sábado, 16 de junio de 2018

THE GAME SHOW: CAPITULO 33




Pedro no se fue directamente a su casa. Fue a casa de Esteban Danbury dispuesto a ponerle al tanto de la situación antes de que se enterara por otros medios. Además, estaba dispuesto a presentar la dimisión.


Catherine, la mujer de Esteban, abrió la puerta y lo recibió con una sonrisa. Era una mujer muy hermosa y claramente enamorada de su marido. Pedro sabía que ese sentimiento era correspondido y los envidiaba por eso. Hacía poco, él había llegado a pensar que había encontrado algo parecido, aunque no lo hubiese buscado. Sin embargo, Paula había preferido una buena cantidad de dinero a una relación con él.


—Esteban está acunando a Galena. Iré a buscarlo.


—No, por favor, no lo molestes. Ya volveré luego. Además, tendría que haber llamado antes. Perdóname por ser tan grosero.


—No digas tonterías, Pedro —Catherine lo agarró del brazo—. Nos encanta verte.


Catherine lo llevó al salón, le sirvió una bebida y fue a buscar a su marido.


—Pareces preocupado —le dijo Esteban mientras señalaba la copa de Pedro—. Yo también me tomaría una. Si esta noche se parece a la de ayer, no voy a pegar ojo.


Esteban sonrió y Pedro comprendió que se refería a su hija y que, a pesar de todo, era muy gratificante velar por ella. Se acordó de las hijas de Paula y del motivo de su visita.


—Voy a dimitir con efecto inmediato.


Esteban se quedó con la copa a medio camino de los labios y lo miró atónito.


—¿Qué…?


—Perdona por decírtelo tan bruscamente, pero creo que es lo mejor para todos. Naturalmente, me quedaré hasta que encuentres un sustituto. Si quieres, claro.


Esteban dio un buen sorbo de whisky.


—¿Por qué no empiezas por el principio y me dices por qué vas a dimitir? ¿Es por el programa? ¿Es porque os han descalificado? Me fastidia no conseguir esa publicidad gratis, pero no es para tanto.


—No es por eso. No sé si sabrás algo de una demanda…


—Sí, Paula me ha llamado para informarme.


—¿Te ha llamado? —Pedro no podía creérselo—. ¿Cuánto quiere?


—Los abogados no lo han negociado todavía —Esteban dejó a un lado el whisky—. ¿Hay algo que yo no sepa? ¿Por qué ibas a dimitir porque una mujer ha resbalado y se ha roto un brazo en la tienda del centro? ¿Le has puesto la zancadilla?


—¿Resbalarse? —Pedro negó con la cabeza—. No, hablo de una demanda por acoso sexual.


—Ya. Ésa no la conozco. ¿Por qué no me la cuentas?


Pedro terminó la historia después de medio whisky, pero Esteban parecía más escéptico que otra cosa.


—Así que la cámara captó una situación un poco indiscreta.


Pedro no le gustó que planteara así lo que sentía por Paula.


—Lo que hay, había, entre nosotros era algo más que una situación un poco indiscreta.


Esteban arqueó una ceja, pero no comentó nada.


—En cualquier caso, tú te has enterado a través de Lottie que durante una conversación entre Paula y Celina se mencionó la palabra demanda. ¿Vas a dimitir por esa información?


Visto desde ese punto de vista parecía ridículo.


—Ella necesita el dinero.


—Mucha gente necesita dinero, Pedro, pero eso no hace que sean unos canallas.


—Ella reconoció lo de la demanda.


—¿Le preguntaste concretamente si iba a demandarte por acoso sexual?


—No, pero no es tonta, Esteban. Al principio ya me advirtió de que besarla podría acarrearme problemas legales.


Pedro arqueó las dos cejas.


—¿Qué ha pasado exactamente entre los dos?


—Nada irreversible, pero podía haber pasado si…


Pedro sabía que estaba rojo como un tomate, pero Esteban no estaba dispuesto a soltarlo.


—Sigue.


—Las niñas, por ejemplo. Es muy difícil dejarse llevar si no sabes cuándo va a despertarse una.


—Ya sé lo que quieres decir. Aun así, no me parece propio de Paula Chaves. He tenido algunas reuniones y conversaciones telefónicas con ella y me ha parecido una joven honrada, trabajadora, brillante y recta. No creo que quiera conseguir algo que no le corresponda o por medios ilegítimos.


—A mí también me había engañado —reconoció Pedro con amargura.


—Catherine diría que es una cuestión de confianza. ¿Por qué no lo aclaras con ella antes de tirar por tierra tu carrera?


—Voy a conseguir que demanden a Danbury's —Pedro estaba nervioso—. Se trata de eso en definitiva. Una buena cantidad de dinero, mayor que si ella hubiera ganado el concurso.


—¿Estás seguro? ¿Estás completamente seguro de que Paula quiere eso? Yo también di cosas por sentadas con Catherine y estuvieron a punto de costarme lo que más quería.


Eran unas palabras sorprendentes dichas por el hombre al que se le cambiaba el gesto cuando miraba a su mujer.


—Esto es diferente —mantuvo Pedro.


—No tanto. El amor es una cuestión de confianza.


—¿Es tan evidente?


—Tu cara lo deja muy claro.


—Entonces, ¿no vas a dejar que dimita?


—No.


—¿Qué me dices de las normas contra las relaciones entre empleados?


—No las tendré en cuenta —Esteban se encogió de hombros—. Los cónyuges no cuentan.



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