sábado, 29 de febrero de 2020
LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 36
—Diana Leeds, de The Standard.
La mujer se dirigió directamente a ella y le estrechó la mano. Llevaba un elegante traje de diseño y el cabello peinado en tirabuzones cuidadosamente estilizados. Estaba completamente fuera de lugar en medio de las plantas, la tierra y las flores del set de rodaje.
Pedro la había elegido porque confiaba en ella, pero Paula no se fiaba nada.
—Gracias por esta oportunidad, señorita Chaves.
—No es a mí a quien tiene que agradecérselo, sino al hombre que ha organizado todo esto. Aquí viene.
La periodista se apresuró a estrecharle la mano a Pedro y se presentó.
—Usted no es Luciana Tannon —dijo Pedro.
—No, Luciana está enferma. Yo vengo a sustituirla.
—La exclusiva era para la señorita Tannon. Creo que deberíamos aplazar…
—No será necesario —le interrumpió la periodista—. Estoy preparada para esto. Además, la cadena ha dado el visto bueno. A menos, por supuesto, que tenga alguna razón en particular para que sea Luciana.
Pedro la miró muy serio, y Paula supo que estaban en un problema. No podían aducir nada para negarle a aquella periodista la exclusiva. Tenían las manos atadas.
—¿Le han informado ya de todo? —preguntó Pedro.
—Por supuesto —sonrió la periodista—. Y, por cierto, enhorabuena por la nominación a los ATA. Debe de ser muy emocionante, ¿no?
—Guarde las preguntas para la entrevista.
El comentario fue áspero. ¿Lo habría hecho a propósito? A juzgar por la expresión del rostro de Diana Leeds, no debía de estar muy acostumbrada a que le hablaran de aquella forma.
—Dispone de toda la mañana para observar y grabar lo que considere de interés. Después podrá entrevistar a Paula, a Maddox y a mí.
—Si es posible, me gustaría también…
—No es posible. Tiene una exclusiva, no un acceso ilimitado. Paula, Maddox y yo, eso es todo. Y espero que su reportaje esté por encima de los últimos que se han hecho últimamente.
—Somos The Standard, señor Alfonso —replicó la periodista ofendida, como si con eso estuviera dicho todo—. Además, estoy segura de que sus índices de audiencia han subido notablemente gracias a los reportajes que menciona.
Paula se puso nerviosa. Aquello era justamente lo que Pedro había tratado de evitar. Aquella mujer era agresiva y parecía saber lo que quería.
Pedro avisó a uno de los ayudantes de producción, que se acercó enseguida.
—Finn, te presento a Diana Leeds. Estará aquí hoy grabando y observando para hacer un reportaje. Quédate con ella y asegúrate de que tiene todo lo que necesita.
El mensaje entrelineas había quedado claro como el agua. «No la dejes sola un momento».
—Paula, ¿podemos hablar un momento sobre el plan de rodaje de hoy?
Con esa excusa, se alejaron de la periodista.
—Esto no es lo que había planeado —dijo Pedro más furioso de lo habitual—. Conozco a Leeds. Es muy diferente de Tannon. Está en otra liga.
—Eso es bueno, ¿no? Hará un buen reportaje.
—Es una periodista de investigación. Se lanza directa a la yugular. Si la han enviado a ella, es para sacar el máximo provecho a todo esto. Lo siento, Paula, la entrevista va a ser más difícil de lo previsto. Debo advertir a Maddox. Sabe Dios qué dirá.
—Puede que te sorprenda —dijo Paula fingiendo una calma que en realidad no tenía—. Pero sí, deberías advertirle.
—Intentará exprimir al máximo la relación entre vosotros. Como no podemos negar lo que ya ha sido publicado, deberás trazar una línea y no dejar que la traspase.
—¿En qué sentido?
—Cuéntale cosas, que crea que puede conseguir algo, pero no lo suficiente como para que se lance a una caza sin piedad.
Paula no tenía experiencia con la prensa, de modo que la idea de enfrentarse a una curtida profesional como Leeds no le hacía mucha gracia.
—Sé tú misma —dijo Pedro—. No respondas ninguna pregunta directa sobre Maddox, pero tampoco la evadas.
Estaba empezando a sentir náuseas.
—Lo harás muy bien, Paula —le animó él—. Tú sueles hablar con circunloquios cuando estás conmigo, haz lo mismo con ella.
Quería tocarle. Quería abrazarle para sentirse segura y protegida. Pero tendría que pasar mucho tiempo, muchas horas, para que pudiera hacerlo. Y antes tendría que enfrentarse a aquella maldita entrevista.
Pensó de inmediato en el secreto de Brian.
Si Pedro no había sido consciente de él hasta que ella se lo había contado, era probable que Leeds no pudiera imaginárselo tampoco ni sacarle nada. Pero ella era harina de otro costal.
Ella era la guardiana de ese secreto, y se sentía presionada por ello. Y para colmo, debía jugar a mantener la ilusión de un supuesto romance con Brian. Pero sin concretar nada.
Era como para volverse loca.
¿Cómo demonios se había metido en todo aquello, en un programa de televisión, en medio de un reportaje con una periodista ávida de sensacionalismo y escándalo? Hacía tan sólo tres meses, ella era sólo Paula Chaves, una sencilla diseñadora de provincias.
Cómo habían cambiado las cosas.
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