sábado, 30 de mayo de 2015

EL HIJO OCULTO: CAPITULO 5




Pedro Alfonso finalizó la conferencia que había mantenido con el otro lado del atlántico. La reunión de las dos de la tarde que había mantenido con alguien en Nueva York había sido un éxito. Eran las siete de la tarde y había terminado de trabajar. Se pasó la mano por el cabello y pensó en Paula. 


Había conseguido no pensar en ella durante el día, pero ya no tenía excusa.


Se abrió la puerta del despacho y entró Christina, su secretaria.


—¿Me necesitas para algo más?


—No —contestó él—. Vete.


—Pareces cansado, Pedro. Deja que te traiga un whisky y te daré un masaje en el cuello si quieres... Te ayudará a relajarte.


—El whisky vale, el masaje no —miró a su secretaria sorprendido de que ella le hubiese ofrecido darle un masaje. 


Debía de tener peor aspecto de lo que pensaba porque no era su estilo ofrecerle un masaje. Christina era una chica de cabello oscuro, atractiva y muy eficiente. Él se consideraba afortunado por tenerla. No había posibilidad de que Christina se quedara embarazada por error... Ella nunca cometía errores. ¿Y Paula? Era mucho más joven, y él había sido su primer amor. Quizá su embarazo había sido un verdadero accidente.


—Aquí tienes el whisky —Christina dejó el vaso sobre el escritorio y la botella a su lado. Después se colocó detrás de él—. ¿Estás seguro de que no quieres que te relaje la musculatura? —colocó las manos sobre su cuello.


—Sí —se encogió de hombros para que retirara las manos—. Márchate, Christina, estoy bien.


—De acuerdo —se agachó y le susurró al oído—. No olvides que mañana nos vamos a Grecia. Intenta descansar.


«Sólo está preocupada por mí», pensó él mientras ella cerraba la puerta. Entonces recordó lo poco que se había preocupado por Paula aquella mañana.


Agarró el vaso y bebió un largo trago de whisky. ¿Cuándo se había convertido en un demonio cínico y terco?


Nunca había deseado casarse, pero sabía que en algún momento le gustaría tener un hijo y un heredero para su fortuna. Había tenido una infancia feliz, con unos padres que lo querían y una hermana. La tensión entre su padre y él había surgido a partir de la muerte de su madre, cuando él tenía diecisiete años, y como consecuencia de los múltiples matrimonios de su padre. El más reciente, el tercero después de su madre, lo había contraído con una mujer más de treinta y cinco años más joven que intentaba conquistar a Pedro cada vez que regresaba a casa.


Pedro se terminó el whisky y se sirvió otra copa. No confiaba en las mujeres, excepto en su madre y en su hermana, y nunca había pensado en casarse. Pero también sabía que no permitiría que un hijo suyo fuera ilegítimo.


Paula, la bella y sexy Paula... ¿sería tan duro casarse con ella? Él había sido su primer amor, y la idea de que ella hubiera estado con otro hombre era algo que no le gustaba ni contemplar. Bebió otro trago de whisky.


No creía en el amor, pero sí en la continuidad del apellido familiar. Si tenía que casarse, Paula era una buena candidata. No podía negar que la química que había entre ambos era fantástica. Él nunca había disfrutado de una relación sexual tan buena en su vida y, desde luego, no le apetecía prescindir de ella. Habían estado juntos más de un año, una buena señal para el futuro, y ella estaba embarazada de él.


Pedro se terminó el whisky, descolgó el teléfono y pidió la limusina que utilizaba cuando no quería conducir. Se puso en pie tras tomar una decisión. Se casaría con ella. 


Sorprendentemente, no se sentía tan atrapado como en un principio.


Miró el reloj y vio que eran las ocho de la tarde. Llamó a Marcus y quedó con él para cenar. Era la única persona con la que podría hablar sobre la situación con sinceridad y confiaba en él. Pedro no sabía nada acerca del embarazo y, aunque en el fondo no creía que Paula le hubiera sido infiel, prefería preguntarle a Marcus cuándo podría comprobarse la paternidad. A Paula no le pasaría nada por esperar un poco más para la boda.


Salió del despacho, cerró la puerta y tomó el ascensor hasta la planta baja.


Le contaría a Paula su decisión. Podía imaginar la cara que pondría ella al enterarse de que él estaba dispuesto a convertirla en una mujer honrada.


Después de la cena con Marcus le pidió al chófer que primero dejara a Marcus En casa y que después lo llevara al apartamento. Al llegar allí lo encontró vacío, excepto por la presencia del gato y de una nota que había sobre la mesa del recibidor.


Paula estaba tumbada en la camilla del hospital mirando al techo. Había llorado durante horas, hasta que ya no podía llorar más. Se sentía adormecida y vacía por dentro. Era totalmente ajena al ruido y al ajetreo del hospital.


No sabía en qué hospital estaba, pero sí que la había atendido el doctor Norman.


Sólo podía oír la voz del médico diciéndole que había perdido al bebé, pero que no se preocupara porque montones de mujeres perdían a su hijo durante el primer trimestre. Ella era joven, estaba sana y podría tener más hijos.


Paula sabía que el doctor sólo trataba de consolarla, pero nadie ni nada conseguiría hacerlo. Se llevó la mano al vientre y pensó en que a pesar de que sólo sabía que estaba embarazada desde hacía diez semanas, ya había desarrollado amor y la necesidad de protección hacia la criatura que había llevado en el vientre.


Ya no. El bebé había muerto y se había llevado con él la confianza de su corazón. Su vida había cambiado drásticamente, porque independientemente de lo que pasara en el futuro, nunca olvidaría el dolor y la desesperación que había sentido ese día.


El médico le había dicho que debía pasar allí la noche y que le daría cita para hacerle un legrado la siguiente semana. 


También que debía descansar.


—Paula.


Al reconocer la voz de Pedro volvió la cabeza. Él estaba en la puerta y la miraba con una mezcla de asombro y disgusto. 


Ella se preguntaba cómo no se había fijado nunca en lo frío y despiadado que podía ser.


—He hablado con el médico al entrar. Me ha contado lo que ha pasado. Lo siento mucho, Paula. Pero te aseguro que vas a estar bien, yo me encargaré de ello —dijo él, mirando a su alrededor—. No puedo creer que la ambulancia te trajera aquí y que tú me dejaras una nota para que diera de comer al gato. Deberías haberme llamado. O al doctor Marcus. Lo he llamado y he enviado un coche para que vaya a recogerlo. Llegará en cualquier momento y te sacaremos de este caótico lugar.











4 comentarios:

  1. Wowwwwwww, qué fuerte parece esta historia. Ya me gustó

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  2. Wow! que comienzo! 5 capítulos y quiero leer más! Me re atrapó esta historia! Pobre Pau!

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  3. At xomo odie a pedro cuando le difo tidas esas cosas,,pobre Pau.... pero y el titulo de la novela ? Ya quiero seguir leyendo..

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