Paula dio un paso atrás, temblando. La capa de hielo en la que se había envuelto cuando Pedro insultó a su padre se había derretido en cuanto la tomó entre sus brazos y estaba furiosa con él y consigo misma…
—¿Qué significaría eso para la empresa? —consiguió preguntar, después de tragar saliva.
—Que la ampliación no podrá realizarse y tendrán serios problemas económicos —contestó él—. Probablemente quedarán a merced de una OPA hostil —añadió, con una sonrisa de triunfo—. Pero, como he dicho antes, tienes dos opciones. Tú eliges, Paula.
No tenía que añadir que sería él quien hiciera esa OPA hostil para quedarse con la empresa. Era evidente.
—Y lo harías, claro.
—Haría lo que tuviese que hacer para retenerte a mi lado.
Un par de horas antes, se habría sentido halagada por esas palabras, pero ahora eran un insulto. Paula sacudió la cabeza mirando sus manos, la alianza de oro en su dedo. Menudo engaño…
Imaginó entonces su futuro con Pedro Alfonso.
No había que ser un genio para saber que debía haber planeado aquello con mucha antelación.
—Si lo que dices es verdad, puedes quedarte con la empresa estemos juntos o no. ¿Por qué quieres que me quede contigo? Según dicen por ahí, puedes tener casi a cualquier mujer... y lo has hecho frecuentemente.
Pedro sonrió, una sonrisa arrogante que a Paula le habría gustado borrar de un bofetón. Aunque ella no era una persona violenta.
—Aunque me halaga que pienses que puedo tener a cualquier mujer, sólo te deseo a ti —contestó, acariciando su cara.
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