sábado, 30 de mayo de 2015

EL HIJO OCULTO: CAPITULO 4




Diez minutos más tarde, después de una ducha de agua fría, había tenido tiempo para pensar. Quizá había sido un poco duro con Paula. Se vistió y salió a buscarla. La encontró sentada en la cocina, con una taza de té en una mano y acariciando al gato que estaba en su regazo con la otra.


—Tengo que irme. Te veré esta noche y hablaremos de los arreglos necesarios.


Paula dejó la taza sobre la mesa y miró a Pedro. Iba elegantemente vestido con un traje gris, una camisa blanca y una corbata de seda. ¿Cómo podía haber pensado que aquel hombre era su novio? Había cumplido treinta años el mes anterior y ella le había comprado una alianza del siglo XIX con forma de corazón. La había visto en una tienda de antigüedades y había pensado que él vería el simbolismo de su regalo, que ella le estaba entregando su corazón. ¿No era una tontería? Él sólo se había fijado en su cuerpo, y encima pensaba que ella lo había traicionado.


Él le había hecho pedazos el corazón al acusarla de haber planificado el embarazo para conseguir su dinero. El hecho de que Pedro, el hombre al que amaba, pudiera pensar tan mal de ella indicaba que él no había llegado a conocerla bien. Mientras que ella pensaba que le había llegado al corazón, lo único que había sido para él era una mujer ardiente en la cama. su amante...


Al decirle que su amigo el médico se ocuparía de su embarazo, como si la criatura que llevaba en el vientre no fuera nadie de importancia, ella supo que habían terminado.


Para siempre.


Pedro no quería tener un hijo. No entraba en sus planes... ¿qué tipo de hombre era el que ni siquiera podía compaginar un bebé con su agenda de trabajo? Pero el trabajo era su vida y todo lo demás era secundario. La solución que le ofrecía era la de pagar al médico amigo suyo para deshacerse del bebé. El trabajo, el dinero y el poder que todo ello conllevaba eran su prioridad, y ella había sido una gran idiota al pensar que era de otro modo.


Paula oyó que se cerraba la puerta. Se puso en pie, entró en la habitación y se dejó caer sobre la cama. Con la cabeza contra la almohada comenzó a llorar por el amor que nunca tuvo y por la pérdida de sus ilusiones, hasta que finalmente se quedó dormida por puro agotamiento.


Paula se despertó sobresaltada y desorientada. Miró el reloj de la mesilla y vio que eran las tres de la tarde. ¿Qué estaba haciendo en la cama? Entonces, lo recordó todo...


Permaneció en la cama repasando todo lo que había sucedido desde que Pedro llegó la noche anterior... Cómo había pensado que la manera apasionada en que habían hecho el amor confirmaba que él la amaba... Sin embargo, se percataba de que para un hombre moderno y atractivo como Pedro, ella sólo había sido poco más que una esclava sexual, una mujer dispuesta a hacer todo lo que él le pidiera. Recordó todo lo que había acontecido el año anterior y se sorprendió ante su propia estupidez. Todos los regalos que él le había hecho no eran más que el pago por los servicios prestados.


Esa mañana, al decirle que estaba embarazada, había descubierto al verdadero Pedro Alfonso.


Su manera de reaccionar la había dejado destrozada y, al recordar que él había dicho que esa misma noche hablarían de los arreglos necesarios, el pánico se apoderó de ella.


No se atrevía a quedarse allí. Pedro tenía una fuerte personalidad y, en el fondo, ella no se fiaba de sí misma a la hora de enfrentarse a él si le sugería que abortara.


Tenía que marcharse del apartamento y alejarse de Pedro


Tenía que recoger sus cosas... Saltó de la cama y se dirigió hacia la cómoda, tropezándose con el gato...






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