sábado, 13 de agosto de 2016

MI MEJOR HISTORIA: CAPITULO 8





Pedro observaba el establo de la granja desde la ventana de su oficina. Había pasado la mañana trasladando parte del mobiliario de aquella habitación al cuarto del fondo del pasillo, incluyendo una vieja cuna de hierro que había desmontado.


Echó un vistazo a su alrededor. La habitación le gustaba mucho como oficina y esperaba que le fuese bien para trabajar, pero tampoco quería ser demasiado optimista. 


Probablemente lo de la noche anterior había sido tan sólo un golpe de suerte.


Estaba atrapado con su ama de llaves dentro de la casa hasta que amainase la ventisca y no lograba olvidarse completamente de su presencia.


Ella era tan pequeña… y actuaba siempre como si él fuese una especie de ogro, lo cual lo molestaba bastante.


La racha de creatividad de la noche anterior probablemente fuera efímera como una tormenta de verano. Tenía que serlo. Hasta entonces, nunca había sido capaz de escribir cuando había alguien con él. Volvió a prestar atención a la escena que tenía delante.


Su coche estaba completamente cubierto por la nieve. 


Según lo que había dicho la televisión, la ventisca había dejado unos setenta centímetros de nieve, pero en algunos lugares había superado el metro de altura.


Si no recordara el lugar en el que había aparcado, no hubiera sabido dónde estaba su coche y la blanca estampa daba una apariencia mágica al paisaje.


Las previsiones meteorológicas anunciaban otra tormenta más para esa misma noche, así que tendrían aún más nieve.


Él deseó que el interior de la casa fuera tan tranquilo y pacífico como el paisaje. Había comprado la granja como lugar de retiro, para estar solo y poder escribir. Se había imaginado que tendría la casa para él solo, pero ahora se veía compartiéndola con una mujer, un bebé, un gato y un perro.


Lo que le había resultado más sorprendente de todo aquello era que había sido capaz de escribir la noche anterior. A pesar del caos que había dentro de la casa, había escrito dos capítulos que le gustaban. A él nunca le gustaban sus primeros borradores.


El libro en el que estaba trabajando era importante para él, mucho más que los anteriores, que habían sido éxitos de ventas. Su agente y su editora habían intentado aconsejarlo en contra de escribir aquel libro por no ser, en su opinión, lo que sus admiradores querían y esperaban. Pedro pensaba que sus admiradores lo entenderían y, en caso contrario, no estaban obligados a comprarlo.


Sospechaba que ésa era la razón por la que a todo el mundo le resultaba problemático su nuevo proyecto. Su agente y su editora temían que no se vendiera y produjese tanto dinero como sus obras anteriores, pero a él le daba igual lo que pensasen. Era el momento justo para él de escribir esa historia y pensaba terminar el libro. Tenía tantas ganas que hacer un buen trabajo que tal vez él mismo fuera el gran obstáculo a superar para acabarlo.


Apartó sus pensamientos del libro y volvió a la vida real. 


Tenía que asegurarse de que tenían suficiente combustible para el generador, necesario para mantenerlos calientes. Por el aspecto del frigorífico, no tenían que preocuparse por la comida en meses. Su ama de llaves cocinaba casi compulsivamente.


¿Qué iba a hacer con ella? No podía continuar dejándole hacer todo el trabajo. Era demasiado para una sola persona, y más para una persona tan menudita como ella. Se preguntó la edad que tendría. Parecía tener diecisiete años.
¿Cuánto tiempo habría estado casada? ¿Cómo había muerto su marido? Deseaba hacerle muchas preguntas y eso lo sorprendía. Nunca le había gustado meterse en la vida de los demás.


Le diría a Elena que buscara a alguien para que se ocupara de los campos de la propiedad. Paula podría seguir encargándose de la casa y vivir en la casita de piedra.


Se inclinó y escribió una nota para recordarse decirle aquello a Elena cuando hablase con ella. Después escribió otra nota para si mismo.


Ignora a la ama de llaves. No te interesa en absoluto.


Se quedó mirando la nota que él mismo había escrito. 


Después la arrugó y la tiró a la basura. ¿Desde cuándo tenía que recordarse a si mismo algo así?



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