sábado, 2 de noviembre de 2019
UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 35
Eso hizo y salió más que recompensada. Fue maravilloso.
Paula se acurrucó contra Pedro cubriéndole el pecho con su melena como si fuera una red que lo atrapara, pero eso no le importó; atrapado y feliz. Aquello era algo realmente nuevo.
-Nunca antes había sido así -dijo ella con voz lánguida.
Pedro tuvo que admitir ante sí mismo que no lo agradaba la idea de que para ella hubiera habido un «antes». Era absurdo siendo madre de dos niños. Atrapado, feliz y estúpido.
Como respuesta, le dio un beso porque no se sentía capaz de expresar con palabras lo que había sentido perdiéndose dentro de ella. Al menos no podía explicárselo a ella porque eso habría significado poner nombre a lo sentía por ella y a lo que había entre ellos.
La palabra «amor» le flotaba en el subconsciente, pero luchó por no dejarla salir.
Todavía lo asustaba demasiado pensar en algo así porque nunca, jamás había utilizado esa palabra para designar lo que sentía por una mujer. Y no podía utilizarla tampoco con Paula hasta estar completamente seguro de que encajaba. Ella merecía que fuese sincero. Eso le recordó que, hasta el momento, no había sido del todo honesto con ella.
No podía olvidar la cara con que lo había mirado al verlo aparecer con las guairas para los niños; se había comportado como un ruin manipulador.
Aquel regalo no había sido más que una oferta de paz. Pedro cerró los ojos consciente de que, si no esa última mentira, sí debía contarle todo lo demás. Y aquel era justo el momento.
-Nunca hemos hablado de este tema -empezó a decirle muy deprisa para no poder cambiar de opinión-, pero creo que debes saber que tengo dinero. Y mucho.
Paula se incorporó y se quedó mirándolo apoyada en un hombro.
-¿Eres rico?
-Sí -respondió sin más dilación.
-¿En serio? -esa vez se sentó del todo-. ¿Y hay algún motivo por el que no me lo hayas dicho hasta ahora?
-Pues… no -hasta para sus propios oídos, aquella era la respuesta de un sucio mentiroso.
Paula encendió la luz y lo miró pensativa.
-Así que eres rico…
-Prefiero decir acomodado.
-Puedes denominar tu situación económica como te dé la gana, pero eso no cambia el hecho de que hayas estado ocultándomelo -dijo negando con la cabeza-. Supongo que eso explica que llevaras un traje hecho a medida… pero, ¿sabes lo que más me molesta? Lo que realmente me pone frenética es que creyeras que iba a importarme si tenías dos dólares o dos millones. ¿Qué demonios te hizo pensar que yo podía ser una cazafortunas? ¿Acaso he hecho algo sin darme cuenta… como pedirte diamantes con el desayuno? A lo mejor es por ese sábado que fuimos al cine en lugar de esperar al día del espectador.
-Paula…
Se puso en pie llevándose la sábana con ella y dejándolo completamente desnudo y destapado.
-Todavía no he terminado contigo -dijo envolviéndose en la sábana como si fuera una toga-. No se te ocurra pensar jamás, jamás, que quiero ni un solo dólar tuyo. Aldo siempre utilizó su dinero como un arma contra mí y yo lo odiaba, ¡lo odiaba con todas mis fuerzas! Solía hacer cosas como olvidar ingresar dinero en la cuenta de la casa si decía algo que no le gustaba delante de sus amigos, y luego me lo daba si era «buena chica». Nunca volveré a ser «buena chica» para nadie. Me valgo por mí misma y solo acepto el amor si me lo dan de manera sincera y desinteresada… Lo que más me duele es que se te hubiera pasado por la cabeza que estaba intentando utilizarte.
Pedro se había puesto en pie y se había sentado en la cama, viéndola andar de un lado a otro de la habitación como un león enjaulado.
Cuando se quedó callada, él suspiró y le hizo un gesto para que se sentara a su lado; ella le hizo caso, pero guardó cierta distancia.
-Nunca pensé que estuvieras intentando utilizarme. Lo que voy a decirte no es excusa para lo que he hecho…
-Me alegro.
-… más bien una explicación -se tomó unos segundos para ordenar sus ideas antes de comenzar a hablar. Nunca se le había dado bien ser humilde, pero ahora sentía que debía hacerlo-. Tuve una novia durante mucho tiempo. Era una ejecutiva sofisticada… Creo que al principio le atrajo la idea de estar con alguien que no había terminado sus estudios, ni tenía los modales refinados de todas sus demás amistades. Después de un tiempo me acostumbré a jugar con sus reglas, pero siempre tuve la sensación de no pertenecer a todo aquello… era como si me hubiera colado en la vida de otro.
-Sé a qué te refieres -aquella breve sonrisa le dio esperanzas para continuar. Quizá llegara a perdonarlo.
-El caso es que mi negoció empezó a ir viento en popa y comencé a ganar mucho dinero… De pronto me di cuenta de que toda nuestra vida era una especie de escaparate; gastábamos sin parar y acabamos teniendo facturas más altas de lo que había sido en otro tiempo mi sueldo de un año -solo hablar de aquello le devolvió el dolor de cabeza que lo había martirizado durante la pesadilla que estaba describiendo-. Aguantamos juntos un año más, hasta que me di cuenta de que aquella vida me estaba matando y le dije a Victoria que iba a vender el negocio. Intenté explicárselo, pero se puso como una fiera y me abandonó.
Paula se acercó a él y le estrechó la mano.
-No tienes por qué seguir contándomelo si no quieres -le sugirió llenándolo de consuelo.
-Sí, quiero hacerlo. Me di cuenta de que lo único que quería de mí era mi dinero. En el tiempo que estuvimos juntos, yo no fui más que su juguete y la chequera que lo pagaba todo. Cuando por fin vendí el negocio, decidí que no volvería a mirar atrás.
Pedro se quedó mirando las manos unidas en su regazo.
-Y resulta que llevaba todo el tiempo mirando atrás. Solo quería encontrar a alguien que estuviera interesada en mí y no en mi dinero.
-A mí me interesas tú -le susurró ella-. Te lo prometo.
Y él empezaba a sentir por ella algo que jamás había sentido por nadie. Quizá debería habérselo dicho, pero todavía le daba demasiado miedo. Así que lo que hizo fue abrazarla fuertemente.
-¿Crees que puedo convencerte para que te deshagas de esa sábana?
Una hora después, tras haber hecho el amor de nuevo, Pedro observaba a Paula mientras esta dormía y pensaba que haría todo lo que fuera necesario. Cambiaría e intentaría adaptarse a los niños y a todas las obligaciones que traían consigo. No tenía la menor idea de cómo iba a enfrentarse a las responsabilidades paternales sin desearlas en absoluto, pero iba a intentarlo. Iba a convertirse en su hombre, o si no moriría en el intento.
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