sábado, 20 de junio de 2020

A TODO RIESGO: CAPITULO 20





Paula se inclinó para tomar dos paquetes de pechugas de pollo. Mientras tanto, Pedro miró a su alrededor: ni rastro del hombre que estaba buscando. Pero incluso los asesinos estaban obligados a comer y era seguro que tenía que andar por alguna parte.



De repente vio que una atractiva rubia acababa de doblar una esquina: la reconoció de inmediato.


—No mires ahora, cariño, pero creo que se está acercando nuestro primer cliente.


Paula se giró en redondo, con un paquete de pollo en una mano.


—¡Oh, no! Es Paloma Drummonds. Sabía que esto no funcionaría. Es la mujer con la que estuve hablando él primer día, en la tienda…


—Ya me acuerdo.


—No me extraña que te acuerdes. Pero el problema es que ella sabe que yo no te conocía, así que… ¿cómo puedes ser tú un antiguo novio mío? —susurró mientras Paloma se dirigía hacia ellos, mirándolos de hito en hito.


—¡Paula, qué casualidad! Quería haberte llamado, pero no puedes imaginarte el trabajo que me dan los niños —se volvió para concentrarse por entero en Pedro—. ¿Estáis… juntos?


Pedro apoyó una mano en el hombro de Paula.


—Pues sí. ¿Nos conocemos? Tu cara me resulta familiar.


Paula, a su vez, se lo quedó mirando como si hubiera perdido el juicio.


—Sí que nos conocemos. Hablé contigo el otro día en la tienda para turistas de la autopista. Y allí mismo encontré a Paula, lo que pasa es que no me dio la impresión de que vosotros os conocierais…


—Ah, ya me acuerdo. Estabas buscando unos pantalones de jogging.


—Exacto —seguía mirándolos con expresión recelosa—. ¿Pero cómo os conocisteis?


—Fue hace años, en Auburn. Llamé a Paula cuando me enteré de que iba a tener que pasar por aquí de camino a ver a mi hermana, y ella me invitó a su casa. El caso es que, cuando la vi en la tienda, no la reconocí. Lógico, no nos veíamos desde la universidad. Tenía el pelo más largo y…


—Y pesaba bastantes kilos menos —añadió Paula, integrándose finalmente en la conversación.


—Imagínate mi sorpresa cuando me presenté en su casa y me di cuenta de que era la misma persona a la que había visto de pasada en la tienda para turistas.


—¿Así que sois viejos amigos? —preguntó Paloma, arqueando las cejas.


—Efectivamente —mintió Paula, intentando no ruborizarse.


—De hecho, éramos algo más que amigos —precisó Pedro.


—¿Sabes, Paula? —sonrió Paloma—. Le dije a Tomas que estabas en el pueblo y me comentó que le encantaría verte. ¿Por qué no te pasas el día dieciséis por casa con…?


Pedro Alfonso —le tendió la mano.


Paloma se la estrechó mientras terminaba de formular la invitación.


—¿Por qué no te pasas con Pedro el dieciséis por casa? Hemos invitado a unos cuantos amigos para celebrar que estamos en vacaciones.


—Oh, no puedo hacer muchos planes estos días, ya sabes que…


—Lo entiendo. Para entonces podrías estar ya en el hospital, pero la invitación queda en pie.


Pedro se dedicó a observar a Paula mientras hablaba con su antigua amiga. Dos días atrás solo había sido un nombre en un archivo, una fotografía en la pantalla de su ordenador. 


Necesitaba seguir pensando en ella de ese modo. Pero era imposible.


Lo conseguiría. Era un profesional y nunca había ansiado tanto capturar a alguien como al Carnicero. Viejas imágenes asaltaron su mente.


Sangre, cadáveres, una mano sin vida aferrada a un osito de peluche. El Carnicero recorría las calles como un hombre libre, haciendo lo único que sabía hacer: matar. Sintió una punzada de culpa. Le estaba escondiendo información vital a Paula, aunque ella no necesitaba conocer la identidad del asesino. Él la protegería y acabaría deteniéndolo. Pero entonces, ¿por qué sentía tanto asco de sí mismo?


—Has reaccionado estupendamente —le comentó una vez que Paloma se hubo marchado.


—Ya. Bueno, ya nos han visto. Salgamos de aquí.


—¿Qué pasa? Creía que estabas disfrutando con la situación.


—Ahora mismo me gustaría tomar un refresco en una terraza con vistas al mar.


—Conozco el lugar indicado: mi casa.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario