sábado, 1 de febrero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 42




Pedro regresó al dormitorio justo a tiempo para escuchar lo que él médico le decía. Al principio, 
Paula no lo vio, la invadió el pánico al escuchar lo que decía el médico.


—Un par de semanas... no puedo...


—Me temo que tendrá que hacerlo —le dijo el médico con firmeza—. De hecho, lo que quisiera hacer es internarla en el hospital, para mantenerla vigilada, pero por el momento no tenemos cama libre, aunque... —se detuvo, frunció el ceño, y Paula empezó a temblar.


—¿Trata de decirme que el niño corre peligro? —le preguntó con pánico.


—Después de ese tipo de caída, siempre existe un elemento de riesgo —le indicó—. Y, en su caso también tenemos el hecho de que el bebe ha dejado de crecer.


Paula quería que Pedro se fuera. A su lado, escuchaba cada una de las palabras que decía el médico; mientras se marcaba más la línea en su frente. La mirada en los ojos se hizo más intensa al volverse a estudiarla, haciéndola sentir como si a propósito arriesgara la salud del bebé.


¿Por qué le hacía eso? ¿Por qué se quedaba? 


Después de todo, no le incumbía; al menos no hasta donde él pudiera darse cuenta, y, sin embargo, se negaba a irse, aún cuando la partera ya estaba allí. A pesar de que ella temía que se quedara porque la hacía sentir muy vulnerable en sus emociones, al mismo tiempo, la alegraba tenerlo allí, sentir que ya no estaba sola. Se estremeció, se decía que era peligroso que se permitiera sentirse así... que, los sentimientos de solicitud y caridad humana que hacían que se quedara, pronto acabarían y se iría.


La partera repitió la misma opinión del médico; que Paula cuando menos necesitaba de un par de semanas de reposo en la cama. La chica trató de no protestar, de decirles que era imposible, pero la partera insistió diciéndole que tendría que hacerlo por el bien del bebé.


Al despedirse, le indicó que regresaría a verla a la mañana siguiente, que mientras tanto no debía preocuparse y obtener todo el descanso que pudiera.


Pedro bajó mientras la partera la examinaba, pero una vez que ella y el médico se retiraron, volvió a subir.


Para ese momento, Paula ya se había desvestido y estaba en la cama, se sentía muy vulnerable al tenerlo parado a un lado de su cama, viéndola con esa mirada de seriedad.


—Voy al pueblo a recoger mis cosas al hotel. No tardaré mucho, una hora tal vez. ¿Estarás bien mientras tanto?


¿De qué hablaba? ¿A qué se refería? Paula lo miraba confundida.


—No es necesario que regreses —le dijo con voz temblorosa—. Te agradezco todo lo que has hecho, pero...


—Pero, si no hubiera sido por mí, nunca hubiera ocurrido —concluyó él por ella.


Durante un momento, Paula se sintió demasiado sorprendida para hablar. Así que él lo sabía... lo había adivinado.


—Si no hubiera sido por mí, no te hubieras tropezado con ese tapete —escuchó que él decía desolado, y se dio cuenta de que él no se culpaba por su embarazo, sino por la caída.


—No fue culpa tuya —ella le dijo seria—. Debí haberlo quitado hace mucho tiempo. Fuiste muy amable al quedarte conmigo mientras llegaba el médico... pero, en realidad, no es necesario que regreses.


—Por el contrario, es muy necesario —la corrigió—. El médico me dijo que no debes quedarte sola. Lo que necesitas es reposo absoluto... y eso significa que debes permanecer en cama. Y para hacerlo, necesitas que alguien esté contigo.


—¡Pero, tú no puedes hacerlo! —Paula se sentó sobre la cama sorprendida.


— ¿Significa que preferirías estar en el hospital, en caso de que te pudieran asignar una cama? A menos, claro, que tu amante cambie de idea y venga a vivir contigo; pero para hacerlo, tendría que abandonar a su familia, ¿cierto?


— ¡Basta! ¡Basta! —Paula se cubría los oídos con las manos. No podía soportarlo, en especial en ese momento. Le dolía todo el cuerpo, estaba agotada física y emocionalmente, y además de todo, estaba muy preocupada por su bebe. De lo último que se creía capaz, era de discutir con alguien, y mucho menos con Pedro.


Al instante, él estaba a su lado, sentado a la orilla de la cama. La tomó por las manos, el contacto era tan tierno, tan cálido, tan gentil, que hizo que empezara a temblar por el sufrimiento que le ocasionaba el recuerdo, por el anhelo de tenerlo a su lado para siempre.


—Lo siento, no pretendía alterarte, pero tanto el médico como la partera insistieron en lo importante que es que descanses.


—Te lo dijeron a ti —Paula le dijo—. ¿Por qué?


—Parece que asumen que el bebé es mío —le dijo seco.


Paula sintió que desfallecía; una oleada de debilidad la invadió. Entonces, ¿ellos adivinaron? ¿Dijo o hizo algo mientras Pedro estaba allí que les reveló la verdad?


—Debiste haberles dicho que no lo es —le dijo ella de inmediato—, Tú...


—Tal vez, debí hacerlo, pero estaba más preocupado por tu salud y la del bebé en ese momento, que en aclarar lo que es un error comprensible.


La sorprendieron sus palabras. Ella habría esperado que objetara rotundo cualquier insinuación que sugiriera que él podría ser el padre del bebé, y sin embargo, la trataba como si no lo molestara en lo absoluto.


—Me voy ahora —le dijo—. Pero no tardo mucho.


—No es necesario que regreses —insistió Paula, pero él ya había salido del dormitorio y llegaba a la escalera.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario