sábado, 9 de mayo de 2015
EXOTICA COMPAÑIA: CAPITULO 10
El trueno retumbó sobre la cabeza de Paula mientras conducía por el camino de grava de regresó al rancho.
Después de podar cinco acres de arbustos y maleza, se había puesto su traje de trabajo he ido a la ciudad a reabastecerse de platos precocinados. Aún le quedaba trasladar al oeste las jaulas de los felinos. Si no lo hacía deprisa, se quedaría empantanada en el barro y se vería obligada a pedirle a su vecino que la sacara.
Aunque supuso que ya no movería ni un dedo para ayudarla.
Lo sucedido la noche anterior había cerrado las posibilidades de alcanzar una amistad civilizada con Pedro. A pesar de eso, Pau había pasado por su rancho para disculparse por despedirlo de forma tan ruda y cerciorarse de que no había sufrido ninguna lesión seria en su caída. Pero no lo había encontrado en casa para que pudiera escuchar las disculpas educadas que había ensayado.
El trueno volvió a retumbar y unas gotas enormes de lluvia rompieron contra el parabrisas. Aceleró con la esperanza de adelantarse a la tormenta y poder alimentar a los animales antes de que se pusiera a diluviar.
A menos de un kilómetro para llegar reventó una rueda trasera. Se desvió al arcén.
—Estupendo, estupendo —musitó, luego contempló su traje azul y los zapatos y medias a juego—. ¿Qué posibilidades tendré de cambiarla sin estropearme la ropa?
Bajó maldiciendo su mala suerte y abrió el maletero. Unas gotas gruesas impactaron en su espalda y caderas al inclinarse para buscar el gato y la rueda de repuesto.
Cuando consiguió sacar la rueda, tenía barro hasta en la chaqueta.
Se agachó y se esforzó por soltar la que había reventado, pero los malditos tornillos no querían ceder. Al aplicar más fuerza, se le escabulló la herramienta de las manos y resbaló.
—¡Ay! ¡Maldita sea! —musitó dolorida cuando se le torció el tobillo. Miró sus rodillas despellejadas y las medias rotas. Se irguió y pisó con cautela. Al cojear para ir a recoger la herramienta diagnosticó que era un daño menor. La lluvia cayó de manera torrencial cuando se agachó para luchar otra vez con los tornillos.
Fue una pérdida de tiempo.
Albergó alguna esperanza al oír el ruido de un vehículo al acercarse, pero soltó diversos juramentos al reconocer la furgoneta de Pedro. Él bajó la ventanilla para inspeccionarla de arriba abajo.
—¿Tiene problemas, Rubita? —preguntó con una sonrisa irónica.
—No, lo hago para practicar —espetó, convencida de que se reía a su costa.
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Cómo me divierto con esta novela jajajajaja está genial.
ResponderBorrarJajajjajajajajaaj genial.!!! Mw encanta
ResponderBorrarBuenísima jajajajajajaja estos dos terminan como la tormenta con rayos y centellas
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