sábado, 1 de febrero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 46





—¡CIELOS!, Pedro te mima demasiado —comentó Laura al ver la pila de revistas y el canasto de fruta fresca sobre la mesa de noche.


Pedro obligó a Paula a que la llamara para explicarle lo que ocurría y decirle que no se podía hacer cargo del trabajo por el momento, y por supuesto, Laura de inmediato anunció que iría a verla.


—Bueno, al menos el bebé ya empezó a crecer otra vez —le dijo Paula. Ignoró el comentario acerca de Pedro y esperaba que Laura no notara su sonrojo cuando lo mencionó.


—Sí, esa es una buena noticia, pero Pedro dice que todavía consideran que estás baja de peso si insisten en que te mantengas en reposo. Fue una suerte que el estuviera aquí cuando te caíste —Laura frunció el ceño—. Si hubieras estado sola...


—Pero, no lo estaba—Paula intervino. Todavía ahora, una semana después de los hechos, odiaba pensar en lo que podría haber ocurrido si hubiera caído estando sola. Por los comentarios que le hiciera Pedro, sabía que él se culpaba del accidente, aunque ella le indicara que la presencia del tapete en la cocina era responsabilidad de ella y no de él. Ella, en ocasiones se preguntaba si era el sentimiento de culpa lo que hacía que él permaneciera con ella, y sospechaba que debía serlo.


Para su sorpresa, Pedro le anunció que se proponía trabajar en la cabaña, por lo que estaba allí casi las veinticuatro horas del día.


Laura no llevaba con ella más de una hora, cuando él subió y anunció con firmeza que debía descansar.


Laura se puso de pie de inmediato, ignoró las protestas de Paula, quien decía que no había razón para que se fuera y que no veía por qué todavía tenía que permanecer en cama.


—El médico dice que debes hacerlo al menos el fin de semana —le recordó Pedro—, y eso es justo lo que harás.


Después de que bajaron los dos, ella se dijo que permanecería en la cama no porque Pedro insistiera, sino porque sabía que eso era lo mejor para su hijo, aunque en ocasiones se impacientaba y quería levantarse y hacer algunas cosas.


La Navidad se acercaba. Para entonces, desde luego, Pedro ya se habría ido. Ella se estremeció, no estaba dispuesta a admitir cuánto temía que se fuera...


Lograba escuchar las voces de Pedro y Laura que conversaban en la cocina, y se preguntó con un poco de celos de qué hablarían. Controló sus sentimientos y se dijo que su reacción era ridícula. Ella tenía que ser la primera en admitir que, Pedro era uno de esos hombres extraños que disfrutan una conversación con una mujer, que las trataba como un igual en un plano intelectual. Ahora, cuando iba en busca de la bandeja por las noches, pasaba más y más tiempo con ella. Habían cubierto tal cantidad de temas, que estaba sorprendida y sabía que, aún si no lo amara, lo extrañaría cuando se fuera, lo extrañaría como compañero y como alguien que en circunstancias diferentes, podría haberse convertido en un amigo excelente.


A la tía Maia le hubiera agradado. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. La señora siempre estaba en sus pensamientos. Ya había ordenado los rosales que pensaba plantar; las rosas especiales que deseara la anciana,


Pasó bastante tiempo antes que escuchara el auto de Laura que se alejaba. A pesar de que insistía frente a Pedro y la partera que ya estaba bastante bien como para levantarse, tenía que admitir que todavía no recuperaba todas sus fuerzas. La partera autorizó al inicio de la semana que bajara unas cuantas horas por la tarde, pero se cansaba con mucha facilidad. El bebé en pleno desarrollo exigía mucho de su cuerpo, le dijo la mujer; le recordó que todavía le faltaba peso.



1 comentario:

  1. Mmmmm no se por qué me parece que la charla con Laura fue muy reveladora para Pedro...

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