sábado, 11 de abril de 2015

SECRETARIA Y AMANTE: CAPITULO 7




A la mañana siguiente, Paula se levantó de buen humor y todos en la casa se preguntaron a que se debía aquel estado de ánimo por demás alegre. Sara la ametralló con preguntas durante todo el desayuno mientras que la pequeña Ana tironeaba de su brazo para que la llevara a jugar al patio.


Pero el que parecía estar más interesado en lo que estaba sucediendo con Paula era Gabriel.


—¿A qué se debe esa expresión en tu cara, cuñada? —preguntó sirviéndose una taza de café y sentándose a su lado.


—¡Dinos, Pau, no nos tengas en ascuas! —pidió Sara devorando un pedazo enorme de croissant.


Paula sonrió, era imposible mantener un secreto cuando su familia estaba de por medio.


—He conseguido el empleo de secretaria —soltó por fin—. Empiezo el lunes por la mañana.


—¿Con el hermano de tu amiga? —quiso saber Gabriel.


—Si, su nombre es Pedro Alfonso y a partir de la semana que viene será mi jefe —contestó experimentando una extraña mezcla de entusiasmo y ansiedad. Su jefe sería
nada más y nada menos el mismo hombre que hacía que toda su sangre hirviera con solo un leve contacto.


—¿Trabajarás de lunes a viernes? —esta vez fue Sara quien preguntó.


—No, él atiende de lunes a jueves, dos horas por la mañana y cuatro horas por la tarde —informó alzando a su sobrina en brazos—. ¡Ana, no crezcas tan rápido, cariño, de lo contrario pronto no podré sentarte en mi regazo!


La pequeña le sonrió, le rodeó el cuello con sus brazos y le dio un beso en la mejilla. Paula entonces supo que cuando dejara la casa de su hermana extrañaría a Ana muchísimo. 


La vería seguido, pero ya no sería lo mismo.


—Voy a extrañarte cuando te vayas, tía Pau —dijo Ana apoyando su cabeza llena de rizos negros en el pecho de Paula.


Paula miró a su hermana y a su cuñado buscando una explicación. Ella les había pedido que no le mencionaran nada a la niña de su partida porque quería decírselo
ella en persona.


—¿Quién te dijo que me voy a marchar, Ana?


—Ana, será mejor que dejes de molestar a tu tía —dijo Gabriel de repente, y mirando su reloj: —Termina de arreglarte si no quieres llegar tarde a la escuela.


—Ve cariño, no quiero que llegues tarde por mi culpa, hazle caso a tu papá. Paula ayudó a bajar a su sobrina y notó entonces que Gabriel se había puesto nervioso luego de que ella le preguntara a Ana quien le había contado que ella se iría de la casa.


Paula se quedó meditabunda unos instantes mientras observaba a su sobrina que terminaba de preparar su bolso para irse a la escuela.


Gabriel recogió su maletín de encima de una mesita y de la mano de su hija salió de la casa.


—¿En qué piensas? —preguntó Sara masajeándose la barriga.


—En nada, Sara, en nada —se puso de pie—. ¿Necesitas algo?


Sara le sonrió.


—No, no necesito nada —se recostó en la silla—. Creo que iré a recostarme un rato.


—Ve, yo ordeno aquí.


Sara avanzó lentamente hacia la sala y antes de salir de la cocina se dio media vuelta y miró a su hermana menor.


—Pau… te vamos a extrañar cuando te vayas —le dijo con un mohín de tristeza en su cara algo hinchada.


Paula no dijo nada, el nudo en su garganta no se lo permitió, por lo que simplemente le dedicó una sonrisa a su hermana para hacerle saber que ella también la extrañaría.







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