sábado, 2 de noviembre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 37




Celina la miró con las manos en las caderas, en mitad de la entrega de mercancía que acababa de llegar de Seattle.


-Es la cuarta vez que tienes que subir corriendo a contestar al teléfono del apartamento -le dijo a su sobrina-. ¿Por qué no les das a tus clientes el número de la tienda? Si quieres hacer ejercicio, apúntate a un gimnasio.


-Es que no quería usar este teléfono sin pedirte permiso antes.


-Muy bien, pues ya lo tienes. Verás, Paula, no espero que trabajes aquí toda tu vida, ni todo tu tiempo. Te quiero como a una hija, pero cuando llegue el momento te echaré de una patada para que hagas lo que tengas que hacer.


-¡Pero, tía! -exclamó sabiendo que lo decía con buena intención.


-Entiéndeme, ahí fuera hay todo un mundo que te has estado perdiendo y que ahora tienes que descubrir.


-Lo sé. Últimamente tengo la sensación de estar recuperándome de una terrible amnesia. Y creo que empiezo a recordar quién soy -entonces volvió a sonar el teléfono y tuvo que marcharse corriendo a contestar.


Después de fijar dos citas más, volvió a bajar y siguió ayudando a Celina a desempaquetar cosas.


-Aquí hay de todo. ¿Es que no podías dejar nada atrás?


-Nunca se sabe dónde va a estar el tesoro que nadie espera. Además, cuanto más tiempo llevo en este negocio, más cuenta me doy de que no hay que limitarlo. No me gusta vender solo muebles o solo cuadros, prefiero que haya de todo.


Paula sintió aquello como una segunda oportunidad y esa vez decidió que no iba a dejarla escapar.


-Tía…, ¿qué te parecería si yo utilizara un pequeño espacio de la tienda? Me encantaría poner aquí algunas de mis cosas; ya sabes, un par de vestidos de fiesta y algún bolso. No ocuparé mucho y tú darás tu aprobado a todo el material que esté expuesto, por supuesto. Si no te parece bien, lo entenderé…


-También podrías dejar de hablar un segundo y dejarme que diga que sí.



****


Paula entró en la galería de Pedro como una exhalación.


-¡Me ha pasado algo maravilloso! ¡Adivina!


Él la miró sonriendo con gesto burlón.


-Por fin te has dado cuenta de que soy perfecto.


Se acercó a darle un beso en esa sonrisa tan sexy y luego continuó hablando:
-¡Qué arrogancia, señor Alfonso, qué arrogancia! La tía Celina va a cederme parte del espacio de la tienda.


-¡Estupendo! Sabía que lo conseguirías -tiró de ella hasta estrecharla entre sus brazos y empezar a besarla.


Unos segundos después, se apartó un poco de él sin soltarlo del todo y lo miró muy seria. Como todo en la vida, esa oportunidad también iba a tener un lado negativo.


-Esto va a poner las cosas un poco peor para nosotros. Me va a resultar muy difícil tener veinte minutos libres durante el próximo mes.


-Lo sé, preciosa -aseguró acariciándole la cara-. No te preocupes. Cuando encuentres esos veinte minutos, yo estaré aquí esperándote.


Tenía la sensación de que tanta alegría no podía caberle en el corazón.


-Hablando de tiempo libre… ¿Tienes un poco ahora para dedicármelo? -le preguntó ella en tono travieso.


-¿No irás a regañarme?


-No, te lo prometo. Solo quiero que estemos un rato juntos… solos.


Pedro lo comprendió inmediatamente.


-Pues ahora que lo dices…. Llevo unos cuantos días soñando contigo y ese sillón que hay en mi dormitorio…


Paula sintió cómo se le sonrojaba la cara, pero no era de vergüenza, sino del más puro y salvaje deseo. Nunca habría pensado que hacer el amor podía ser tan divertido. Quizá se hubiera dado cuenta un poco tarde, pero pensaba recuperar el tiempo perdido.


-Pues yo también he estado soñando algunas cosas, ¿sabes? -le dijo agarrándole la mano.





1 comentario:

  1. Me imagino la cara de Pedro subiendo para rescatar a Abril y me cago de risa mal jajajajajajaa. Son tremendos los gemelos.

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