sábado, 26 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 14





Pedro se quedó de pie junto a ella en la puerta del apartamento, a pesar de que ya había metido la llave en la cerradura. Se moría de ganas de volver a besarla, en realidad quería empezar a besarla y no parar jamás.


Probablemente sería mejor no empezar, especialmente ahora que la veía tan vulnerable; estaba muy pálida y tenía los labios enrojecidos por el beso de antes. ¡Y qué beso! Eso había sido una especie de milagro, no un beso cualquiera.


-Necesito volver a verte. Mañana.


Ella parpadeó sorprendida y meneó la cabeza como si estuviera saliendo de un sueño.


-Abril y Marcos…


Aquellas dos palabras eran como un jarro de agua fría.


-Comamos juntos entonces. Porque los niños tendrán que ir al colegio, ¿no?


-Sí, están en la guardería hasta por la tarde, pero tengo que trabajar.


Sabía que estaba insistiendo demasiado para los dos, pero no podía controlarse. Ya se las arreglaría para solucionar el problema de su falsa identidad más tarde, después de haber vuelto a verla.


-Te llevaré la comida a la tienda.


-Pedro


-No digas nada. Solo comer juntos. Sin presiones -prometió sonriente.


-Creo que ya he oído eso en algún sitio.


-Y mira lo que he conseguido: una cena maravillosa con la mujer más bella de la ciudad.


Lo miró anonadada, como si nunca se le hubiera ocurrido pensar que era guapa. En ese momento más que nunca quiso llenar su vida de alegría.


-Está bien, pero solo comer.


Jamás pensó que algo así podría hacerlo sentir tan increíblemente dichoso.


-Genial.


-Entonces te veré mañana. Ahora necesito irme a dormir -dijo justo antes de abrir la puerta y desaparecer.


Pedro metió la llave en la puerta de su apartamento pero, cuando estaba a punto de abrir, se dio cuenta de que no era una buena idea que Paula lo oyera entrar en casa justo después que ella.


Había además otro problema añadido: el sueño. 


Estaba completamente convencido de que sería incapaz de pegar ojo en el estado en el que se encontraba y sabiendo que solo una pared separaba su cama de la de Paula. Llevaba demasiados días imaginándola y el beso no había hecho más que avivar su imaginación hasta límites insospechados.


No, estaba claro que dormir no figuraba en sus planes para las próximas horas, así que lo mejor era volver a la calle hasta que desapareciera de su cabeza la imagen de aquella deliciosa boca llena de deseo. Y eso podría llevar mucho tiempo.





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