sábado, 26 de junio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 23

 


Pedro estaba furioso. Había intentado concentrarse en el trabajo, pero no había sido capaz y, por fin, había decidido bajar a hacer las paces con Paula… para encontrar cerrada la puerta de su camarote. Aunque daba igual porque él tenía una llave maestra.


—Por encima de mi cadáver.


—No me importaría demasiado, te lo aseguro —replicó ella.


Pedro apartó las manos de sus hombros como si lo quemara. Por un segundo, Paula casi habría podido jurar que veía un brillo de dolor en sus ojos y sintió cierta vergüenza. Ella no deseaba ver a nadie muerto, pero su marido conseguía hacerle decir y hacer cosas que no quería.


—Bueno, creo que puedo decir que, a menos que ocurra un accidente, tu deseo no se hará realidad. Aunque es posible que tenga que vigilarte, querida esposa, porque no tengo intención de dejarte ir. Ni ahora ni nunca.


—No tienes elección —replicó ella—. Este matrimonio se ha roto.


Pedro la miró, perplejo. Su desafío lo enfurecía, pero intentó disimular. Porque, en cierto modo, podía entender su disgusto, su deseo de devolverle el golpe… aunque no agradecía que desease verlo muerto.


—Siempre tenemos elección, Paula —murmuró, apretándola contra su poderoso torso—. Tu elección es muy sencilla: te quedarás conmigo porque soy tu marido. Te comportarás como la perfecta esposa y la perfecta anfitriona con mis invitados y podrás seguir con tu carrera hasta que te quedes embarazada de mi hijo. Algo que estaba implícito en la promesa que hiciste ayer, creo recordar.


Ella lo miró, incrédula.


—Eso fue antes de saber la verdad. Y suéltame ahora mismo.


Estaba rígida, los ojos azules indescifrables. Y eso hizo que Pedro deseara destruir su helado control.


— Tienes dos opciones: una, quedarte conmigo. La otra es volver a casa de tu hermano y su embarazada esposa e informarles de que me has dejado —dijo, acariciando su cuello—. Y luego puedes explicarles que, naturalmente, yo estoy muy disgustado y he decidido cortar toda relación con tu familia. Lo cual, desgraciadamente para la empresa Chaves, significará un inmediato pago del préstamo que les he hecho para la ampliación de la compañía.


Luego, como los buenos predadores, se quedó observándola y esperando hasta que su víctima reconoció cuál iba a ser su destino.




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