sábado, 29 de febrero de 2020
LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 38
Unos minutos después, estaban en la parte trasera de la caravana de Paula. Hablaron un rato de cosas generales, del equipo, del set de rodaje, del tiempo, y Leeds tomó nota de todo ello.
Entonces, empezó su interrogatorio.
—Vaya aventura la tuya estos últimos meses, ¿no? Has pasado de ser una diseñadora anónima a ser toda una celebridad de la televisión.
—Todavía sigo diseñando. Sigo considerándome una diseñadora por encima de todo.
—La cadena seguro que no estaría de acuerdo contigo. Han invertido mucho en ti.
—Si hablamos de tiempo, supongo que sí. El riesgo de apostar por una persona desconocida…
—Me refiero a una cuestión económica —dijo Leeds mirando a su alrededor valorando positivamente la caravana de Paula—. Y te han subido el sueldo.
—Esto es para trabajar —dijo ella recordando los consejos de Pedro—. De esta forma, puedo diseñar en los descansos del rodaje. Y si me han subido el sueldo, es porque hago dos trabajos al mismo tiempo. Creo que es justo.
Se estaba defendiendo a sí misma. Era un error.
—Claro, por supuesto que lo es —dijo la periodista—. Debe de ser maravilloso que confíen tanto en ti como para tomarse tantas molestias.
—Sí, supongo que sí.
—Debo decirte que no eres la típica estrella de televisión.
—No lo soy —sonrió Paula forzadamente—. Soy una diseñadora de exteriores que trabaja en la televisión por casualidad.
—Procedes de… Flynn's Beach, ¿no? —preguntó Leeds consultando sus notas—. Debe de ser un gran cambio venir a una gran ciudad como ésta, trabajar en la televisión, ser nominada a un ATA… Y todo en tres meses. Con tantas comodidades, un equipo de gente tan agradable…
—Es el programa el que ha sido nominado.
—Y Brian Maddox.
—¿En serio? —Paula no lo sabía, y sonrió sinceramente—. ¡Es maravilloso!
—Lo anunciaron esta mañana —dijo Leeds—. Pensé que ya te lo habría dicho.
Paula volvió a ponerse en guardia.
—El Brian Maddox que usted ve y el que yo conozco son dos personas distintas. El mío es lo suficientemente modesto como para no vanagloriarse demasiado de ese tipo de cosas.
—¿El tuyo? —preguntó Leeds.
En contra de los consejos de Pedro, Paula fue directamente al grano.
—Si quiere preguntarme algo, hágalo sin rodeos —le dijo a la periodista.
—¿Estás teniendo una aventura con Brian Maddox?
—Somos muy buenos amigos. Lo demás, no es asunto de nadie, sólo mío.
—¿Y de Brian?
Paula asintió con la cabeza.
—Aun así, supuse que te lo habría contado. Habría sido lo normal, siendo tan buenos amigos.
¿Cuál era la respuesta apropiada? Si respondía que sí, estaría mintiendo. Si hacía lo contrario, estaría socavando la imagen que había pintado sobre su relación con Brian y podría abrir un posible camino hacia Constanza.
—Seguramente no lo hizo por sensibilidad hacia mí —apuntó Paula—. Al fin y al cabo, yo no estoy nominada.
Leeds se echó a reír ostensiblemente, y Paula pensó que era la reacción más sincera que le había visto a aquella mujer en todo el día.
—¿Sensibilidad? —dijo la periodista con ironía—. Oh, desde luego… Es muy sensible.
A Paula le hirvió la sangre. Si no reaccionaba, aquella mujer iba a crucificar a Brian.
—Oh, lo siento… —replicó—. No sabía que usted le conociera. Él nunca la ha mencionado.
La sonrisa se borró del rostro de la periodista.
—No, no le conozco.
—Entonces, tendrá que dar mi palabra por buena, ya que yo sí le conozco, y sé que siempre pondría mis sentimientos por encima de sus intereses —dijo Paula, aunque en realidad en quien pensaba era en Pedro.
—Desde luego, el amor es ciego —apuntó Leeds.
Paula no mordió el anzuelo. En aquel momento le llevaba la delantera a la periodista.
—Hablemos un poco de Alfonso.
«No, por favor», pensó Paula, sorprendida por aquel súbito cambio de tema.
—Parece usted muy tranquila cuando está con él. Debe de ser un jefe considerado y honrado.
—¿Y llega a esa conclusión porque me siento tranquila cuando estoy con él?
—Por eso y porque fue él quien consiguió negociar su sueldo.
—¿Vamos a volver a hablar de eso otra vez? Ya le he dicho que me pagan por hacer dos trabajos. En realidad, a la cadena le sale más rentable que si tuviera que contratar a dos personas. Creo que lo único que el señor Alfonso hizo fue su trabajo.
—Se nota que le tiene una gran lealtad —comentó Leeds.
—¿Por qué no habría de tenérsela? Se lo merece. Ha sido bueno conmigo.
—¿Bueno? ¿Llama bueno a aparecer en todas las portadas de las revistas?
—La publicidad es responsabilidad del productor, no de él.
—No, no lo es, cielo —replicó Leeds con condescendencia—. Suele ser responsabilidad del departamento de marketing. Lo que me pregunto es, ¿por qué un productor ejecutivo tan importante se toma tantas molestias en controlar la publicidad sobre usted?
Paula sabía perfectamente cuándo alguien la provocaba. ¿Qué trataba de sugerir la periodista?
—No lo sé, tal vez le gusta tenerlo todo controlado —respondió.
—Tal vez —sonrió Leeds—. Lo que es evidente es que a usted le gusta que lo haga.
—Yo soy una empleada de la cadena, hago lo que me piden. Como se puede imaginar, yo no estaría aquí ahora mismo hablando con usted si no me lo hubieran pedido.
Leeds no ocultó su enfado.
—¿Está manteniendo usted una relación con el señor Pedro Alfonso?
Paula se quedó petrificada. Luchó por que el impacto de la pregunta no se reflejara en su rostro.
—¿Con cuántos hombres del equipo cree usted que estoy liada? Si me diera una lista, podría ir haciendo una marca al lado de cada nombre. Nos ahorraríamos mucho tiempo.
—Está viviendo en su casa.
¿Cómo no había pensado antes que podría salirle por ahí? ¿Cómo podía ser tan tonta?
—Estoy viviendo en su casa de invitados. Es una casa aparte, separada de la suya.
—Muy conveniente, en mi opinión —apuntó Leeds.
—No lo crea. No es lo mejor cuando una quiere desconectar del trabajo.
Leeds la observó atentamente, Paula le sostuvo la mirada.
—Estará de acuerdo conmigo en que no suele ser el trato habitual que las cadenas de televisión dan a sus empleados —dijo Leeds.
Paula no tenía otra alternativa.
—Sí es normal, ya que el señor Alfonso y mi hermano son amigos —dijo Paula, esperando que Sebastian pudiera perdonarla—. Mi hermano quería que alguien de confianza me vigilara un poco cuando viniera a la gran ciudad.
—Entiendo… —murmuró Leeds desconcertada por la respuesta, seguramente porque en su investigación no se habría extendido hasta su familia—. Volvamos a Maddox.
Paula suspiró aliviada. No le gustaba nada volver a hablar de Brian, pero al menos, Pedro había quedado a salvo.
—Estaba pensando antes que, si alguien quisiera ocultar un romance, un romance digamos con una persona poco apropiada, ésta sería la mejor manera, hacer demostraciones públicas con otra persona famosa.
—¿Va a hacerme alguna pregunta al respecto? —dijo Paula, que estaba empezando a sentir verdadero odio hacia aquella mujer.
Leeds la miró fijamente, como pensando si debía abordar la siguiente cuestión o no, si debía cruzar la peligrosa línea de la difamación.
—No, supongo que no —dijo finalmente—. Creo que será mejor que volvamos a hablar de su trabajo como diseñadora.
Paula dejó que el aire que había contenido en los pulmones saliera lentamente. Se acomodó en su asiento y encaró el resto de la entrevista relajada, pero sin dejar de mostrar una gélida frialdad a la periodista.
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