sábado, 13 de abril de 2019

UN ASUNTO ESCANDALOSO: CAPITULO 14




Unos minutos después, Paula cambió de postura e intentó levantar la cabeza. Estaba atrapada, con la cabeza de Pedro hundida en su pelo. Estaba en un aprieto muy interesante. No podía moverse y el calor de la lámpara le quemaba la cara, y, sin duda, revelaba todos sus defectos. A Pedro, que seguía sin moverse, le latía el corazón a toda velocidad. Paula miró al suelo y vio la ropa y los papeles tirados y el vaso de coñac encima.


Le sopló al oído, pero no obtuvo respuesta, así que repitió la operación. Él parpadeó, giró la cabeza y se humedeció los labios. Poco a poco, fijó la mirada en ella.


—¿Estás bien? —le preguntó Pedro con voz débil.


Paula intentó sonreír. ¡Nunca había estado mejor!


Él se levantó.


—Lo siento, te estoy aplastando.


«Pedro Alfonso avergonzado», pensó ella. 


Sonrió todavía más.


—Jamás imaginé que fueses de los que hacía el amor encima de una mesa.


Él parecía consternado.


—No suelo hacerlo. Lo siento. ¿Te he hecho daño?


—Sólo si consideramos el placer como un dolor.


Ambos se movieron. La sensación fue curiosa, dado que Pedro seguía estando dentro de ella. 


Notó que la miraba de arriba abajo y sintió vergüenza. Él observó sobre todo la joya que llevaba en el ombligo, un triángulo de plata con un cristal de Swarovski en el medio.


—¿Es obra tuya? Es muy bonito —comentó mientras cubría todo su vientre con la mano y luego la subía poco a poco hacia los pechos.


Paula se frotó contra él, proporcionando placer a ambos.


Pedro sonrió y bajó la boca hasta uno de los pezones, que se había endurecido rápidamente, igual que su propio sexo.


—Si me das una segunda oportunidad, intentaré demostrarte que también me gustan las comodidades.


—No tengo nada en contra del hombre de hace unos minutos —contestó ella sonriendo y abrazándolo por el cuello—, pero tampoco me disgusta la idea de disfrutar de alguna comodidad más.



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