sábado, 29 de octubre de 2016
PELIGROSO CASAMIENTO: CAPITULO 11
-Me ha robado toda mi vida -murmuró Pau mientras miraba la portada del Chicago Tribune un poco más tarde aquella mañana.
Una foto de David y la impostora ocupaba la primera página.
El titular rezaba: La hija del magnate farmacéutico se casa con un pionero de la investigación en una ceremonia privada.
El mundo entero pensaba que la mujer de la portada era Pau pero no lo era.
-¿Por qué querría Crane llegar tan lejos? -quiso saber Alfonso, que había comprado el periódico de regreso a la cabaña-. Tienes que reconocer que resulta difícil de entender.
Seguía sin creerla.
-Te estoy diciendo que mató a Roberto porque sabía que algo no iba bien en el proyecto Kessler. El tío Roberto me lo advirtió antes de morir, y por eso yo también estoy ahora en el punto de mira de David. Si ha asesinado a un hombre a sangre fría, esto le resultará pan comido -aseguró mostrándole a Pedro el periódico.
-De acuerdo. Imaginemos por un momento que hubiera ideado todo este montaje para disimular tu ausencia después de matarte -dijo Pedro dejando el periódico a un lado-. ¿Con qué objeto? Crane ya estaba al frente del proyecto Kessler. Y si esconde algo, ¿de qué se trata? ¿Cuál es exactamente el problema que tiene el proyecto Kessler? -preguntó mientras se servía una segunda taza de café-. Necesitamos algo más que meras sospechas.
Pau se dejó caer en una silla de la cocina y clavó la mirada en su taza, que seguía intacta. Toda aquella situación resultaba absurda. Estaba atrapada en el bosque mientas otra mujer vivía su vida.
-No tengo todas las respuestas. Lo único que puedo pensar es que quiere hacerse con el control de toda la empresa. Sabía que una vez estuviéramos casados yo me haría a un lado porque prefiero la investigación a la dirección. Pero Roberto arruinó ese plan -aseguró encogiéndose de hombros-. No tuvo tiempo de decirme nada concreto respecto al proyecto Kessler antes de morir. Pero me advirtió que algo no iba bien y que David había mentido.
Pau cerró los ojos para tratar de apartar de su mente el horror de su rostro... toda aquella sangre... Las manchas rojas en su vestido de novia... Soltó una carcajada amarga.
-Lo más patético de todo es que seguramente yo habría seguido confiando en David a pesar de las palabras de Roberto... Si no hubiera escuchado con mis propios oídos cómo le ordenaba a aquel hombre que me matara. Así de ciega estaba.
-¿Cómo podemos averiguar cuál es el fallo del proyecto Kessler? -preguntó Alfonso sentándose a la mesa con la taza de café en la mano-. ¿Hay algún modo de acceder a los archivos de Cphar desde fuera?
-Todo está protegido -aseguró ella negando con la cabeza-. No se puede entrar en ellos. Y aunque alguien lo consiguiera, el sistema de seguridad informático es impenetrable.
-Ningún sistema es impenetrable -la desafió Alfonso mirándola con sus ojos oscuros por encima del borde de la taza.
Pau se levantó de la silla y comenzó a andar. No le gustaba que la mirara así, como si tratara de ver dentro de su cabeza.
-Bueno -contestó ella con impaciencia-, ya que aquí no vive ningún pirata informático para ayudarnos por esa vía, tendremos que esperar a la medianoche para entrar por la puerta principal. Tengo que conseguir una prueba irrefutable de que yo soy Paula Chaves.
-Eso es un poco arriesgado, ¿no te parece? -respondió Alfonso dejando la taza sobre la mesa con gesto firme-. Sobre todo para alguien que unas horas atrás ni siquiera quería acercarse al lugar.
-No veo otra solución -contestó Pau tragando saliva para superar el miedo que le atenazaba la garganta-. Es mi única esperanza. Cada minuto que perdemos es tiempo que no pasaré al lado de mi padre. Tenemos que entrar -repitió con rotundidad.
-¿Y qué me dices de Kessler? ¿Él hablará?
-No lo sé -contestó Pau frunciendo el ceño.
La joven se apoyó en la encimera y miró a través de la ventana.
-Conmigo tal vez no. Cuando se fue de Cphar no lo hizo de forma amistosa. Culpa a mi padre de haber permitido que David se hiciera cargo del proyecto. Si sabe algo importante no creo que quiera compartirlo conmigo.
Alfonso se puso de pie y se acercó a ella. Pau no pudo evitar fijarse una vez más en su cuerpo. Trató de no observar con tanto detenimiento el modo en que se movía, pero no podía evitarlo. Lo hacía con gracia y de manera fluida para ser un hombre tan grande.
-Vale la pena intentarlo -dijo entonces el detective deteniéndose a unos pasos de ella e inclinándose sobre la encimera para estar a la altura de sus ojos-. Me sorprendería que Crane, si realmente está detrás de esto, se hubiera dejado ese cabo suelto.
Pau sintió cómo su rostro palidecía. No había pensado en eso. Si David estaba tratando de no dejar cabos sueltos, tal como había hecho con Roberto, entonces Kessler podría ser el siguiente. Tal vez ya estuviera muerto. Era la única prueba que tenía en el exterior. Tenía que llegar hasta él antes de que lo hiciera David.
-Si nos vamos ahora mismo podremos estar en su casa antes de comer -dijo mirando el reloj digital del microondas.
Alfonso le bloqueó la salida cuando intentó moverse.
-Hay otra cosa de la que tenemos que hablar antes -dijo.
Ella alzó la vista para mirarlo. Cielos, qué alto era. Y sus hombros parecían no tener fin.
-No tenemos tiempo para hablar.
-¿Qué me dices de la mujer, Pau? -le preguntó el detective sin moverse-. Me estás pidiendo que crea tu palabra y asuma que tú eres Paula Chaves y la mujer que vi saliendo de la mansión Chaves una impostora. Comprenderás que no es fácil.
Así que aquella era la razón por la que el detective no había sacado el tema cuando dejaron su casa. Había decidido que la impostora era ella y quería esperar a tenerla de nuevo encerrada antes de plantearle la idea.
-Olvídalo, Alfonso -le espetó furiosa-. Iré yo sola a ver a Kessler. No debería haber llamado a la Agencia Colby.
Trató de apartarse de él, pero el detective la agarró con dedos fuertes y firmes.
-No irás a ninguna parte sin mí -dijo con voz pausada-. Si de verdad crees que tu vida corre peligro, entonces no creo que salir sola sea un movimiento inteligente.
Muy a su pesar, Pau tenía que reconocer que estaba en lo cierto. No tenía ni dinero ni medio de transporte. ¿Qué podría hacer ella sola?
-No puedo demostrar quién soy. ¿Qué es lo que quieres de mí? -le preguntó con los ojos vidriosos, luchando contra las ganas de llorar-. Podría contarte toda mi infancia, pero, ¿qué probaría eso? La única persona que puede corroborar mi historia apenas es capaz de comunicarse.
Cielos, cómo deseaba volver a casa. Sentarse al lado de la cama de su padre y ayudarlo a recuperar la salud.
-No estoy diciendo que no te crea. Estoy planteándome este asunto como lo haría la policía. Seguramente Crane habrá considerado la posibilidad de que acudieras a las autoridades. Puede argumentar que eres una antigua empleada resentida que casualmente se parece a su esposa.
Pedro la soltó en aquel momento, como si acabara de darse cuenta de que la tenía sujeta.
-Qué demonios, podría decir incluso que eres una pariente lejana en busca de venganza o que quiere hacerse con la fortuna de los Chaves.
Ella alzó los ojos azules húmedos para mirarlo.
-Piensa -la urgió el detective-. ¿Hay alguna posibilidad de que la conozcas? ¿Podría ser algún familiar?
Pau negó con la cabeza. Se sentía confusa y agotada. Lo único que quería era irse a casa y olvidar todo aquello.
-Nunca la había visto antes. Tiene que tratarse de algún truco. Cirugía plástica o algo así.
-Una cosa más -añadió Pedro con dulzura, una dulzura inusitada que la pilló completamente por sorpresa-. ¿Hay alguna posibilidad de que tu padre tuviera algo que ver con lo que Kessler consideraba equivocado en su proyecto?
-¡No! -respondió ella al instante, ofendida-. Mi padre y yo somos las víctimas aquí. ¿Qué tengo que hacer para que te entre en la cabeza? Si no estás aquí para ayudarme,
¿por qué no me dejas donde me encontraste y dejas de fingir que mis problemas te interesan?
Estaba temblando, y eso le daba más rabia todavía que llorar. No quería parecer débil. Tenía que ser fuerte. Volver a ver a su padre dependía de lo que hiciera en aquel momento.
-De acuerdo -dijo finalmente Pedro-. Por el momento daremos por hecho que todo lo que has dicho es cierto. Ahora tenemos que demostrarlo.
-Tenemos que llegar a Kessler antes de que lo haga David -contestó Pau-. No hay tiempo para discutir.
-Ni yo mismo lo habría dicho más claro.
El detective salió de la cocina. Para preparar las cosas, pensó Pau sacudiendo la cabeza. ¿Habría conseguido empezar a convencerlo? ¿O sencillamente querría dejar de oírla? Seguramente se trataría de la segunda opción.
Una cosa era segura: Sobre ella recaía el peso de conseguir las pruebas.
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