sábado, 16 de junio de 2018

THE GAME SHOW: CAPITULO 35




Había pasado casi una semana y Pedro se mantuvo tan ocupado que no debería haber tenido tiempo de pensar en Paula y sus hijas. 


Sin embargo, pensó en ellas. Todavía no había seguido el consejo de Esteban. Le costaba reconocer que le daba miedo lo que Paula pudiera decirle sobre la demanda. Miró el despacho. Paula también había dejado su huella allí. Había llevado un ficus que había dejado caer algunas hojas como si añorara a su antigua cuidadora. 


Estaba dándole vueltas a la cabeza cuando Lottie lo llamó por el intercomunicador.


—Hay una señorita Chaves que quiere verlo. Dice que es muy importante.


Paula había ido allí… Pedro tomó aliento.


—Dile que pase.


Él quería respuestas e iba a tenerlas. Pedro se quedó de pie para aprovecharse de su altura, pero la persona que entró no era Paula, sino Macarena.


—¡Maca! —Pedro miró el reloj—. ¿Por qué no estás en el colegio?


—Tenía que verte. Es urgente.


Parecía tan seria que a Pedro ni se le ocurrió sonreír. Maca se sentó en una de las butacas que había delante de la mesa. No llegaba al suelo con los pies y se puso la mochila rosa en el regazo.


—¿Sabe tu madre que has venido a verme?


Maca miró al suelo.


—No. Espero estar en casa antes de que pueda preocuparse.


—¿Qué es tan importante que has dejado de ir al colegio para contármelo?


—Bueno, el baile es este fin de semana… Ya sabes, el baile de los padres y las hijas…


Pedro rodeó la mesa, se agachó delante de ella y le tomó la mano.


—¿Creías que me había olvidado?


—No. Yo… ¿te acordabas? —se le iluminó el rostro.


—Claro. Lo había prometido.


—Pero… quiero decir… la otra noche en casa mamá y tú parecíais muy enfadados.


En casa. No había dicho en nuestra casa. Como si Pedro también pudiera llamarla así.


—Yo cumplo mis promesas, Maca —Pedro se levantó para dar por terminada la conversación y llevarla en coche al colegio.


—He decidido no ir.


—¿Has cambiado de idea por tu madre?


—Más o menos. Me ha comprado este vestido nuevo —Maca abrió la mochila.


Pedro no sabía mucho de moda, pero le pareció precioso. Era rosa, con volantes, una cinturilla ancha de satén y unas florecillas que le adornaban el cuello.


—¿No te gusta el vestido?


—Me encanta —afirmó solemnemente Maca—. Nunca había tenido nada tan bonito. Pero sé que ha sido muy caro, aunque le hayan hecho un descuento por trabajar en Danbury's.


Pedro nunca había conocido una empleada más leal. 


Cuando estaba pensando que Esteban tenía razón y él la había juzgado mal, Maca volvió a hablar.


—No tenemos dinero para estas cosas.


—Tu madre pensará otra cosa, si no, no lo habría comprado.


Pedro se imaginó de dónde creía ella que iba a sacar el dinero.


—Ya lo sé, pero ella le dio el anillo a un señor. He oído que le decía a la señora Murphy que ese señor vivía en una casa de empeño o algo así. He decidido que prefiero no ir al baile si mi madre no va a tener el anillo. Es lo único bonito que se ha comprado para ella. Tiene la piedra preciosa de mi mes de nacimiento y del de Chloe.


A Maca le tembló el labio inferior y a Pedro el corazón. Si no se hubiera enamorado de Paula y sus hijas hacía algún tiempo, lo habría hecho en ese instante. Volvió a acordarse de las palabras de Esteban. Había dado por supuesto algunas cosas sobre Paula. Sin embargo, alguien que adoraba el dinero no empeñaría su anillo para que su hija fuera a su primer baile con un vestido bonito. Se había equivocado. Había sido un idiota. Un idiota ciego que había estado a punto de que una traición ya pasada hubiera estado a punto de destrozar su futuro. ¿Sería ya demasiado tarde? 


No permitiría que lo fuera.


—Quédate el vestido y quiero vértelo puesto cuando vaya a recogerte para el baile.


—Pero, Pedro…


—No te preocupes, Maca. Yo me ocuparé del anillo.


Tres cuartos de hora más tarde, dejó a Maca en el colegio.


—Recuérdalo, no digas nada a tu madre. Quiero que sea una sorpresa.




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