sábado, 11 de abril de 2015

SECRETARIA Y AMANTE: CAPITULO 5




—¿Qué tanto miras por la ventana?


Gabriel hizo caso omiso a la pregunta de su esposa y siguió con su vigilia. No hacía ni media hora que Paula se había marchado luego de dejar a su hija para asistir a la famosa entrevista de trabajo que la tenía tan ansiosa y nerviosa. Ni siquiera media hora y ya estaba deseando verla.


Aquello le ocurría desde el día en que la hermana menor de su esposa se había mudado con ellos; desde ese día no hallaba un momento de tranquilidad, vivía espiando sus llegadas y sus salidas, incluso estaba pendiente de sus llamadas telefónicas, cerciorándose de que no estuviera hablando con algún potencial pretendiente que hubiera dejado atrás en San Francisco.


Su relación con Sara había empeorado cuando ella había cumplido cinco meses de embarazo. Ella ya no quería que él la tocara por las noches, siempre ponía por excusa que le dolía la cabeza o que tenía unas terribles nauseas y la última que había inventado era que tenía miedo de hacerle daño al bebé si tenían sexo. Por todas esas razones, llevaba más de dos meses de abstinencia.


Hubiera podido hacer lo que hacían otros y buscarse un pequeño desahogo aunque sea una vez a la semana, pero no tenía ni las ganas ni el tiempo de hacerlo, su trabajo en un importante buffet de abogados consumía mucho de su tiempo y de sus energías. Por eso se había conformado, diciéndose a sí mismo que las cosas cambiarían después del nacimiento de su hijo.


Pero sus convicciones se vinieron abajo cuando Paula se vino a vivir con ellos. La hermana menor de su esposa era una tentación difícil de ignorar. Todo en la menor de las hermanas Chaves le atraía. Desde su cabello dorado hasta las curvas sinuosas de su cuerpo. Desde que convivían; no había un día en que no se tocase pensando en ella, en lo que sería acariciar aquel cuerpo y besar aquella boca de labios carnosos y apetecibles.


Tuvo que hacer un esfuerzo enorme por controlar las pulsiones de su polla al imaginarse a su cuñada, después de todo, su esposa estaba a solo un par de metros de él.


—¿Crees que Pau haya conseguido el empleo? —preguntó 
Sara quien estaba recostada en su cama con la inmensa barriga al aire.


Gabriel se dio vuelta y observó a su esposa. Era bonita, no había dudas de eso, pero con este último embarazo había engordado más de la cuenta y eso se notaba en su
rostro, en sus piernas hinchadas y en la prominente barriga que cargaba a su segundo hijo. Además se había dejado estar, ya ni siquiera se preocupaba por arreglarse o
maquillarse y eso solo ayudaba a desmejorar su aspecto.


—No lo sabremos hasta que regrese —le dijo él sentándose en la cama y dándole la espalda.


—¿Te sucede algo, cariño?


—No, Sara, no me sucede nada, solo estoy cansado —dejó escapar un suspiro y cerró los ojos solo para recordar el momento en que había sorprendido a Paula en ropa interior esa misma tarde—. Voy a darme un baño antes de la cena.


—Muy bien, cariño —Sara tomó el abanico y comenzó a echarse viento mientras observaba a su marido entrar al cuarto de baño.


Gabriel cerró la puerta y en la soledad de aquellas cuatro paredes y como venía sucediendo desde hacía dos semanas, se masturbó pensando en Paula.






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