sábado, 18 de agosto de 2018

MILAGRO : CAPITULO 4




Paula estaba en el centro de la habitación principal de la casita. Era pequeña, pero «acogedora» habría sido una descripción más exacta, y estaba vacía, excepto por algunas cajas polvorientas que Pedro le aseguró que se llevaría. Se imaginó un mullido sillón y un reposapiés frente a la ventana que daba al huerto, y tal vez un pequeño escritorio en el hueco de debajo de la escalera. Ya habían visto el dormitorio de la planta superior. Había justo el espacio suficiente para una cómoda, una cama de matrimonio, una cuna y un cambiador.


—¿Qué te parece? —preguntó Pedro.


Paula no era impulsiva. Normalmente pensaba bien las cosas antes de tomar decisiones. Incluso escribía listas con puntos a favor y en contra, que analizaba meticulosamente, antes de decidirse.


Pero ese día era uno de nuevos comienzos. No sólo había dejado plantado a su marido, estaba pensando en alquilar una casa. Un hogar para ella y para su bebé.


—Me la quedo —dijo. Sintió que se le quitaba un enorme peso de encima—. Tal vez debería ser impulsiva más a menudo —murmuró para sí.


—¿Disculpa?


—Nada. Pensaba en voz alta. ¿Por cuánto la alquilas?


Pedro se rascó la barbilla y pensó antes de nombrar una cifra que Paula no tendría problema en pagar. No había llegado pobre al matrimonio, y aunque había renunciado a su trabajo seis meses antes de casarse, por petición de Lucas, estaba licenciada en publicidad y tenía experiencia de trabajo en una gran empresa neoyorquina. Si le hacía falta, podía volver a trabajar. Pero de momento quería paz y tranquilidad.


—Con gastos incluidos —dijo Pedro, esperando su respuesta.


Ella miró la habitación, las ventanas y las bellísimas vistas. Sintió que otra capa de tensión desaparecía. La paz que buscaba también estaba incluida en el alquiler.


—¿Cuándo puedo instalarme? —le preguntó.




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