sábado, 16 de julio de 2016
RENDICIÓN: CAPITULO 10
El hecho de que Pedro se hubiera presentado tan inesperadamente debería haberla molestado. Había trastocado por completo los planes que tenía para aquella tarde. Sin embargo, sentía una extraña excitación en su interior. Descubrió que estaba deseando cenar con él y que, de hecho, se alegraba de que él hubiera vuelto.
Se dijo que era simplemente porque así podría contarle todos los detalles de lo que había descubierto. Cuanto antes se lo dijera todo, antes podría marcharse para permitir que su vida regresara a la normalidad.
Media hora más tarde, cuando llegó a la cocina, vio que él no estaba allí. Llevaba todos sus papeles en una carpeta.
Decidió servirse una copa de vino.
Cuando él apareció por fin, Paula ya se había tomado la mitad de la copa que se había servido. Pedro se sirvió un whisky con soda antes de sentarse frente a ella.
–Mi suegra me llamó cuando estaba en una de mis reuniones –dijo sin más.
–¿Y no suele hacerlo?
–Casi nunca. Nos llevamos bien, pero no tanto como para que ella llame tan inesperadamente. Sigue quedando un poso de la manipulación de esa familia, aunque he de reconocer que la madre de Bianca no tuvo mucho que ver.
Dicho eso, tengo que admitir que, durante el tiempo que estuvimos divorciados, fue gracias a Claudia que conseguí ver a mi hija. Puedo contar las veces con los dedos de una mano, porque Claudia jamás fue rival para su hija.
–¿Y qué quería?
–Raquel lleva con ella las últimas cuatro semanas. Más o menos en cuanto terminó el colegio, mi hija decidió que quería irse a ver a su abuela. No conoce mucha gente por aquí y solo un puñado en Londres. Lo malo de un internado, supongo.
Suspiró y se tomó lo que le quedaba del whisky de un trago antes de dejar el vaso vacío sobre la mesa
–Sí. Debe de ser muy difícil.
–Sea como sea, la razón de esa llamada parece ser que mi hija se niega a regresar al Reino Unido. También se niega a hablar conmigo por teléfono. Se ha plantado y ha decidido quedarse con Claudia y, siendo como es Claudia, ella carece de la fuerza suficiente para oponerse a mi hija.
–Vaya…
Pedro se puso en pie y le indicó que deberían empezar a preparar algo para cenar. Necesitaba moverse a pesar de que agradeciera profundamente que Paula estuviera en la casa.
Como si supiera que él retomaría el tema cuando lo deseara, Paula comenzó a preparar la cena. Ya había preparado con anterioridad todos los ingredientes que necesitaba sobre la encimera, por lo que comenzó a picar los champiñones, los tomates, las cebollas y el ajo.
Por una vez, el silencio de Pedro no la intranquilizó.
Comenzó a charlar con facilidad. Le habló de su falta de experiencia en la cocina, pero le explicó que lo poco que sabía lo había aprendido de sus hermanos. Poco a poco, sintió que él se relajaba a pesar de no estar mirándolo y de que él no dijera nada.
La escena resultaba muy relajante. Pedro observaba cómo ella preparaba la salsa. No se sintió atrapado al pensar en una mujer cocinando. Iba recogiendo lo que ella manchaba.
Era la imagen doméstica que siempre había tratado de evitar.
Por fin, se sentaron a cenar en la mesa de la cocina.
–Cuando dices que Raquel se ha plantado y que no quiere regresar al Reino Unido, ¿crees que es para siempre o tan solo para lo que queda de las vacaciones de verano?
–Estoy diciendo que ha decidido que odia este país y que no quiere regresar.
–¿Y tu suegra no puede convencerla de lo contrario?
–Claudia ha sido siempre la más débil de la familia. Entre su dominante marido y Bianca, se vio envuelta en lo que los dos montaron y, ahora, en esta situación, seguramente se siente atrapada entre no querer hacer daño ni ofender a su única nieta y el hecho de tomar el camino más cómodo.
–¿Y qué vas a hacer al respecto?
–Bueno, Raquel no se puede quedar allí. Podría haber esperado hasta mañana para regresar y decírtelo, pero…
–¿Pero?
Paula apoyó la barbilla sobre la mano y lo miró. Pedro ya había terminado de cenar. Aún no habían encendido las luces de la cocina. Al empezar a cenar, aún había luz natural suficiente, pero el sol ya se había puesto y había inundado la cocina de penumbra.
–Tengo que pedirte un favor.
–¿De qué se trata? –preguntó Paula con cierta cautela. Se levantó para empezar a recoger la mesa, pero él le agarró la muñeca con la mano.
–Siéntate. Ya recogeremos más tarde o ya lo hará Violet por la mañana. Tengo que pedirte algo y voy a necesitar que me prestes mucha atención cuando lo haga.
Paula se sentó de nuevo. El corazón le latía alocadamente.
–Quiero que me acompañes a Italia. Sé que te estoy pidiendo demasiado, pero mi temor es que, Raquel se niegue a escuchar una palabra de lo que yo le diga y tenga que arrastrarla a la fuerza hasta el avión.
–Pero si yo ni siquiera conozco a tu hija, Pedro.
–Si no puedo persuadir a mi hija para que regrese conmigo, esto significará el final de cualquier posibilidad que yo pueda tener de establecer una relación con ella…
Pedro se frotó los ojos y luego se reclinó sobre el respaldo de la silla para mirar al techo. Paula lo sintió mucho por él.
–Hay algo que tienes que ver –le dijo. Se levantó y se fue a buscar la carpeta que había bajado con todos los papeles. Le enseñaría todo lo que había ido recopilando y, después, tendría que ser él quien decidiera lo que hacer al respecto.
–¿Has encontrado algo? –le preguntó él. De repente estaba muy alerta.
Se incorporó y acercó la silla hacia ella mientras Paula comenzaba a alisar los papeles que había encontrado y las páginas que había impreso durante los días que llevaba en la casa.
–He ido recopilando todo esto y, bueno, ya te dije que no creía que estoy tuviera nada que ver con tu esposa…
–Exesposa.
–Exesposa. Bien, pues tenía razón. Conseguí rastrear al remitente. Se tomó bastantes molestias y utilizó bastantes cafés diferentes para cubrirse, pero los cafés, como te dije, estaban todos muy cerca del colegio de tu hija. Tardé más de lo que esperaba, pero por fin identifiqué el que utilizaba más frecuentemente. Sin embargo, lo más importante es que en uno de los correos que mandó al principio, y que tú no identificaste como suyo, utilizó su propio ordenador. Me resultó algo más difícil de lo que había pensado, pero he conseguido la identidad de esa persona.
–¿Sabes quién es?
–Habría sido más difícil si no hubiera descubierto esos primeros correos cuando, evidentemente, se estaba limitando a tantear el terreno. Eran bastante inocuos, por lo que probablemente pensó que se habían borrado. Supongo que no se imaginó que existirían todavía –dijo ella. Le entregó todos los correos impresos a Pedro y observó cómo él los iba leyendo uno a uno. Paula había destacado frases importantes o ciertas maneras de decir las cosas que indicaban que los había escrito la misma persona..
–Eres la mejor.
Paula se sonrojó de placer.
–Me he limitado a hacer el trabajo para el que me has contratado.
–Bien. Explícame.
Paula hizo lo que él le había pedido y observó cómo la expresión del rostro de Pedro se volvía más taciturna.
–Bueno, ahora ya lo sabes todo –concluyó ella–. Lo preparé todo para poder dártelo mañana cuando regresaras. Iba a decirte que ya no me queda nada por hacer.
–Sigo queriendo que vengas conmigo a Italia.
–No puedo…
–Has solucionado este asunto, pero sigo teniendo el problema de mi hija. Traerla aquí teniendo esta información va a ser aún más difícil.
Aquello era algo que Paula no había tenido en cuenta cuando había preparado su plan para presentarle lo que había descubierto y marcharse mientras que el sentido común y su propio instinto de autoprotección seguían intactos.
–Sí, pero la situación es la misma. Ella va a mostrarse… No me lo imagino siguiera, pero ciertamente no se mostrará cálida y encantada de ver a la persona que ha sacado todo esto a la luz.
–Pero tú no tienes nada en contra de ella..
De repente, a Pedro le parecía muy importante que ella lo acompañara. Ciertamente, era consciente de que la necesitaba y no podía entender cuándo ni cómo había ocurrido eso.
–También tengo mi trabajo, Pedro.
–De eso me puedo encargar yo.
–¿Que te puedes encargar tú? ¿Qué quieres decir con eso?
–Acabo de concluir la venta de una serie de boutiques en hoteles de lujo por toda Italia. A eso se debió mi viaje a Londres. Tenía que rematar unos flecos con mis abogados.
–Qué emocionante… –dijo ella por cortesía.
–Más de lo que imaginas. Es la primera vez que me ocuparé de este tipo de negocio y, por supuesto, querré que se me diseñe un sitio web espectacular.
–Para eso ya tienes tu gente.
–En estos momentos están muy ocupados. Tendría que contratar a alguien de fuera para que se ocupara de este tipo de trabajo. No solo supondría mucho dinero para la empresa que tuviera la suerte de conseguir el contrato, sino que se vería seguido de muchos otros contratos.
–¿Me estás presionando?
–Prefiero decir que te estoy persuadiendo.
–No me lo puedo creer.
–Normalmente siempre consigo lo que quiero. Y, en estos momentos, lo que quiero es que vengas conmigo a Italia. Estoy seguro de que cuando le explique a tu jefe el tamaño y la escala del contrato, además del hecho de que sería muy útil que me acompañaras a Italia para que puedas captar el ambiente y saber bien cómo enfocar el proyecto…
Antes de terminar la frase, se encogió de hombros. El mensaje estaba claro. Paula se sintió completamente atrapada.
Naturalmente, podría rechazar la oferta, pero su jefe se enfadaría con ella. La empresa era boyante, pero, dada la situación económica mundial, convenía asegurarse 45
clientes para evitar los posibles efectos nefastos en el futuro.
–Además, si te preocupa tu sueldo –añadió él–, puedes estar tranquila. Se te pagará exactamente el mismo dinero por día que has estado cobrando ahora por el trabajo que tan exitosamente has finalizado.
–No me preocupa el dinero.
–¿Por qué no quieres venir? Serán unas vacaciones.
–No me necesitas.
–No tienes ni idea de lo que necesito o de lo que no necesito.
–Podrías cambiar de opinión cuando veas qué más tengo que enseñarte…
Sacó los papeles que había encontrado de la carpeta y se los entregó. Entonces, observó atentamente la reacción de Pedro. Como el momento le parecía demasiado íntimo, decidió que era mejor preparar un poco de café.
Se preguntó qué estaría pensando Pedro al ver la colección de papeles y artículos que había encontrado en la habitación de Raquel. La muchacha llevaba años coleccionando cosas sobre su padre. Incluso fotografías, que debía de haber sacado de algún álbum. Fotos de él de joven.
Cuando terminó de preparar el café, le entregó una taza y volvió a sentarse frente a él.
–Has encontrado todo esto… –susurró Pedro. No podía mirarla a los ojos.
–Sí… Como verás, tu hija no es tan diferente de ti como tú creías. Tener la conversación que debes con ella podría no resultarte tan difícil como imaginas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario