sábado, 17 de diciembre de 2016

TE QUIERO: CAPITULO 17





—¿Y bien?

—Más bien «y mal». —La voz masculina sonó compungida al otro lado del teléfono.


—Vaya, Natalia era una de mis mejores opciones —se lamentó Paula, al tiempo que la tachaba de su lista.


—Lo siento, Paula, baby.


—No me llames baby —lo regañó, distraída—. En fin, esta noche te toca salir con Blanca. Te he mandado la ropa que debes ponerte por WhatsApp. Acuérdate de no masticar con la boca abierta.


—Lo recordaré, baby —asintió con docilidad



***


—¿Qué tal anoche? Blanca es encantadora, ¿a que sí? —afirmó Paula llena de entusiasmo.


—Psse…


Aquello la hizo ponerse alerta y sujetó con más fuerza el teléfono contra su oreja.


—¿Qué significa «psse»?


—Pues que, en realidad, no es tan encantadora. Me miró raro cuando pinché un trozo de carne de su plato.


—¡Pedro Alfonso, no puedo creerlo! —exclamó, exasperada—. ¿Acaso no te advertí que Blanca es muy tiquismiquis con el tema de la comida?


—Lo siento, baby, se me olvidó por completo. Aquel trozo de solomillo tenía una pinta estupenda.


—Bueno, bueno, no te preocupes, Pedro—contestó al detectar la nota de desolación en sus palabras —. Es verdad que Blanca es encantadora, pero reconozco que esa forma suya de ser, tan escrupulosa, raya un poco en la paranoia. Al fin y al cabo, lo más seguro es que no hubierais hecho buena pareja.



****


—¿Se puede saber qué le hiciste a Daniela para que saliera corriendo en mitad de la cena? —le espetó, furiosa, al día siguiente.


—¡Te juro que yo no hice nada, Paula, baby!


A pesar de que hablaban por el móvil, Paula casi podía ver la expresión dolida en aquellos impactantes ojos azules; ese hombre era un peligro público.


—Me ha dicho que eras el tío más plomo con el que había tenido la desgracia de cruzarse en su vida.


—No me gusta tu amiga —declaró, muy digno.


—¡Está claro que tú tampoco le gustas a ella! ¿A qué estás jugando, Pedro? Si ya no te interesa buscar novia me lo dices y cancelo las próximas citas. ¡No entiendo por qué me haces perder el tiempo!


—¡Calma, no te pongas así, Paula, baby!


—¡Que no me llames, baby! —gritó, furibunda—. ¡Cuéntame ahora mismo qué fue lo que ocurrió!


—Pues… verás… tu amiga es un poco… cómo lo diría yo…


—¿Inteligente? ¿Triunfadora? ¿Culta? —ofreció Paula, exasperada por completo con sus rodeos.


—Pedante. Tu amiga Daniela es una pedante.


Aunque le hubiera gustado negarlo, se vio obligada a reconocer que algo de razón tenía.


—Bueno, es verdad que a veces puede parecer que lo sabe todo de todo, pero es porque es una persona muy brillante y llena de inquietudes.


—Es una pedante —repitió, obstinado—. Trataba de presumir de su nuevo papel en el equipo económico del gobierno y empezó a hablarme de amortizaciones negativas, acuerdos de compromiso contingente, arrendamientos shogun… cuando iba por las acciones diferidas, empecé a plantearme cómo sería pasar el resto de mi vida al lado de una persona que no paraba de hablar de temas que no me interesaban lo más mínimo y me entraron escalofríos, así que decidí administrarle un poco de su propia medicina. Empecé a hablar de parafinas, naftenos, alquenos y olefinas y, justo cuando empezaba a contarle, en los términos más científicos posibles, el proceso de refinado del petróleo
(en mi modesta opinión la parte más interesante de todo el asunto), se levantó de la mesa de repente, dijo que tenía una jaqueca espantosa y me dejó ahí tirado.


Al escuchar su tono ofendido, Paula no pudo reprimir una carcajada. Reconocía que también a ella Daniela la sacaba de quicio a menudo; era demasiado «guay». En fin, estaba claro que la perfección no existía. Suspiró. Se le estaban acabando las candidatas y tenía la sensación de que Pedro no estaba poniendo nada de su parte. Sin embargo, aún le quedaba una bala de oro en la recámara. 



****


Esa vez, Pedro Alfonso no iba a poder resistirse.



—¡No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo!


—Lo siento mucho, Paula, baby. —El auricular reproducía sin distorsiones su tono contrito.


—¡Alexia es una belleza!


—Tienes toda la razón, baby, una belleza espectacular. Esa melena rubia como el trigo, esos ojos azules como el mar… 
—Esa vez, el matiz de su voz era más bien soñador.


—Sí, sí, y esos labios rojos como el coral —lo interrumpió Paula sin contemplaciones—. Pero, además de ser una de las modelos internacionales más cotizadas del mundo, es una chica inteligente y con sentido común.


—Muy cierto. Hasta el momento en que salimos del restaurante lo estábamos pasando muy bien — reconoció en el acto su desesperante interlocutor.


—¡Entonces, ¿por qué?! —chilló, fuera de sí.


—¿Me estás preguntando por qué me soltó un guantazo sin venir a cuento y se alejó hecha una hiena?


Paula inspiró con fuerza y soltó el aire despacio un par de veces antes de contestar en un tono más suave:
—Sí, Pedro, eso mismo te estoy preguntando.


—No tengo ni idea, aunque quizá…


—¿Quizá?


—Quizá fuera porque no le gustó que le diera un azote en el trasero. Un trasero espectacular, en mi humilde opinión.


—¡¿Que hiciste qué?! —Paula caminaba sin parar arriba y abajo de su habitación, como si pensara que el movimiento la ayudaría a entender mejor lo que le estaba contando aquel descerebrado.


—Sé que no debería haberlo hecho después de lo que me dijiste la última vez, pero la tentación fue tan grande… Si fueras tío me entenderías a la perfección.


—¿Me estás diciendo que te has atrevido a darle un azote en el culo a la misma mujer que no solo es la imagen, sino también la directora de Stop Machismo, la organización feminista más importante de España? —El rostro de Paula era la viva imagen de la incredulidad más absoluta.


—Un impulso irresistible, ¡lo juro!


—¡Se acabó, ¿me oyes?! ¡Se acabó! En dos días es la fiesta, así que ya puedes tratar de conocer a alguien en ella, porque te aseguro que yo me lavo las manos. Alexia era mi arma secreta, mi mejor baza, y tú la has desperdiciado miserablemente.


—¿Entonces se acabaron las citas a ciegas? —preguntó, esperanzado.


—Puedes estar seguro de ello —afirmó, terminante.


Si Paula hubiera podido ver la enorme sonrisa que se dibujó en los labios masculinos, habría gritado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario