sábado, 16 de junio de 2018

THE GAME SHOW: CAPITULO FINAL




Estaba tan guapo como se temía que estuviera. 


Iba impecable con un traje gris oscuro y una camisa blanca. 


También llevaba una caja blanca de una floristería y un ramo de rosas rojas.


—Hola, Pedro.



Paula se alegró de haberlo dicho de una manera normal a pesar de que el corazón se le salía del pecho.


—Hola.


—Eres muy amable por hacer esto.


—Quería hacerlo.


—Las flores también son un bonito detalle, nunca habían traído flores a esta casa.


—No son sólo para Maca —le dio la caja blanca a la niña—. Éstas son para Macarena, pero las rosas son para ti.


Paula se quedó muda y boquiabierta. Jamás un hombre le había regalado una docena de rosas rojas de tallo largo.


—Una vez me dijiste que las rosas rojas que comprabas representaban la esperanza. Yo espero que puedas perdonarme.


—¿Por qué? —susurró ella mientras escondía la cara entre los fragantes pétalos—. Nunca me lo dijiste.


—Por dudar de ti y por dudar de mí.


Paula sintió un momento de espanto. Era imposible que estuviera pasándole aquello, siempre había un último obstáculo para su felicidad.


—¿Qué me dices de las normas de la empresa contra la relación entre compañeros?


Pedro se acercó a ella con una sonrisa.


—Es posible que Esteban esté dispuesto a cambiarlas.


—¿Y si no lo hace?


—Dejaré el trabajo.


Dejó de sonreír y Paula supo que hablaba en serio.


—¿Dejarías tu trabajo sólo para salir conmigo?


—Podría encontrar otro trabajo, pero tú eres única. Además, no, no dejaría el trabajo para salir contigo.


—Muy bien. Estoy desconcertada.


Pedro sacó algo del bolsillo.


—¡Mi anillo! ¿Cómo lo has conseguido? —a Paula se le empañaron los ojos de lágrimas.


—No ha sido fácil. ¿Sabes cuántas casas de empeño hay en Chicago? —él le enjugó las lágrimas y le agarró la mano—. No sólo quiero darte el anillo, Paula Chaves, pero creo que por el momento será suficiente.


—¡Dios mío! ¿Estás pidiéndome…?



—Torpemente, sí —ella abrió la boca para contestar, pero él se adelantó—. Ya sé que te gusta hacer las cosas a tu manera, pero creo que formamos un buen equipo.


Pedro


—Escucha. En algún momento de las semanas pasadas, me enamoré de ti, pero tardé en reconocerlo y en confiar en mis sentimientos. Te quiero en mi vida para siempre.


Pedro


—Espera que termine. Es posible que Kevin no estuviera hecho para ser padre, pero yo sí. Algún día espero añadir una o dos piedras a este anillo, pero entretanto, no quiero ser «Pedro» para Macarena y Chloe, quiero ser «papá».


—¿Ya puedo hablar?


—Sí, se me han acabado las declaraciones.


—Pues yo tengo una. La había conservado hasta que llegara el momento adecuado y me parece que éste lo es. Te quiero, Pedro.


Pedro la abrazó con todas sus fuerzas. Eran una pareja perfecta.


—Parece que al final los dos somos ganadores —dijo Paula con un suspiro.


—¿Eso quiere decir que Pedro va a vivir aquí? —preguntó Maca, que estaba acompañada por Chloe, que daba palmas.


—No —contestó Pedro—. Eso quiere decir que todas vosotras vais a vivir conmigo.


A Paula le pareció que sabía perfectamente cómo decorar el resto de la enorme casa: con amor.



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