sábado, 1 de febrero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 43





Cuando escuchó que la puerta del frente se cerraba y que ponía el auto en marcha, Paula se dijo que cuando regresara tendría que encontrar la manera de convencerlo de que no era necesario que se quedara. Frustrada, deseaba que hubiera alguien, una amiga... alguien a quien le pudiera llamar y pedirle que se quedara con ella, pero, además de Laura, no tenía a nadie, y no podía afectar su vida estando la Navidad tan próxima.


Se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas.


Ya era bastante deprimente que Pedro tuviera mala opinión de ella; y ahora, se vería obligada a tenerlo allí otra vez, todos los días, todas las horas, atormentada por su cercanía, y al mismo tiempo sabiendo que el no la quería... no la amaba...


Incómoda se movió sobre la cama. Tal vez si le pudiera demostrar que no lo necesitaba, que ella podía sola...


Apartó las mantas, giró las piernas, puso los pies sobre el suelo; el mareo que la invadió hizo que se detuviera de la orilla de la cama en tanto trataba de enderezarse.


Se sentía tan débil, tan temblorosa... aterrada de dar el primer paso y que pudiera caer y lastimar al bebé.


Se mantuvo de pie, temblando. Deseaba poder dar el primer paso y después otro. Tuvo que admitir que el miedo la invadía.


Logró llegar hasta el baño, pero una vez allí, se sintió tan débil, que tuvo que permanecer sentada varios minutos antes de poder regresar al dormitorio.


Fue entonces, ya segura en la cama, con el cuerpo tembloroso por la tensión y la debilidad, que admitió que era imposible que estuviera sola.


La caída la afectó mucho, y unido a lo que la partera le dijera antes, de que el bebé había dejado de crecer, el resultado era que estaba tan nerviosa y temerosa, que en realidad, lo último que quería era estar sola en la casa.


Si hubiera tenido vecinos cercanos, no estaría tan mal, y sabía que si Laura se enteraba de lo que le ocurría, insistiría en irse a vivir con ella. 


Pero, ¿cómo podría pedírselo? Ella sabía que Laura estaba demasiado ocupada con la visita de sus padres y sus suegros.


¿Qué habría hecho si Pedro no hubiera acudido al rescate? Suponía que la partera hubiera insistido en que se internara.


No estaba segura de cuál era la alternativa que le parecía menos deseable; que Pedro viviera en la casa con ella, o internarse un par de semanas en el hospital. Tal vez, lo mejor sería el hospital, pero, recordó que les hacían falta camas y que tal vez habría otra mujer con una urgencia que requiriera la cama más que ella. No podía ser tan egoísta, tendría que controlar el temor de revelarle a Pedro sus sentimientos, debía aceptar su ayuda.


Lo que todavía no lograba comprender era por qué le ofrecía su ayuda. Después de todo, ¿por qué tenía que importarle lo que le pasaba a ella? 


El dijo que se sentía responsable de su caída. 


Cierto, su presencia en la cabaña y la discusión que sostenían provocaron su torpeza... pero, de allí a que la caída hubiera sido culpa suya...


Se puso tensa al escuchar el auto que regresaba. No era posible que hubiera regresado tan pronto. Sintió pánico. ¿Cómo lograría ocultar sus sentimientos... su amor? 


Tendría que hacerlo, se dijo al escuchar que ya subía la escalera.


Miró su reloj despertador. No tardó más de una hora.




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