sábado, 20 de junio de 2020

A TODO RIESGO: CAPITULO 16




9 de diciembre


Paula se despertó oliendo a beicon frito, a café recién hecho y a brisa del mar. Se desperezó, y de inmediato gimió de dolor cuando sus brazos y piernas se resintieron del movimiento. Se llevó una mano al vientre.


—Buenos días, pequeñita. Huelo a comida, así que supongo que eso quiere decir que nuestro invitado está cocinando. Es el mismo tipo sospechoso del que te hablé, pero anoche me enseñó sus credenciales. Parece que es un agente del FBI de verdad y que está aquí para protegernos. De modo que no necesitas preocuparte de nada hasta que estés lista para venir al mundo.


Paula, en cambio, tenía unas cuantas cosas de las que preocuparse. La noche anterior había hablado con el médico, le había contado una serie de verdades a medias, y él le había dicho que probablemente estaría bien mientras no tuviera contracciones ni hemorragias. Aun así, se alegraba de tener cita para esa misma tarde.


Y, de alguna forma, tendría que hacerse a la idea de vivir con un hombre en la casa. Estaba a punto de levantarse cuando escuchó unos pasos acercándose en las escaleras. Pedro se detuvo en la puerta, llevando una bandeja de desayuno que no podía tener mejor aspecto.


—No me digas que eso es para mí


—Me figuré que te lo merecías después de lo de anoche.


—¿Vas a compartirlo conmigo?


—¿Quieres compañía?


—¿Por qué no? Necesitamos hablar de cómo vamos a explicar ante todo el mundo tu presencia aquí durante los próximos días.


—Eso ya lo tengo arreglado.


Paula tuvo la sensación de que iba a decirle algo que no le iba a gustar nada, pero no quería que las malas noticias volvieran a estropearle el apetito. Y el bebé también necesitaba alimentarse.


—Desayuna primero antes de que se te quede frío —le dijo Pedro—. Los planes podrán esperar.


Paula empezó a comer mientras él bajaba a la cocina para subirse su bandeja de desayuno. El beicon estaba crujiente, justo como le gustaba. 


Tomó un trago de café. Durante los primeros tres meses de embarazo no había sido capaz de probar el café sin tener náuseas, pero ahora le sabía mejor que nunca. Aun así, se limitaba a una taza por día. Demasiada cafeína no era buena para el bebé.


Al cabo de unos minutos, Pedro apareció en la puerta. Y Paula intentó prepararse mentalmente para la siguiente ronda de sorpresas.





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