sábado, 11 de abril de 2015

SECRETARIA Y AMANTE: CAPITULO 8





Paula se encontraba tirada en su cama leyendo un libro, o mejor dicho pretendiendo que leía porque no había logrado concentrarse ni siquiera en una sola palabra debido a que no había podido sacarse de la cabeza a Pedro Alfonso ni un solo minuto. Había pasado un cuarto de las seis y la casa estaba en completo silencio.


Fue por eso que los bocinazos que provenían de la calle fueron muy bien escuchados desde el interior de la casa. 


Podía ser algún loco que pasaba por allí pero Paula sabía que no era así. Reconocería aquel particular sonido en cualquier parte y supo de inmediato que aquellos bocinazos estaban dirigidos a ella.


Arrojó el libro sobre la cama levantándose de un salto y luego corrió hasta la ventana.


Allí estaba; su adorado y viejo auto estacionado frente a la casa. De pie y ubicado a su lado, Pedro Alfonso miraba hacia la casa con insistencia. Cuando Paula vio que se agachaba y metía parte de su imponente anatomía dentro de su auto para sonar el claxon una vez más, supo que tenía que bajar antes de que alertara al barrio entero con aquel escándalo.


Corrió hacia el espejo y revisó su aspecto. Seguramente no estaba muy presentable con los jeans gastados y la camiseta blanca sin mangas que llevaba puestos pero
no le importó. Solo se preocupó por arreglarse el cabello, recogiéndoselo en una cola de caballo a la altura de la nuca.


Bajó las escaleras a toda prisa y se cruzó con su cuñado quien también estaba yendo a ver quien estaba provocando semejante escándalo fuera de la casa.


—¿Qué sucede? —le preguntó a Paula cuando la vio bajar corriendo las escaleras.


—Es para mi, Gabriel, no te preocupes.


Gabriel se quedó allí observando a Paula hasta que ella salió de la casa por la puerta principal.


Había demasiado entusiasmo en ella y eso no le gustaba para nada.


Paula cruzó el jardín que adornaba la parte delantera de la casa de su hermana Sara y se plantó delante de Pedro con ambos pulgares metidos en los enormes bolsillos de sus pantalones vaqueros.


—¿Qué significa esto? —le preguntó reprimiendo las ganas de correr hasta su auto y abrazarse a él como si no lo hubiera visto en años.


—Pasé por el taller mecánico de mi amigo y cuando me dijo que tu auto estaba listo decidí traértelo yo mismo —explicó mientras estudiaba el aspecto de Paula de aquella tarde. 


Estaba más sexy que nunca a pesar de aquellos pantalones holgadísimos que llevaba. Su mirada se posó en la curva de sus senos; la camiseta sin mangas que llevaba no era muy estrecha pero podía distinguir que ella no llevaba sujetador debajo.


—Gracias, no debiste molestarte —dijo ella caminando hacia aquella vieja chatarra que había heredado de su padre.


—No es molestia y lo sabes —respondió él sin moverse de su sitio.


—¡Tía, tía!


La pequeña Ana apareció corriendo de la nada y se colgó de los brazos de Paula.


—¡Hey, Ana! ¿De dónde has salido?


La pequeña no le respondió, en cambio se dedicó a observar detenidamente al extraño hombre que no dejaba de mirar a su tía.


—Hola, Ana —dijo Pedro acercándose a ambas.


Ana seguía muda.


—Saluda a Pedro, cariño.


—Hola —dijo por fin Ana escondiéndose detrás del rostro de su tía. Paula no pudo menos que sonreír, al parecer el encanto de Pedro Alfonso alcanzaba límites insospechados, hasta una niña de siete años se sentía cohibida ante su presencia.


—Eres preciosa, ¿lo sabías? —comentó Pedro notando de inmediato que la niña tenía el mismo color de ojos que su tía.


—No se lo digas dos veces, porque se lo va a creer —intervino Paula acariciando el cabello de Ana.


—Solo digo lo que veo, además es evidente de quien heredó parte de su belleza.


Paula miró a su sobrina para evitar que él notara la turbación en su rostro tras oír aquellas palabras.


La niña se separó y le pidió a su tía que la bajara. En ese momento, Sara y Gabriel aparecieron en escena. Sara con una sonrisa de oreja a oreja, Gabriel con una expresión algo sombría instalada en su rostro.


—Buenas tardes —saludó Sara—. ¿No vas a presentarnos a tu amigo, Pau?


—Por supuesto —Paula sonrió para ocultar su nerviosismo—. Sara, Gabriel, les presento a Pedro Alfonso, es el hermano de mi amiga Estefania y desde el lunes mi nuevo jefe.


Luego de estrechar sus manos y de los saludos cordiales se hizo un repentino silencio.


—Creo que deberías invitar a Pedro a cenar, Pau, después de todo tuvo la amabilidad de traerte esa chatarra que tanto adoras.


Paula hubiera querido matar a su hermana en ese preciso momento; ella rezaba para que Pedro se marchara de una vez y a ella no se le ocurría mejor idea que invitarlo a cenar.


—Sara, no creo que Pedro


Pero Pedro no la dejó continuar.


—Será un placer quedarme a cenar con ustedes —dijo lanzándole una fugaz mirada a Paula quien no parecía estar demasiado contenta con la invitación que su hermana acababa de hacerle.


A todo esto, Gabriel permanecía en silencio, observándolo todo. Los gestos del tal Pedro, la actitud de Paula y sobre todo notó la manera en que aquel hombre devoraba a su cuñada con la mirada.


—Gabriel, cariño ¿me ayudas a preparar la cena? —preguntó Sara a su marido sacándolo de sus cavilaciones.


—Yo voy contigo, Sara —dijo Paula ansiosa por alejarse de Pedro aunque sea unos minutos.


Sara le sonrió.


—Nada de eso, hermanita, tú preocúpate de atender a tu invitado, Gabriel y yo nos encargaremos de la cena, ¿cierto, cariño?


—Claro, amor —respondió Gabriel de muy mala gana.


Paula sabía que se quedaría a solas con Pedro por lo tanto se aferró a la mano de su sobrina antes de que se fuera detrás de sus padres.


—¿Te gustaría que laváramos el auto, Ana? —le preguntó peinando su flequillo hacia un costado.


—¿Ahora?


—Ahora.


—¡Si! —Ana comenzó a dar pequeños saltos de alegría. 


Lavar la vieja carcacha de su tía era una de las cosas que más le gustaba hacer y por ese motivo Paula sabía que cuando se lo propusiera, no se negaría. Cualquier cosa le venía bien con tal de no quedarse a solas con el hombre que ahora se cruzaba de brazos y le lanzaba una rotunda mirada asesina.


Pedro se quedó observando atentamente a Paula y a su sobrina, era más que evidente que la idea de ponerse a lavar su auto había sido solo una estrategia para evitarlo a él. Se rascó la barbilla y una sonrisa algo malévola se dibujó en su rostro; aún había algo que podía hacer, una carta que jugar para impedir que Paula lograra su objetivo de escabullirse de él.


No dijo nada al principio mientras Paula y Ana iban en busca de la manguera, un par de cubos, algo de jabón y unos lienzos viejos.


Cuando ambas regresaron cargando su arsenal, Pedro se acercó a la pequeña y se arrodilló a su lado.


Paula se quedó de piedra al ver que Pedro le estaba susurrando algo al oído de Ana.


Unos segundos después, tanto Pedro como su sobrina estaban con una sonrisa de oreja a oreja en sus rostros demasiado alegres para su gusto.


—¿Qué se traen ustedes dos? —quiso saber curiosa.


Ninguno de los dos le respondió, parecía que ambos se habían complotado en su contra.


Entonces cuando vio que Pedro cogía la manguera que ella había dejado sobre el césped, comprendió lo que habían estado tramando a sus espaldas.


—Tu sobrina me ha dicho que puedo ayudarlas —dijo muy campante Pedro mientras le hacía señas a Ana de que ya podía abrir el grifo del agua.


Paula abrió exageradamente la boca.


—¡Pero, eso no es necesario! —replicó observando como su sobrina abría el grifo del agua lentamente.


—No les vendrá mal un poco de ayuda extra —Pedro apuntó la manguera hacia la parte delantera del auto de Paula desoyendo su protesta—. La niña parece estar encantada conmigo, dulzura —alegó en tono socarrón.


Paula abrió la boca para decir algo pero se abstuvo de hacerlo; solo podía escupir alguna grosería y comprendió a tiempo que hubiera sido un error de su parte hacerlo. El hombre que se burlaba de ella en ese momento y que había usado a su sobrina para confabular contra ella era su jefe… y necesitaba el trabajo.


¡Maldición! Dijo para sus adentros.


¿Qué demonios podía hacer? Solo seguirle el jueguito absurdo que él se había empeñado en jugar.


Tomó uno de los cubos con agua del suelo y comenzó a enjabonar la parte lateral de su auto mientras Pedro con la manguera mojaba el parabrisas y la pequeña Ana lavaba los neumáticos con un paño mojado.


Un cuarto de hora más tarde, todo el auto estaba completamente enjabonado y Pedro más que dispuesto a darle un buen uso a su manguera.


Pero lo que Paula no se esperaba lo que sucedió a continuación.


Pedro la tomó desprevenida y le lanzó un chorro de agua fría. Paula saltó hacia atrás y observó como sus pantalones estaban completamente empapados.


—¡Qué demon…


No alcanzó a terminar su maldición cuando un segundo chorro le dio de lleno en la parte superior de su cuerpo.


Los gritos de Paula se mezclaban con la carcajada estridente de Pedro y la risa inocente de Ana quien, de pie, detrás de Pedro observaba toda la escena divertida.


—¡Detente, demonios! —gritó Paula dando saltos en el lugar intentando esquivar el chorro de agua fría pero la puntería de Pedro era implacable y terminó completamente empapada.


Pedro por fin se detuvo y se quedó observando el espectáculo tentador que suponía aquella diosa de cabellos dorados con la ropa mojada pegada a su cuerpo. Sus
ojos rápidamente se quedaron en la parte posterior del torso de Paula, allí en el preciso sitio en donde los pezones erguidos se dejaban ver a través de la tela de algodón de su camiseta. Estaba tan distraído observando esa deliciosa parte de la anatomía de Paula que apenas pudo reaccionar cuando ella le quitó la manguera de las manos y cobró su venganza.


—¡Ahora estamos a mano, señor Alfonso! —le gritó mientras apuntaba el chorro hacia la parte baja de su cuerpo.


—¡Ana, por favor, cierra el grifo! —pidió él mientras el agua se le metía por todos lados.


—¡No, cariño, no lo hagas! —Paula sonrió maliciosamente. 


Primero se encargaría de que él quedara más empapado que ella.


Pedro intentó acercarse a ella y quitarle la manguera pero Paula se movió hacia un lado cuando él se abalanzó encima. 


Su misión de escapar no duró demasiado; le bastó un segundo de distracción a Pedro para coger a Paula del brazo y quitarle la manguera.


—¿Te has divertido? —preguntó él atrayéndola hacia él y mirándola directamente a los ojos.


Paula quiso zafarse pero él la sostenía con fuerza. De repente la respiración de ambos se había acelerado y poco tenía que ver con el ajetreo por el que acababan de pasar lanzándose agua el uno al otro.


La manguera aún seguía en la mano de Paula y el agua seguía cayendo encima del césped pero parecía que no se daban cuenta.


Se formó un charco alrededor de ellos pero seguían mirándose ya sin pronunciar palabra alguna.


—¡Van a pescar una pulmonía! —la voz de Gabriel fue lo único que los devolvió a la realidad.


Paula se separó de Pedro y observó que su cuñado cortaba el agua. Echó un vistazo al suelo y descubrió el desastre que acababan de hacer.


—¡Mira como estás, Pau! —la reprendió Gabriel acercándose a ellos.


Paula intentó reír, después de todo había sido una travesura, pero cuando se dio cuenta que la camiseta que llevaba se había hecho prácticamente transparente todos los colores morados habidos y por haber se le subieron a la cara. Se cruzó inmediatamente de brazos para cubrirse y se alejó hacia la casa.


—Iré a cambiarme de ropa y ayudar a Sara con la cena.


Ambos hombres se quedaron observándola hasta que ella desapareció del alcance de su vista. Luego, Gabriela se dio media vuelta y miró al inoportuno invitado


—Deberías cambiarte de ropa tú también —sugirió con la esperanza de que se marchara a su casa y olvidara la cena.


—Ven, Pedro, le diré a mamá que te preste algo de ropa de papá —Ana se prendió a la mano de Pedro y lo llevó a la casa.


Gabriel metió ambas manos en los bolsillos de sus pantalones y apretó los dientes.


No le gustaba para nada ese sujeto y encima tenía que soportar que se sentara a su mesa y que usara su ropa.




4 comentarios:

  1. Qué hermosos los 5 caps, ya me encanta esta historia Carme.

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  2. Buenísima historia!!! Quiero más!!!! Jajaja espero ansiosa el prox cap bsoo @ GraciasxTodoPYP

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  3. Muy buenos los 5 capítulos!!! Que pesado ese Gabriel! Espero ansiosa los próximos capítulos!

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  4. que lindos capitulosssss !! me parece a mi o el cuñadito.. mira raro a Pau, le gustara ? jajajajajjaja me encanta esta historia !!!

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