sábado, 9 de enero de 2016

MISTERIO: CAPITULO 19





A medida que pasaban las semanas, el trabajo era lo único que me llenaba. Exigí jornadas largas, y me pasaba la mayoría del día en el hospital. Hecho que me había ayudado mucho con respecto a mi debilidad por la bebida. Por lo menos en ese aspecto había avanzado, ya no necesitaba del alcohol para evadirme, irónicamente lo había cambiado por el trabajo que era mucho más sano.


El tema entre Pedro y yo quedó en el aire, no deseaba enfrentarme a su realidad, cada uno de nosotros tenía un closet lleno de esqueletos que nos esforzamos por evitar.


También me puse en contacto con el detective David Rodríguez. Saldé mi cuenta con él y le deje claro que no debía continuar con la investigación. Para mí ese tema estaba cerrado. No tenía sentido continuar cuando para mí todas esas dudas se habían aclarado.


Oscar había vuelto a llamarme, quería que le diera una oportunidad. Aunque sabía que me amaba y respetaba, hacerlo sería cometer un error. Me engañaría de la peor manera. Reanudar lo que habíamos dejado sería como querer tapar el sol con un dedo, convirtiéndome en una farsante, por no querer enfrentar la realidad.


Mi corazón le pertenecía a una persona, me había tomado tiempo admitirlo. Mi orgullo tuvo algo que ver, pero la verdad era que siempre había sido de él. De Pedro.


El móvil vibró, lo llevaba en el bolsillo del pantalón. Lo saqué y sonreí al ver en la pantalla el número de Alicia.


—Hola, Aly —traté de parecer animosa.


—A mí no me engañas amiga, te veo triste aunque trates de aparentar lo contrario —suspiré—Tenemos que hablar Paula, te necesito. —Me extrañó el tono de su voz, la escuché algo contrariada.


—¿Está todo bien con las gemelas? —Ella suspiró.


—Si amiga, las niñas están bien, soy yo la del problema. —Eso me preocupó, ¿sería por mi padre? ¿Qué habría pasado?


—En lo que salga del hospital me voy directo a tu casa, ¿te parece?


—Mejor nos vemos en tu departamento, voy a dejar a la vecinita mirándolas, necesito privacidad. —«¡Oh no!, esto no pinta bien».


—Perfecto, te mando un texto cuando este de camino. —Justo al finalizar la comunicación, una de las enfermeras me llamó. Debía atender a un paciente.


En mi descanso a mitad de jornada, me animé a ir al consultorio de mi padre para saludarlo. Quería ver si podía averiguar algo, Alicia me había dejado preocupada.


Entré en el despacho y le pedí a su secretaria que me anunciara. Mientras esperaba aproveché para enviarle a un mensaje a Pedro y avisarle de mi ubicación, en caso de que me necesitara por alguna urgencia.


Paula: Estoy en el consultorio de mi padre, por si me necesitan.


Pedro: Gracias por avisar. Está flojo, no te preocupes. Tómate tu tiempo.



La chica me hizo señas cuando estuvo desocupado.


—Ya puede pasar doctora Chaves.


Papá abrió la puerta y Linda Sullivan salió de su oficina con una gran sonrisa dibujada en el rostro, me saludó con un movimiento de cabeza y siguió de largo. Una rabia me invadió, fruncí el ceño y lo vi con los ojos entrecerrados en lo que paso por su lado.


—¿Se puede saber qué hace esa mujer aquí papá? —Me dejo caer sobre un diván que se encontraba junto a una estantería llena de libros.


—¿Se puede saber cuál es el motivo de tu enojo? —Resoplé con fastidio.


—Ella es el motivo de mi enojo. Esa una zorra barata, no la soporto. —Subí la voz más de lo normal. Mi padre puso mala cara.


—No me gusta que hables de esa manera, no la conoces. —Se sentó detrás de su escritorio.


—¿Tu si la conoces, papá?


—Hay muchas cosas que no sabes, Paula. —Juntó las manos y las colocó sobre el escritorio—Ya me entere del incidente en la oficina de Pedro —Yo abrí los ojos como platos, «¿y todavía la defendía?, ¡Arg!, la detesto»—Y no me mires con esa cara, tengo que contarte para que me puedas entender.


—¡¿Entender?! No papá gracias, no tengo nada que entender. Lo vi con mis propios ojos, no quiero hablar de eso y menos contigo. —Me levanté y caminé hasta el escritorio con postura enfadada.


—Eres una malcriada, ya me lo han dicho. Te vas a sentar, y me vas a escuchar como lo que eres, una mujer adulta. —Se puso de pie y apuntó la silla con el dedo. Yo parpadeé algo sorprendida por su reacción, pero preferí obedecerle y no continuar con la discusión.


—Lo siento papá, no debí hablarte de esa manera, pero es que Linda no me agrada. —Papá habitualmente era un pan, pero cuando sacaba su carácter había que temerle.


—Se lo molesta que estas, y déjame decirte que te entiendo. Pedro me ha pedido ayuda para que interceda por él, y voy a dejar claro, Paula, que lo que voy a contarte no lo hago por él, lo hago por ti —alegó con seriedad, posando su mirada en mí—Años atrás cuando él apareció en nuestras vidas, surgió un brillo especial en tus ojos, que se apagó el día en que desapareció. —Me incorporé para agregar algo, pero me mandó a callar con la mano—No me interrumpas por favor. —Se aclaró la garganta y siguió—Siempre supe que te gustaba de joven, al principio pensé que era un capricho de adolescente, pero cuando se marchó, el brillo de tus ojos se apagó. Te costó un buen tiempo recuperarte y enfocarte en tu carrera. Ahora, Pedro ha vuelto a nuestras vidas, esta vez sus planes son de quedarse, mejorar como persona, quiere ser digno de ti. —«¿Qué significaba eso? ¿Digno de mí?»—Espera a que termine —advirtió, al verme abrir la boca para decir algo—Todos cometemos errores o hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos, no somos perfectos, nadie lo es hija. Te pido que lo oigas, no lo juzgues sin saber, no seas tan dura. Prométeme que lo vas a pensar. —Exhalé con fuerza, tenía que tragarme mi orgullo y darle una oportunidad.


¿Qué era lo peor que podía pasar? Quizás después de todo, papá tuviera razón».


—Te lo prometo —rodeé el escritorio y lo abracé—Gracias papá que haría sin ti.


—No me gusta verte triste, y me doy cuenta que cuando están juntos eres muy feliz. No te lo niegues, no seas tan prejuiciosa. —Asiento, papá me limpia las lágrimas, soy una llorona sentimental, no lo podía evitar —Bueno ya aclarado este asunto, me lleva al siguiente. Con respecto a Linda Sullivan, ella es la fundadora de una casa Club para intercambios de pareja en la que participan muchos de los médicos que trabajan en este hospital y bueno alguna vez lo visité por pura curiosidad. Quédate tranquila, ella no anda detrás de Pedro —Papá dio el tema por zanjado. Yo no salía de mi asombro mientras lo miraba estupefacta—Y cambiando el tema, ¿qué te trae por aquí?—Decido no darle
importancia a lo último que dijo y continuar con lo que me había traído a su despacho.


—Papá, ¿qué pasa con Alicia? —Nos separamos y me miró resignado.


—Le pedí que se casara conmigo. —Mi sorpresa fue tal que tuve que sentarme de nuevo. «¿Había oído bien?, no lo podía creer».


—¿No te parece que es muy rápido?, tienen menos de un mes saliendo. —Lo miré sorprendida, «con razón mi amiga quería hablar conmigo debía estar aterrada».


—Eso mismo dijo ella, quizás las dos tengan razón. Pero hija, estoy enamorado de las tres como un chiquillo y no las quiero perder. —Le sonreí porque sabía muy bien que él ya había tomado esa decisión. Papá al fin había encontrado a la mujer que amaba y me alegraba saber que era Aly. Ojalá ella estuviera igual de enamorada.


—Esta tarde la veo, te confieso que me gusta la pareja que hacen, parecen tal para cual.


Nos despedimos, él debía atender su siguiente consulta. 


Bajé a la emergencia recordando nuestra conversación, quizás tenía razón, y escuchar lo que Pedro quería decirme fuera una buena idea. Con ese pensamiento el día pasó tan rápido que no me había dado cuenta. Terminaba de rellenar unas historias médicas cuando él me mandó a llamar a su oficina. Enseguida fui y al llegar, toqué la puerta con suavidad y asomé la cabeza.


—Pasa —dijo tranquilo, se veía tan atractivo como siempre. 


La barba incipiente que se había dejado le quedaba muy bien.





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