domingo, 27 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 15




-Mejora esto, Alfonso -murmuró Paula, mientras escuchaba a Abril y a Marcos cantando V1a gritos una canción de la película que habían ido a ver con Malena la noche anterior. Incluso se unió a ellos golpeando una cuchara de madera contra una cazadora; a lo mejor no era tan funky como lo que hacía su vecino, pero no estaba nada mal para un concierto en la cocina a las siete de la mañana.


El señor Alfonso había llegado tarde la noche anterior, exactamente a la una y media. Paula lo sabía con total seguridad porque a esa hora ella había estado dando vueltas sobre la cama, recordando por vigésima vez el beso que se habían dado Pedro y ella. Al ritmo de la armónica del cretino de su vecino, se había convencido a sí misma que la forma en la que había reaccionado a aquel beso era completamente natural. Después de todo, había pasado mucho tiempo, mucho, mucho tiempo, desde la última vez que la habían besado otros labios que no fueran los siempre pegajosos de los gemelos.


Paula cerró los ojos. «¡Qué excusa tan pobre!» En realidad, sabía perfectamente que no había sido la falta de costumbre lo que había hecho que aquel beso la hubiera derretido hasta los huesos. No, el cielo y la tierra se habían puesto a dar vueltas solo por él, por Pedro Miller. Y eso seguía resultando tan increíble como la noche anterior.


Una cosa era hacer un receso en su decisión de alejarse de los hombres, y otra muy distinta enamorarse como una niña en cuanto alguien la besara. Apenas conocía a ese tipo. Desde luego, la química que surgía con algunas personas era algo apasionante… y aterrador.


-¿Estás bien, mami? -Abril y Marcos la miraban preocupados-. Hemos dejado de cantar hace un buen rato y te has quedado ahí atontada.


Esa era una buena definición de su estado emocional.


-Estaba pensando en las musarañas.


-Yo no veo ninguna araña de esas.


Paula se echó a reír. No podía haber nadie más literal que un niño.


-Tienes razón, cariño. Bueno, os dejo que cantéis la canción una vez más y luego os tomáis el desayuno. 


¿Qué debería hacer con Pedro? A pesar de lo que ella pensara, en realidad no le gustaban los riesgos, y no podía imaginar riesgo mayor que dejar su corazón desprotegido. Tampoco le gustaba andar jugando… Toda esa incertidumbre la estaba volviendo loca. No tenía la menor idea de qué esperaba Pedro de ella, como no sabía qué esperaba ella de él. Quizá un par de besos como el de la noche anterior, pero solo para comprobar que lo que había sentido no habían sido imaginaciones suyas, por supuesto.


Paula frunció el ceño ante su propia mentira y de pronto se acordó de la frase que solía decirle su madre cuando era solo una niña: «la sinceridad siempre es la mejor solución». De acuerdo, si tenía que ser sincera, lo cierto era que no quería solo un par de besos más; quería romance, flores y largos paseos románticos. Quería alguien con quien compartir su vida… quería al guapísimo, fuerte y sexy Pedro. Pero solo si él comprendía que ella formaba parte de un conjunto que también incluía a Abril y a Marcos.


Quizá si se quitara de encima todas sus dudas y lo hablara con él, podría volver a conciliar el sueño. Quizá él pudiera responderle con sinceridad, eso no era mucho pedirle a un hombre, ¿verdad? La canción de los niños fue in crescendo hasta la estrofa final. En cuanto dieron la última nota, se oyó un aplauso que provenía del apartamento de al lado.


-Al menos juega limpio -murmuró Paula esperando que también Pedro Miller fuera capaz de lo mismo.




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