sábado, 5 de junio de 2021

NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 7

 


En los últimos meses, las emociones de Paula habían sido como una montaña rusa, yendo de la alegría cuando Maite tomaba el biberón hasta la más profunda tristeza cuando no quería comer o se quejaba porque le dolía algo.


–Elena ha llenado la nevera –dijo Pedro.


–Muy bien. Pero me gustaría ver Penny's Song en cuanto sea posible.


El divorcio no era la única razón por la que había vuelto al rancho Alfonso. La fundación Penny's Song era importante para ella, aunque el plan de estar allí desde el principio hasta el final de la construcción se hubiera esfumado cuando su matrimonio se rompió.


–¿Mañana por la mañana te parece bien?


–Sí, muy bien. He pensado mucho en ello. Me preguntaba si todo sería como yo lo había imaginado.


La expresión de Pedro se suavizó.


–Es todo eso y mucho más. Ver a los niños allí… en fin, la verdad es que me siento muy orgulloso.


Paloma Martin, una niña de Red Ridge, no había tenido tanta suerte como su hermano Sergio. Aunque había luchado valientemente, por fin había perdido la batalla contra la leucemia a los diez años. Su muerte había hecho germinar la idea de usar unos terrenos del rancho para construir la fundación y Pedro la había apoyado al cien por cien. Penny's Song sería un consuelo para los niños que habían perdido su infancia debido a una enfermedad y los ayudaría a sentirse normales tras su recuperación.


–Estoy deseando ver cómo ha quedado.


–Puedo llevarte a las nueve, si no es demasiado temprano.


–¿Temprano? Ya me gustaría –Paula sonrió. –Maite se despierta al amanecer.


Pedro estaba mirando a la niña, que se había tumbado boca abajo y estaba rodando hacia la chimenea como una bolita.


–Parece que quiere escaparse.


–¡Maite!


Pedro se inclinó para levantar a la niña antes de que se tirase encima los hierros de la chimenea.


–Eres muy rápida, ruedas como una pelota –le dijo, apretándola contra su pecho.


Maite no lo conocía, pero no lloraba. Al contrario, parecía encantada con él. Ojalá Paula pudiese decir lo mismo. Pero, por dentro, su corazón se rompía al ver a Pedro Alfonso, el rudo vaquero, sujetando a un bebé con sus fuertes brazos.


Podría haber estado mirándolos durante horas, pero Pedro no le dio tiempo.


–Toma –dijo, poniéndola en sus brazos. –Imagino que te tiene muy ocupada.


–Sí, desde luego –asintió Paula. –Pero al menos duerme bien.


Él miró a la niña por última vez antes de darse la vuelta.


–Si cambias de opinión –le dijo, con la mano en el picaporte– puedo pedirle a Elena que venga a echarte una mano.


–No, no hace falta.


Cuando Pedro salió de la casa, Paula cerró los ojos. La última media hora había sido la más difícil de su vida. Verlo de nuevo le dolía tanto… y verlo con Maite en brazos era como echar sal sobre una herida.


«Está deseando que firmes los papeles del divorcio. Nunca te ha entendido de verdad. Probablemente tiene una aventura con Susy».


Todas razones para mantenerse a distancia y olvidarse de su atractivo, de su preciosa sonrisa y de los buenos tiempos que habían compartido.


Tal vez aún no tenía controlada la maternidad, pero su obligación era sobrevivir y, para hacerlo, debía recordar por qué había ido al rancho Alfonso.


Para divorciarse de Pedro.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario