sábado, 26 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 10




Malena se paseaba por el estrecho pasillo de la tienda, los hombros erguidos de forma exagerada para parodiar los andares de las modelos.


--Es increíble, Paula. Me he pasado toda la vida intentando esconder todo esto -dijo señalándose las generosas caderas y el pecho-, y ahora tú has conseguido que me guste enseñarlo -añadió maravillada.


-Eres muy sexy, yo lo único que he hecho es resaltarlo. ¿Te gusta?


-¡Muchísimo! Dani se va a caer de bruces cuando me vea. Quería algo especial para nuestra fiesta, pero esto es lo más elegante que me he puesto en toda mi vida. Es perfecto -se dio la vuelta para mirarse en el espejo de uno de los armarios expuestos en la tienda-. La casa va a estar plagada de banqueros.


-Pensé que yo era la única que ponía a los banqueros a la misma altura que las alimañas -eso era debido a las dos veces que le habían denegado un préstamo para montar su negocio. Habían argumentado que no disponía de la experiencia necesaria, y que además no contaba con ninguna garantía.


Malena sonrió comprensivamente.


-Es que no todos pueden ser tan encantadores como mi Dani. Aun así, Paula, deberías venir; algunos de esos banqueros están solteros. Ya sabes, podrías matar dos pájaros de un tiro -antes de que pudiera contestarle, ella misma rebatió su idea-. Lo sé, lo sé, quieres mantenerte alejada de los hombres. ¿Cómo lo llevas, por cierto?


-Es pan comido -mintió.


-¿Has vuelto a ver al tipo ese tan guapo?


-Pues hoy precisamente.


-¡Cuéntame!


Paula se encogió de hombros intentando no darle mayor importancia al encuentro. No quería que Malena comenzara con sus preguntas de agencia matrimonial y se enterara de que había estado reconsiderando su decisión solo una semana después de tomarla.


-No hay mucho que contar. Nos encontramos por la calle y nos saludamos.


-Es un comienzo -dijo aquella optimista empedernida.


-Entonces debo de tener un tórrido romance con el mensajero porque me saluda todos los días.


Pero Malena no se amilanó.


-Te doy dos semanas, tres como mucho, antes de que empecéis a salir. Acuérdate de mis palabras.


Paula se echó a reír, no sin cierto nerviosismo.


-Vamos, McConnell, déjalo ya y sube a cambiarte al apartamento. Creo que el estilo no es el adecuado para la ocasión.


Cuando Malena salió de allí, ella entró en la trastienda a ver qué estaban haciendo los niños. 


Descorrió la cortina y se encontró con los libros de colorear abiertos sobre la mesa, el suelo lleno de lápices pero ni rastro de los gemelos, por supuesto. Salió corriendo por la puerta trasera de la tienda hasta llegar a su casa.


-Está bien, chicos -dijo nada más abrir la puerta-. Os estáis metiendo en un lío. ¿Abril, Marcos, estáis ahí?


No, parecía que no estaban. Volvió a bajar las escaleras hacia la tienda.


-Esto no es ningún juego -avisó nada más entrar-. ¡Salid de donde estéis inmediatamente! -miró debajo de todos los muebles, se asomó hasta el último rincón- Vamos, chicos, esto no es divertido.


-Estamos aquí -se oyó la vocecilla de Marcos, que provenía de cerca de la puerta de entrada.


-¿Dónde estabais? -preguntó Paula, enfadada mientras caminaba hacia ellos.


A Abril le lanzó una sonrisa angelical, pero el efecto de tal dulzura se vio contrarrestado por los restos de polvo y telarañas que les adornaban el pelo y la ropa.


-Estábamos jugando al escondite, te tocaba a ti encontrarnos.


-No podía tocarme a mí porque yo no sabía que estaba jugando.


-Por eso hemos salido porque te hemos oído decir que esto no era un juego -Marcos se había enganchado la camiseta y tenía la cara aún más sucia que su hermana.


-¿Y de dónde habéis salido, si puede saberse?


Marcos y Abril se rozaron las manos en un gesto de apoyo mutuo. A veces daba la sensación de que podían llegar a mantener verdaderas conversaciones sin decir una palabra. La comunicación entre gemelos era algo apasionante. Estaba claro que ahora se habían puesto de acuerdo en algo.


-De debajo de esas camas -respondió Abril con naturalidad.


Paula le pasó la mano por el pelo a la niña para quitarle las telarañas y cualquier otro ser desagradable que pudiera haberse quedado allí escondido.


-¿Vais a decirme que os habéis puesto así de sucios solo por andar por debajo de esas camas?


-Sí, más vale que limpies antes de que vuelva la tía Celina o se enfadará muchíííísimo -le aconsejó Marcos con la más absoluta desfachatez.


-¿No tenéis la menor intención de contarme la verdad?


Volvieron a recurrir a las miradas inocentes.


-Pero si esa es la verdad, mami.


-Ya, seguro que sí.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario