sábado, 9 de enero de 2016

MISTERIO: CAPITULO 20




—Tú dirás. —Pasé al interior, pero dejando la puerta abierta


—Estaba a punto de irme.


—Emma te manda esto, me dijo que te la entregara personalmente. —Era una tarjeta, la tomé mirando mi nombre plasmado en color púrpura. Una invitación para su fiesta de cumpleaños.


—Gracias, dile que cuente conmigo, allí estaré. ¿Eso es todo, doctor Alfonso? —Él me sonrió, podía intuir que quería decirme algo más, pero no lo hizo.


—Es todo doctora Chaves, puede retirarse. —Asentí y le regalé una sonrisa antes de desaparecer.


Cuando me hallaba a pocas cuadras de distancia del edificio, le mandé un mensaje de texto a mi amiga.


Paula: A punto de llegar, te veo en la puerta de mi departamento en cinco minutos.


Alicia: Perfecto, voy por la vecinita.


Después del de ella, otro mensaje de texto entró. Lo miré rápido porque creía que era de mi amiga.


Pedro: Gracias por aceptar la invitación de Emma, todavía estoy esperando que aceptes la mía.


Paula: Pronto.


Pedro: Tic… Toc… no seas tan dura conmigo.


Paula: Tic… Toc… pronto.


Una sonrisa genuina se instaló en mi rostro, tan solo había sido un mensaje de texto, pero para mí lo que realmente importaba era que Pedro seguía mostrando interés por mí.


Me bajé del taxi y subí al departamento, Alicia me esperaba con una sonrisa marcada en los labios. Nos saludamos con un abrazo.


—Cuéntame todo, desahógate. —Entramos en la casa y corrimos a mi habitación, echándonos sobre la cama entre risas.


—Estoy feliz, nerviosa y asustada, Paula, tu papá me pidió matrimonio. —Ahora su sonrisa era permanente.


—¿Lo amas, amiga? —La tomé de las manos. Aly asintió, no podía hablar, estaba sollozando de alegría—¿Le contestaste? —Negó con la mano.


—Lo siento. —Trató de calmarse—Lo amo como nunca había amado a nadie. Roberto es un hombre maravilloso. —Se tapó la cara y siguió llorando.


—Cálmate Aly. Entonces, ¿cuál es el problema? —Ella tomó una bocanada de aire y poco a poco lo soltó.


—Todo es tan rápido, Paula. Tengo miedo a que se arrepienta, es mucho de repente: las gemelas, yo, mi trabajo, su trabajo. No sé, temo a que fracasemos. —Yo sonreí y le aparté un mechón de pelo que le caía sobre uno de los ojos.


—Papá las adora a las tres, no tengas miedo. Mi padre se ha enamorado de ti, los dos se merecen y yo estoy feliz por ustedes. —Nos volvimos a abrazar.


—¿De verdad crees que funcionemos?


—Sí, tonta. Ya verás que todo va a salir bien, no seas tan dura contigo misma. Eso sí amiga, prepárate, porque él se va a encargar de consentir a las chicas. —Ella me miró con timidez.


—Ya lo hace Paula, cada vez que lo encuentro coloreando con ellas o leyéndoles un libro mi corazón se llena tanto. ¡Oh, por Dios!, creo que voy a volver a llorar. —La ayudé a pararse de la cama—Le dije que me diera unos días, que le daría respuesta para la nochebuena.


—Amiga, eso suena tan romántico, pero espera, ¿eso es mañana? —Aly asintió y en medio de risas, la llevé hacia el baño—Vamos, arréglate, papá va a llegar en cualquier momento. ¿Quieres algo de tomar? —La vi desde el marco de la puerta mientras ella abría la llave del agua del lavamanos.


—Sí, un café. Gracias, Paula, gracias por escucharme. —Le froté la espalda con cariño antes de dejarla para que se retocara el maquillaje y me fui a la cocina.


Una hora más tarde papá entró en a la cocina y nos consiguió charlando alegremente.


—Hola, hola. ¿Cómo están las mujeres más bellas de todo Manhattan? —Se acercó a Alicia y le dio un beso sobre los labios. La escena fue tan tierna que sonreí sin querer.


—Hey, hey, les recuerdo que no están solos —bromeé—Los dejo, me voy a duchar.


—No tan rápido, ¿les provoca comida china? —propuso mi padre a las dos con atención—¿Y las gemelas?


—Con la vecinita —respondió Alicia—Las iré a buscar —completó pero mi padre la detuvo y le dedicó una mirada que me inquietó. Creo que necesitaban privacidad.


—La comida china me parece genial, mejor voy a prepararme para la cena. —Me levanté y traté de escapar.


—Espera Paula —pidió mi padre—Te recuerdo que los abuelos llegan mañana, por la cena de nochebuena —Había olvidado que ellos vendrían. El trabajo en el hospital me había absorbido todos esos días.


—Aly, vas a conocer a los abuelos, prepárate… —Le guiñé un ojo—Gracias por recordarme papá, tengo muchas ganas de verlos.


—Otra cosa, Paula. Cenaremos aquí en el departamento, la abuela quiere cocinar, pero Pedro y Emma también vienen, los invité —me confesó con una sonrisa pícara. No pude evitar abrazarlo. Papá me conocía demasiado bien.


Desaparecí y los dejé hablando de manera confidencial sobre las gemelas, la cena y quien sabía cuántas cosas más. Los dos se veían tan bien juntos y tan enamorados que parecían sacados de una novela rosa.







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