sábado, 16 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO 5





Su voz... sus ojos... y cómo mencionaba su nombre hicieron que a ella se le erizara el vello del cuerpo. Algo tenía aquel hombre para que ella se hubiera fijado en él durante el evento, y de nuevo ese ¡algo! estaba allí.


No podían ser más diferentes, y no sólo por la edad. Quien los contemplara, vería a una joven con un look muy moderno y en él descubriría al típico ejecutivo y trajeado inglés.


Durante unos segundos, ambos se miraron a los ojos con intensidad, hasta que el sonido de la música que salía por los cascos que ella llevaba al cuello atrajo la atención de él y preguntó:
—¿Qué suena?


Con un gracioso gesto, ella cogió uno de los auriculares y escuchó con atención.
—Rude, del grupo Magic! Me encanta esta canción, colega. ¿Sabes cuál es?


Él negó con la cabeza y ella, sin dudarlo, asió uno de los auriculares y se lo puso en la oreja para que lo escuchara. Segundos después afirmó:
—Son buenos, ¿eh?


Sin darse cuenta de lo que sonaba, Pedro sólo observaba la cercanía de aquella joven alocada y sonrió. De nuevo aquella sonrisa hechizó a Pau y, al sentir algo extraño, retiró el auricular del oído de Pedro y comentó:
—Ahora sí que me tengo que ir.


—¿No deseas que te lleve a algún lado?


Paula miró la impresionante limusina. Si aquello entraba en su barrio, de allí no saldrían ni las llantas, pensó y, señalando el aparcamiento, dijo:
—Gracias, pero Paco me espera.


—¡¿Paco?!


Divertida por su gesto, Paula accionó las llaves de su coche y, cuando las luces de éste se encendieron, añadió:
—Pepe, te presento a Paco. Paco, Pepe.


Sorprendido porque ella le hubiera puesto nombre a su vehículo, sonrió. Deseaba estar más rato con aquella chispeante y alocada chica. Era lo más ingenioso y atrayente que le había pasado desde que había llegado a Madrid. 


Se lo iba a proponer cuando ella dijo con gesto cansado:
—Me voy. Mañana tengo turno de mañana y necesito dormir. ¿Te alojas en el hotel?


—No —respondió.


Cansada y con ganas de meterse en la cama, finalmente se despidió mientras se alejaba:
—Buenas noches, Pepe. Que descanses.


—Buenas noches, Paula, y es Pedro.


Sin moverse de su sitio, observó cómo ella se reía, caminaba hasta su coche, se montaba en él, se ponía el cinturón de seguridad y arrancaba.


Cuando pasó por su lado, Pau le dijo adiós con la mano y él, encantado, la saludó.


Al quedarse solo en la calle, se acercó a la ventanilla del conductor de la limusina y le informó:
—Al final dormiré en el hotel. Vete a descansar.





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