sábado, 5 de junio de 2021

NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 10

 

Paula parpadeó, sorprendida. ¿La había invitado él?


Se había marchado a Nashville después de una pelea y volvió unos días después con la intención de arreglar su matrimonio, pero los encontró sentados en el sofá, con sendas copas de vino en la mano, riendo. Paula se había sentido como una extraña en su propia casa, traicionada de la peor manera posible.


Susy, que había usurpado su puesto, no pudo disimular una mueca de satisfacción. Esa había sido la gota que colmó el vaso y Paula había subido a su habitación para hacer las maletas.


No debería haberla sorprendido porque Pedro había hecho lo mismo con las mujeres que la habían precedido y, sin embargo, fue como si le clavase un puñal en el corazón. Porque había sido tan tonta como para pensar que ella era diferente, que era única.


–Ah, la invitaste –murmuró.


–No me gusta que me acusen de algo que no he hecho, Paula. Deja que te lo aclare de una vez por todas: esa noche no ocurrió nada.


–¿No te has acostado con ella?


–No –respondió Pedro, con una seguridad que la sorprendió.


–¿La has besado?


Él apartó la mirada.


–¡La has besado!


–¡Maldita sea, Paula, tú me abandonaste!


–Y nadie te había hecho eso antes –dijo ella.


Su ego no había podido soportar el golpe o tal vez se había dado cuenta de que ya no la amaba. Fuera cual fuera la razón, Pedro ni siquiera había intentado arreglar su matrimonio. Sencillamente, había aceptado su decisión de marcharse.


–No, la verdad es que no, pero eso no es lo importante. Lo importante es que te fuiste de aquí.


–Y tú no hiciste nada.


Paula había esperado que la buscase, que intentase una reconciliación. La había llamado dos veces por teléfono, pero esas conversaciones no los habían llevado a ningún sitio.


–Estabas deseando pedir el divorcio.


–No es solo culpa mía –dijo Pedro. –O me crees o no, es así de sencillo. Pero vamos a trabajar juntos organizando la gala de inauguración y quiero que empecemos de cero.


Paula no podía dejarlo pasar cuando aquello era algo que no había admitido nunca.


–¿Por qué invitaste a Susy esa noche?


Él se pasó una mano por la cara.


–Necesitaba saber su opinión sobre algo.


–¿Sobre qué?


–Quería darte algo que pertenece a mi familia desde siempre.


–¿El collar de rubíes? –exclamó Paula. Había oído hablar del famoso collar Alfonso. Según la leyenda, ese collar había salvado al rancho de la ruina y había unido a Marta y Carlos Alfonso, el tatarabuelo de Pedro, cien años antes. Nunca lo había visto porque su marido lo guardaba en el banco…


Pero nada de aquello tenía sentido. Pedro y ella no se entendían y último que haría sería regalarle una joya tan valiosa a una mujer que se negaba a darle hijos cuando él daba la orden.


–No, un anillo a juego que había encargado.


–¿Y por qué no me lo dijiste antes?


–Porque estaba enfadada. Que me acusaras de tener una relación ilícita con Susy era injusto. Tu deberías haber sabido que yo no…


–¿Cómo iba a saberlo?


–Porque contigo siempre ha sido diferente –respondió Pedro. –Yo nunca había querido casarme hasta que te conocí, Paula. Me casé contigo y creí que sabías lo que eso significaba. O se tiene confianza en alguien o no se tiene.


Hacía que algo tan complicado pareciese tan sencillo… pero ella sabía que no lo era. Tener confianza plena en alguien era algo que no había podido hacer nunca, tal vez porque se había llevado demasiadas desilusiones en la vida.


–No siempre es tan sencillo.


–A veces lo es –replicó él.


Maite se movió en la cuna, impaciente, y Paula la tomó en brazos para consolarla. Aunque era ella quien necesitaba consuelo.


–Creo que deberíamos irnos.


Pedro apretó los labios, airado.


–Sí, vámonos de aquí.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario