sábado, 29 de octubre de 2016
PELIGROSO CASAMIENTO: CAPITULO 10
A las ocho de la mañana del día siguiente, Pedro sacudió la cabeza con pesadumbre. Todavía no podía creer que ella lo hubiera metido en aquello.
-Menos mal que tienes estos prismáticos -dijo Paula Chaves con tono demasiado alegre.
-Yo siempre estoy preparado -respondió él mirándola fijamente.
-Como un boy scout -bromeó la joven sonriéndole.
Era la misma sonrisa que le dedicó la noche anterior cuando apareció tapada sólo con una toalla. Pedro sintió un nudo en la garganta. Maldición. Apartó la mirada, volvió a ponerse los prismáticos y volvió a observar la fachada de la mansión de los Chaves. Aquello era ridículo.
-¿Qué demonios estoy buscando? -le espetó bajando los prismáticos lo suficiente como para mirarla una vez más.
-Confía en mí -respondió ella imitando las palabra que Pedro pronunció el día anterior-. Lo sabrás cuando lo veas.
Había perdido la razón. De eso no había ninguna duda. Si no, no estaría aparcado en una vía de servicio adyacente a la casa de Austin Ballard con el coche camuflado entre árboles y matorrales. Pero ella había insistido en que si iban allí aquella mañana y veía salir a David Crane de la residencia Chaves camino al trabajo, entonces Pedro comprendería por qué no podía acudir a la policía.
Mientras transcurrían los minutos, iba convenciéndose más y más de una cosa: Paula estaba como una cabra. Aunque tenía razón en una cosa: había corroborado con Victoria que David Crane y Paula Chaves habían solicitado una licencia para casarse.
-Ya sale -dijo ella agarrándolo del brazo para que no se le pasara.
Molesto, el detective miró a través de los prismáticos. ¿Qué demonios esperaba ver? David Crane salió de la casa con un maletín en la mano. El hecho de que saliera de la residencia de los Chaves no le aportaba nada a Pedro.
Podía haber pasado por allí para ver cómo estaba el anciano.
Crane bajó los escalones pero vaciló un instante antes de subir al coche y miró hacia la puerta por la que acababa de salir. Pedro siguió la dirección de sus ojos. Una mujer salió y comenzó a descender por los escalones.
Pedro se puso muy tenso cuando la vio acercarse a David Crane. Nada podía haberlo preparado para aquel momento.
No podía creer lo que veían sus ojos.
Los cerró muy fuerte un instante antes de volver a mirar a través de los prismáticos.
La mujer que estaba al lado de Crane era exactamente igual a la que había sentada en el coche al lado de Pedro.
Cuando Crane y la mujer se hubieron metido en el coche, Pedro miró a la joven que tenía al lado.
-¿Quién demonios es?
-A mí no me preguntes -respondió Paula encogiéndose de hombros-. Lo único que puedo decirte es que no es Paula Chaves. Porque esa soy yo.
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