, la puerta se abrió. Y pudo ver que su prima había estado llorando.
–Beatriz, ¿qué sucede?
Metió a Paula en la habitación y cerró la puerta.
–No es nada.
–Evidentemente es algo o no estarías llorando.
–Se trata de Leo –se encogió de hombros–. Ya sabes cómo son los hombres.
–¿Qué ha hecho?
–Fui a la despensa en busca de servilletas y él estaba allí –con voz trémula añadió–: Con una asistente legal de su bufete.
–Ese canalla –dijo Paula, furiosa en nombre de Beatriz. Lo había visto hacía unos minutos y no había parecido arrepentido en absoluto. Siempre había creído que Leo era el marido y el padre perfectos y que Beatriz y él tenían el matrimonio ideal. La fantasía se había esfumado–. ¿Crees que ha sido una indiscreción menor o mantiene una aventura?
–En el último mes se ha quedado siempre hasta tarde en el bufete y ha recibido llamadas al móvil que ha tenido que contestar en su despacho. Y nuestra vida sexual ya es inexistente, así que conjeturo que ella es el nuevo sabor del mes.
–¿Del mes? ¿Quieres decir que ya ha hecho lo mismo otras veces?
–Por lo general es mucho más discreto. Jamás ha traído a una a casa. Al menos que yo sepa– Siempre dice que lo lamenta y que no se repetirá, pero nunca es así. Pensé que cuando nos casáramos sentaría la cabeza, que yo sería suficiente.
¿Ya lo hacía desde la universidad y a pesar de ello Beatriz se había casado con él?
–¿Por qué dejas que te trate de esta manera?
–Lo amo. Además, ¿qué alternativa tengo? No quiero ser una madre soltera divorciada. Mis padres adoran a Leo. Es de una buena familia y tiene la carrera perfecta. Quedarían horrorizados.
Paula quería a sus tíos, pero siempre le habían dado demasiada importancia a las apariencias.
–Al cuerno tus padres. Debes hacer lo correcto para ti.
–No soy como tú, Paula –se limpió los ojos con un pañuelo–. No soy fuerte. No me gusta estar sola.
–No soy fuerte… soy la persona más insegura del mundo. Pero es mejor estar sola y desdichada que con alguien que muestra tan poco respeto por ti. Mereces algo mucho mejor. Y piensa en el mensaje que le transmites a tu hija.
–Parecía realmente arrepentido y dijo que le pondría fin, y que no se repetiría. Quizá esta vez habla en serio.
¿Por qué iba a parar cuando sabía que podría librarse sin siquiera una reprimenda?
–Beatriz, necesitas hacer algo. Si no quieres dejarlo, entonces dile que quieres ir a un consejero matrimonial.
–Pero mis padres…
–Olvídate de tus padres. Haz lo mejor para ti y para Paulina –tomó la mano de Beatriz y se la apretó–. Yo estaré a tu lado y te ayudaré en todo lo que pueda.
–Lo pensaré –irguió los hombros–. He de arreglarme la cara y volver junto a los invitados. Falta poco para el año nuevo.
Y Paula temió que para Beatriz sería un año desdichado. Sin importar lo que decidiera.
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