jueves, 9 de abril de 2015

CONDUCIENDO AL AMOR: EPILOGO




Marzo, cuatro meses más tarde…


Los truenos y los relámpagos empezaron sobre las diez de la mañana. Paula y sus padres salieron corriendo al porche de atrás y se quedaron mirando el cielo, repentinamente cargado.


–La ley de Murphy –gruñó Armando–. Y yo que pensé que me dejaría en paz el día de la boda de mi única hija…


–Esto no es la ley de Murphy, papá –aseguró Paula, aunque se sentía desilusionada. Iban a celebrar la boda en un pintoresco lugar al aire libre con vistas a la bahía de Toowoon–. Solo es una tormenta.


–¡No, es la maldita ley de Murphy! –insistió él.


–No voy a permitir que un poco de lluvia arruine mi gran día, papá. Tenemos un plan B, ¿no es así? Cuando hicimos la reserva en el club de golf de Shelley Beach para la celebración, pensamos que podríamos celebrar la boda allí si llovía. Tienen unos balcones preciosos con vistas al mar y al campo de golf. Si hace falta, llamaré al club más tarde. Todo va a salir bien, papá.


En aquel momento empezó a granizar.


–La boda no es hasta las tres –señaló Rosario–. Para entonces seguramente haya pasado la tormenta.


El granizo cesó bastante rápido, pero continuó lloviendo con fuerza toda la mañana. Las damas de honor, que estaban en la peluquería, llamaron a Paula asustadas. Ella les tranquilizó asegurándoles que tenían un plan. Después subió a la planta de arriba para arreglarse el pelo y maquillarse.


La lluvia se detuvo justo antes de mediodía. Las chicas llegaron sobre la una, todas guapísimas, y el sol hizo su aparición poco antes del momento en que la novia y sus cuatro damas tenían que salir.


Paula le sonrió feliz a Catherine, a quien le había pedido que fuera su dama de honor principal. Se habían hecho buenas amigas en los últimos meses. Y, por supuesto, Andy era el padrino de Pedro. Catherine estaba embarazada, pero solo de dos meses, así que con suerte no habría dramas de última hora. Las tres cuñadas de Paula eran las otras damas de honor, por suerte ninguna estaba embarazada en el momento. Paula había hecho los vestidos para la boda, todos ellos sin tirantes, largos y amarillo pálido. El traje de novia era de seda color marfil.


Sin embargo, Rosario no había dejado que su hija le hiciera el vestido. Había escogido un precioso modelo de madrina azul de Real Women, que ahora tenía una amplia colección de ropa elegante para las damas maduras. Tras una campaña por toda Australia durante el mes de enero, a la cadena de tiendas le estaba empezando a ir muy bien. 


Todavía no habían obtenido grandes beneficios, pero aún era pronto.


–¿Lo ves, Armando? –murmuró Rosario–. Sabía que el sol brillaría en la boda de nuestra hija. Es una chica afortunada. Bueno, tengo que irme. Nos veremos todos en la bahía de Toowoon.


Paula vio cómo su madre se marchaba en el coche familiar mientras su padre la acompañaba hacia el primero de los relucientes coches blancos de boda.


–Tu madre tiene razón –le dijo Armando cuando estuvieron sentados dentro–. Eres una chica afortunada. Y Pedro también, porque se lleva a una mujer muy especial.


–No me digas esas cosas porque me voy a echar a llorar, papá –aseguró Paula con los ojos húmedos–. Y no quiero estropear el maquillaje.


–No vas a llorar, hija. Eres demasiado sensata para hacer algo así.


Pero su padre estaba equivocado. Paula estuvo a punto de echarse a llorar al ver a Pedro esperándola allí de pie con los ojos llenos de amor. También estuvo a punto de echarse a llorar cuando le prometió que la amaría hasta la muerte. Y cuando el oficiante les declaró marido y mujer. 


Pero Pedro salvó el día besándola con tanta pasión que se olvidó de las lágrimas.


Después de aquello ya no pensó en llorar, había demasiadas cosas que hacer. Primero, las fotos en la bahía y luego más en el club de golf, y después el cóctel de bienvenida y la parte oficial de la celebración, con los discursos, el corte de la tarta nupcial y el vals. Tampoco lloró cuando Catherine la acompañó para cambiarse y ponerse otro vestido, un conjunto muy chic de lino blanco con accesorios rojos. Pedro y ella tenían pensado pasar la noche de bodas en el Crown Plaza de Terrigal. Al día siguiente iban a emprender un largo viaje por toda Australia; el cuatro por cuatro de Paula ya estaba aparcado en el hotel. Y con todas las provisiones que podían necesitar.


Pero cuando se despidió de sus padres los ojos se le llenaron de pronto de lágrimas.


–Vamos, vamos, Paula –la reprendió Armando abrazándola–. No querrás estropearte el maquillaje, ¿verdad?


Paula se rio y se secó las lágrimas.


–Claro que no –aseguró–. Pero no son lágrimas de tristeza. Estaba pensando en que mamá y tú sois unos padres maravillosos.


–Vamos, déjalo ya –protestó Armando. Pero parecía complacido. Rosario, por su parte, parecía que iba a echarse a llorar.


–Paula tiene razón –intervino Pedro dando un paso adelante. Se acababa de despedir de su propia madre–. Los dos sois maravillosos. Así que nos pusimos a pensar y decidimos haceros un pequeño regalo personal. Tomad –le tendió a Armando un sobre bastante grande con el logo de una conocida agencia de viajes.


–¿Qué diablos habéis hecho? –dijo Armando abriendo el sobre y sacando el itinerario impreso de un largo viaje por Europa.


–Y no queremos oír ninguna objeción –continuó Pedro mientras Rosario leía con los ojos muy abiertos por encima del hombro de su marido.


–Pero aquí dice que vamos a viajar en primera clase –murmuró Rosario asombrada.


La madre de Pedro, que estaba por ahí cerca, se acercó de pronto agarrada del brazo de Lionel.


–Por favor, no os preocupéis por el costo –aseguró Eva–. Además –añadió sonriendo coqueta a su pareja–, Lionel ha decidido convertirme en una mujer decente y tiene dinero a espuertas, ¿no es así, cariño?


Lionel se limitó a sonreír.


–Eh, ¿y qué voy a hacer yo mientras mis padres están en Europa? –preguntó Paula fingiendo estar picada.


–Tú puedes quedarte aquí y limpiar esa casa tan grande que te he comprado –bromeó Pedro.


–Yo no quería una casa tan grande. Fue idea tuya.


–Ya, pero a ti te encanta.


La casa no estaba en la playa. Pedro había decidido que necesitarían más espacio cuando tuvieran hijos. Su nueva propiedad se alzaba sobre un terreno de dos hectáreas en Matcham, un exclusivo enclave rural no lejos de la costa. La casa tenía seis habitaciones enormes, tres baños, un garaje para cuatro coches, pista de tenis y, por supuesto, piscina climatizada con paneles solares. Ya habían planeado celebrar la Navidad allí al año siguiente. La intención de Paula era que fuera una ocasión muy especial.


Aquel último pensamiento llevó a Paula a pensar en otra cosa.


–¿La noche de bodas es una ocasión especial? –le preguntó a Pedro cuando se despidieron por fin y subieron al asiento de atrás de la limusina.


Él abrió los ojos de par en par.


–¿Estás sugiriendo lo que creo que estás sugiriendo?


Diez minutos más tarde estaban ya en la suite nupcial, que estaba bellamente decorada y tenía una atmósfera muy seductora, con la enorme cama y las montañas de almohadas.


–Por si te interesa saberlo –dijo Pedro mientras se ocupaba de abrir la botella de champán que les habían dejado–, he metido en la maleta una pequeña caja de sorpresas que pueden resultarnos útiles durante la luna de miel.


A Paula le dio un vuelco al corazón.


–¿Qué clase de sorpresas?


–Unos juguetitos que encontré en una página web. Ya te enterarás en su momento. Pero esta noche no necesitamos nada así. Esta noche tiene que ser sexo romántico. Aunque el sexo romántico es sin ropa. ¿Por qué no te desnudas, querida esposa, mientras yo sirvo un poco de este espléndido champán?


–¿No vas a desnudarte tú también? –preguntó una Paula absolutamente excitada mientras le obedecía.


Pedro se acercó a ella muy despacio y le tendió una copa.


–Todo a su tiempo, cariño –murmuró con un brillo malicioso en sus bonitos ojos azules–. Todo a su tiempo.





4 comentarios:

  1. Ayyyyyy, Dios mío, amé esta historia!!!!!!!!!!! Gracias x compartirla Carme!!!!!!!!!

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  2. Carme .. me encanto esta historia bellísima, con tanto amor ♥ que Lindo final !! La ame

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  3. Me encantó la nove. Pedro todo un dulce por lo que hizo por Pau

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  4. Lindo final! gracias por compartir estas historias con nosotras! :)

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