sábado, 30 de septiembre de 2017
RUMORES: CAPITULO 7
Tres días más tarde, estaba empaquetando sus pertenencias, o al menos dando instrucciones de cómo hacerlo a su madre.
-Preciosas flores, cariño -comentó su madre al contemplar el largo ramo de rosas amarillas en un jarrón alto.
-Envíalas al ala infantil -dijo Paula con rapidez.
-¿Estás segura?
Paula esbozó una tenue sonrisa. Su madre no iba a encontrar la tarjeta por mucho que mirara porque ya la había roto en mil pedazos y la había tirado a la basura. Solo había un nombre en la tarjeta: Pedro, escrito con letra clara y mano firme.
Paula se había despertado la tarde anterior para encontrarlo de pie al lado de su cama con las rosas en la mano. Debía estar lloviendo fuera, porque su pelo negro estaba mojado y peinado para atrás y su piel cubierta de una fina capa de agua que acentuaba la vitalidad que emanaba.
Paula había clavado la mirada en los duros ángulos de su cara conmovida por la firme línea de su sensual boca antes de clavarla en sus ojos, sus cejas negras y aquellos ojos grises que le producían descargas eléctricas en cuanto se clavaban en ella. Se había sentido asombrada. No había soñado aquel sentimiento; estaba allí. Había pasado de verdad. Se había sentido inquieta, débil y excitada, todo al mismo tiempo.
-Gracias. Son preciosas -dijo con timidez.
Y la timidez no era una emoción a la que estuviera acostumbrada Paula y eso la hacía sentirse extraña. Los agudos ojos de Pedro parecían no perder detalle de su cara.
-Parece peor de lo que es -comentó ella un poco avergonzada.
Sin embargo, por espectacular y doloroso que fuera el moretón que cubría la mayor parte de su cuerpo por el lado izquierdo, no quedarían lesiones. Ella no era presumida, pero quería que la viera en su mejor forma, que con toda modestia era bastante buena en general. En vez de eso, parecía sacada de una película de horror.
-Nunca hubiera creído que te interesara decir eso.
La confusión asomó a la cara de Paula. Todavía tenía el cerebro un poco aturdido. ¿Qué quería decir?
-No te preocupes -se adelantó él- No he venido aquí a discutir eso.
-¿Discutir?
El la silenció con un gesto imperativo de la mano.
-Entiendo por completo tu posición.
Paula cada vez se sentía más confusa.
-Deseaba comprobar por mí mismo cómo te encontrabas. No hay motivos ulteriores, Paula. Espero que lo comprendas.
Paula consiguió mantener la expresión neutral con un gran esfuerzo. Estaba avergonzada. No recordaba con claridad y no sabía lo que había dicho o hecho bajo el efecto de los medicamentos.
-No querría que hubiera malos entendidos.
Paula se aclaró la garganta, que sentía un poco áspera por la anestesia.
-Te lo agradezco.
El estudio casi clínico de su estado se hizo menos impersonal cuando Pedro oyó aquel tono susurrante en su voz. Paula no parpadeó bajo su mirada y fue él el primero que apartó la vista. Ella se alegró. No había hecho nada para sentirse avergonzada, decidió con rebeldía. Enamorarse no era un crimen, incluso cuando el objeto de aquellos sentimientos fuera tan reacio a ellos como lo era Pedro. Pero para sus adentros, pensó que había una enorme diferencia entre ser sincero y brutal. ¿Qué pensaba él?, se preguntó.
¿Qué iba a caer en sus brazos y declararle su pasión eterna? Pero le dolió saber que él no pensaba arriesgarse a escucharlo.
Ni siquiera le había dicho adiós... El sonido de la voz de su madre la devolvió a la realidad.
-Se las llevaré a las enfermeras, ¿te parece? -repitió Bety Chaves con expresión de pesar.
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