sábado, 30 de septiembre de 2017

RUMORES: CAPITULO 10




BUENO, ¿cuál es esa brillante idea tuya, Ana? -preguntó Paula a su hermana, que más que visitarla la invadía últimamente.


-Toma, sujeta a tu ahijado -dijo Ana sacando a uno de sus gemelos del moisés-. Sujétale la cabeza.


«Para ti es muy fácil decirlo», pensó Paula mientras recogía obediente el bulto en sus brazos.


-No soy muy buena con los bebés -murmuró con inseguridad.


La pequeña criatura que tenía en los brazos la miró con placidez.


-Hola, gambita -susurró con suavidad al notar cómo enroscaba la mano alrededor de su dedo-. ¡Qué fuerte está!


Ana esbozó una sonrisa de complacencia.


-Es superior a los demás bebés en todo. Y también Enrique -miró de soslayo al otro bebé dormido-. Hablando del cual, baja la voz. No es tan tranquilo como Jose cuando se despierta.


-Estabas hablando de tu brillante idea...


Paula dirigió una mirada de sospecha a la figura infantil dormida. Enfrentada a un bebé, le entraría el pánico y al mirar la cara feliz de su hermana se preguntó cómo sabría Ana lo que tenía que hacer. ¿Es que se sabía de forma natural? ¿Quizá ella careciera de algunos instintos maternales básicos?, se preguntó.


-He buscado la manera de hacer que mamá y papá embarquen en ese crucero.


-¡Estupendo!


A pesar de la cara de ánimo que había puesto su madre, Paula sabía cuánto habían soñado con aquel viaje.


-Haremos turnos.


-¿Turnos?


-Para asegurarnos de «que la pobre Paula no tiene problemas». Y encargarnos de que esté alimentada y vestida.


Paula pareció dudar.


-A mí no me suena muy práctico. Ya estáis muy ocupados y no es que estés a la vuelta de la esquina.


-Ya lo sé, ya lo sé -dijo Ana con impaciencia-. He decidido delegar.


Paula frunció más el ceño. Sospechaba que no le iba a gustar la idea.


-¿Cómo exactamente?


-Bueno. Yo puedo pasarme cada dos días por la tarde antes de recoger a Nicolas y a Samuel de la guardería y, en los otros días, podrás venirte a casa en taxi, así no estarás sola. Alejo vendrá cada mañana a ver si no te has muerto por al noche y los Wilson están en la granja todo el día, así que si gritas alto, aparecerán en cuanto los necesites...


-No soy una inútil.


Paula tuvo que sonreír ante el entusiasmo de Ana.


-Ya lo sé, pero es a mamá a la que tienes que convencer. Como te estaba diciendo, puedes prometerle que llevarás el móvil contigo a todas partes y Pedro pasará cada dos noches.


-¿Qué?


-Sss. Despertarás a Enrique -la reprochó Ana mirando con rapidez a su hijo-. ¡Querubín! -exclamó con orgullo antes de volver la vista hacia su hermana-. Pedro se ha ofrecido amablemente a pasarse cada dos noches. Le diría a Alejo que lo hiciera. Pero, sinceramente, lo necesito conmigo en este momento.


-Estás loca si crees que Pedro Alfonso va a hacer de niñera.


¡Aquello tenía que ser una pesadilla! Tenía que pensar con rapidez. Si Ana se salía con la suya... Se negó a pensar en las humillantes consecuencias de aquella idea.


No podía contarle a Ana la verdad. Su hermana no conocía el significado de la palabra sutileza y era muy capaz de ir a pedirle explicaciones a Pedro ella misma. Ya estaban bastante difíciles las cosas como estaban, con sus dramáticos cambios de humor que iban desde el optimismo hasta la autocompasión en cuestión de segundos. ¡Si él supiera! 


Paula se estremeció ante la idea.


-De niñera nada. De todas formas -prosiguió Ana con una sonrisa triunfal-, quedó encantado. Bueno, no es que lo dijera, pero al menos no dijo que no. Tiene unos modales encantadores.


-Pues a mí me los oculta muy bien.


-¿No me digas que ya habéis tenido una pelea de enamorados? -dijo Ana con tono de exasperación-. Eso lo explica todo.


-¿Que explica qué? -cortó con dureza Paula-. ¿Qué quieres decir con enamorados? ¿Has estado hablando con Alejo?


-¿Alejo? ¿Quieres decir que lo sabe? -preguntó Ana frunciendo el ceño-. El no me ha dicho ni una sola palabra. ¡Espera a que lo vea! No, solamente sumé dos y dos. Sé que estuviste con Pedro en la boda porque me lo han contado tres personas ya y fue en su foso donde tuviste el accidente. Así que, a menos que ahora te interese la fabricación de coches... pues he sumado dos y dos ya que tú no has querido confiar en mí.


-No hay nada que confiar.


-Solo un cúmulo de coincidencias, ya lo sé. El hecho es que si Pedro se pasa por aquí cada dos noches, mamá irá convencida. La granja está bastante aislada. Después de que le señalé que fue culpa suya que estuvieras metida en este lío...


-¡Ana! ¿No habrás hecho eso?


-Bueno, era su foso en el que te caíste, ¿no? -replicó su hermana con una sonrisa de inocencia que no engañó a Paula ni por un instante-. No pensaba que pusieras objeciones a que te arropara por las noches -comentó con una sonrisa de picardía-. Y te diré una cosa, Paula. Eres una gran mejora para lo que nos llevó a casa el mes pasado.


La atención de Paula se distrajo al instante.


-¿Y quién podría ser? -consiguió decir sin aparentar mucho interés.


Nadie que la viera podría sospechar que estaba mortalmente celosa.


-Creo que es banquera. Nunca había visto a un banquero con esa pinta.


-No seas sexista, Ana.


-No, solo odiosa.


-¿Muy guapa entonces?


«¿Por qué he tenido que preguntarlo? ¿Es que soy masoquista ahora?», pensó Paula irritada.


Ana lanzó un suspiro.


-Demasiado delgada -dijo Ana arrugando la nariz-. Parecía que vivía de sus nervios. Saltaba como un gato cada vez que te acercabas a ella. De cualquier manera, es agua pasada ya, ¿no?


-Por Dios bendito, Ana. No vayas por ahí diciendo que Pedro y yo somos...


-¿Pareja?


-Desde luego que no lo somos -aseguró con firmeza Paula-. Para él no soy más que un bomboncito.


-¿Tú? -Ana lanzó una carcajada-. No seas tonta.


Paula hubiera llorado de frustración por no poder decir toda la verdad.


-En serio.


Ana dejó de sonreír y frunció el ceño.


-¡Será idiota! -exclamó indignada-. Espera hasta que le haya...


-¡No! -interrumpió con fiereza Paula-. No lo harás. Repito, no intervengas, Ana.


Los ojos oscuros de Ana escrutaron la cara de su hermana y lo que vio la hizo ponerse seria.


-¿Te ha hecho infeliz? Es eso entonces. Plan cancelado.


-¡Lo hice!


Las dos hermanas alzaron la cabeza cuando Alejo entró en la habitación. Parecía contento consigo mismo.


-¿Que hiciste qué?


-He convencido a Bety de que se vaya al crucero con la conciencia tranquila. Le he quitado todos los miedos -observó con modesto orgullo-. Aunque el hecho de que Pedro vaya a hacer de perro guardián por las noches ha sido decisivo. La verdad es que la entiendo, porque aquí estás un poco aislada y él está a dos minutos solo en coche. 
¡Deberíais haberle visto la cara! Está tan emocionada que ha empezado a empaquetar con precisión militar.


-¡Oh, Alejo! ¿Cómo has podido? -le reprochó Ana.


-¿Qué quieres decir con cómo he podido? -preguntó su marido con incredulidad-. No me ofrecí yo. Por lo que recuerdo, fuiste tú la que me dijo que debía aprovechar el hecho de que hablo con suavidad.


-Eso era antes -respondió Ana enfadada.


-¿Antes de qué?


-No empecéis los dos ahora -intervino Paula-. Ya está hecho -no pensaba estropear el sueño de sus padres-. Llegaré a algún acuerdo con Pedro. Estoy segura de que comprenderá que no hace falta que venga personalmente cada noche. Lo llamaré si me hace falta -dijo con satisfacción-. O mejor, te llamaré a ti, Ana.


-El piensa que Paula es un bomboncito, Alejo. Creo que deberías...


-Espera un momento -replicó Alejo alarmado al ver la expresión de su esposa-. Ya te he dicho antes, Ana, que no es buena idea interferir en la vida amorosa de tus hermanas.


-Pero Pedro es tu amigo...


-Y me gustaría que siguiera siéndolo.


-¿Podéis dejar de hablar de mí como si no estuviera presente? Soy muy capaz de solucionar mis propios problemas.


-Exacto -dijo Alejo.


Su mujer parecía menos convencida, pero para alivio de Paula no le contradijo. Tendría que confiar en la influencia de Alejo sobre su hermana.



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