sábado, 5 de septiembre de 2015

ATADOS: CAPITULO 23




Paula entró en el despacho de Pedro con el móvil en la mano. No esperó a sentarse.


—Este fin de semana mi madre quedó para jugar a las cartas con mis tías. Y las consecuencias han sido desastrosas.


Levantó la vista de los papeles y la miró subyugado. Hacía apenas unas horas que se habían separado después de un fin de semana memorable y la veía más hermosa que nunca. 


Si eso no era amor no sabía qué más podía ser. De buen humor le siguió el juego.


—¿No irás a decirme que se ha jugado tu herencia a una partida al cinquillo y lo ha perdido todo?


Paula no pudo evitar reír.


—Graciosillo. Tú solo escucha.


Marcó el número del buzón de voz.


«Tiene cinco mensajes.»


«Habla por el agujero, cariño —era la voz de su hermana. Después llegó la voz cantarina de su sobrina—. La tía tiene novio, la tía tiene novio… Bieeeeeeen.»


Piiiiiiii.


«Paula, soy Clara. Corre un rumor terrible sobre ti —había jocosidad en su voz—. ¡¡Dicen que te estás tirando a alguien!! Yo que tú lo desmentiría, no sea que alguien piense que tienes sentimientos… Llámame, perri, que lo quiero saber todo.»


Piiiiiiii.


«¿Cómo es posible que las madres se enteren antes que las primas de tu vida personal? —era su prima mayor—. Muy mal, Paula. Ahora tendremos que quedar sin ti a tomar café para criticarte. Si es que de donde no hay…»


Piiiiiiii.


«Bueno, bueno. ¡¡¡¡Tu prima pequeña también lo sabe!!!! ¿Es alguien conocido? Estoy pensando en hacer una lista de apuestas.»


Piiiiiiii.


«Paula, soy Belén, llámame ya. Por favor, por favor, por favor, llámame a mí antes que a las demás que estoy embarazada de ocho meses y muy aburrida. Gracias.»


Pedro le costaba contener la risa.


—No te atrevas a reírte. Esto es serio.


Trató de mostrarse solemne.


—Ya veo, cariño. Es terrible. Tus primas se preocupan por ti. Si es que estas Chaves…


Le miró desdeñosa.


—Mis primas son unas cotillas de primera. No lo entiendes…


—Paula, tengo cuatro hermanas. Lo entiendo perfectamente.


—Pero las Alfonso son discretas…


—Eso es cierto. Pero reconoce que tu clan es muy ingenioso. Tú harías lo mismo si alguna de ellas… Espera, ¡eres la única sin pareja! Ahora sí te compadezco…


No pudo evitar una sonrisa. Solo él la haría reírse en una situación como aquella. Si eso no era amor no sabía qué más podía ser.


—Ya te veo; muy compungido, por cierto. Pero quizá les diga que eres tú solo para que te martiricen y me dejen espacio.


El comentario los dejó paralizados a los dos. Paula porque supo que a él no le gustaba el hermetismo de su relación; Pedro porque no quería bromas al respecto.


—Ya. Bueno. ¿Trabajamos un rato?


Se sentó frente a él y comenzaron a revisar cifras. El buen ambiente se marchitó. Y ella supo que no fue solo porque estaban trabajando.


Pasaron tres horas antes de parar a almorzar. Durante el café, Pedro le habló de un nuevo restaurante que abrían un par de amigos de su pandilla.


—Lo inauguran el viernes. ¿Te apetece ir?


—No sé, en las inauguraciones hay un montón de gente…


—Dios no quiera que nos vean. Entiendo. —Su enfado era evidente.


No quería enfadarle. No después del fin de semana que habían pasado. No cuando quería ir. No cuando…


—No, espera. No es eso. —Le sonrió, indecisa—. Es porque cuando hay mucha gente la comida no es buena, y ya sabes que yo me tomo la comida muy en serio.


Era un eufemismo. Era una tragona de primera. A él no le hizo gracia.


—Ya; vale. Otra vez será.


Pero no, no valía, él estaba enfadado. Paula hubo de ceder.


Quiso ceder.


—De acuerdo, llama a tus colegas y reserva mesa. Pero como me quede con hambre…


Sonrió, contento.


Y pasó el resto de la semana ilusionado. Por fin podría presentar a su chica a sus amigos. Se moría por presumir ante ellos de la mujer de sus sueños.











1 comentario: