sábado, 26 de junio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 21

 


Pedro había puesto su mundo patas arriba y Paula ya no estaba segura de nada. No podía mirarlo siquiera.


Agitada, dejó que su mirada resbalase por el puerto del famoso principado. El mar era tan brillante como un espejo, los edificios parecían de postal y el sol brillaba sobre su cabeza, pero no sentía calor alguno. El día anterior había sido una novia enamorada y ahora…


Intentaba recordar el día que se conocieron, sus citas, las cosas que Pedro le había contado, su proposición de matrimonio. Y se dio cuenta de que Pedro nunca había dicho que la amaba.


Ni siquiera en los momentos de pasión había dejado que esas palabras escaparan de sus labios.


Paula tembló al sentir que unos dedos helados apretaban su corazón.


De repente, su vertiginoso noviazgo y la más vertiginosa boda empezaban a derrumbarse ante sus ojos.


—¿Por qué te casaste conmigo, Pedro? —preguntó, mirando sus duras facciones.


—Decidí que era el momento de tener una esposa y un heredero. Te elegí a ti porque eres una mujer preciosa y sensual que convenía a mis intereses —Pedro tomó su mano—. Y estaba en lo cierto.


Paula apartó la mano de golpe, horrorizada por tan cínica afirmación y sabiendo instintivamente que había más.


—Puede que yo sea torpe, pero no soy tonta. Te pusiste en contacto con mi familia tras la muerte de tu madre y yo no creo en las coincidencias, así que dime la verdad. Es evidente que no te has casado conmigo por amor.


—Como quieras —Pedro se encogió de hombros—. Ahora eres mi mujer, Paula Chaves, el apellido que tu padre se negó a asociar con el suyo, tan aristocrático. Satisface mi sentido de la justicia saber que llevarás mi apellido para siempre.


El brillo de triunfo que había en sus ojos oscuros chocó con sus dolidos ojos azules.


—En cuanto al amor, yo no creo en él. Aunque las mujeres parecen necesitarlo desesperadamente. Lo que hubo entre nosotros anoche, lo que seguirá habiendo, es química sexual, no amor.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas, pero parpadeó furiosamente para controlarlas. De modo que así era como una se sentía cuando recibía un golpe mortal, pensó. Todos sus sueños y esperanzas destrozados en un minuto. Durante unos meses, Pedro había sido el hombre de sus sueños. La noche anterior se había convertido en su mujer y había sido la experiencia más asombrosa de su vida.


Pero no había sido amor. Él mismo lo admitía descaradamente.


Para Pedro acostarse con ella era una especie de retribución, de venganza. No amor, nunca amor...


¿Cómo podía haber sido tan ciega? Desde el primer día supo que era un hombre peligroso y había evitado salir con él… debería haber confiado en su instinto, pensó.


Paula tuvo que llevarse una mano al estómago, asqueada al tener que aceptar que el hombre al que había creído amar no existía en absoluto.


—Necesito ir al baño.


—Espera —Pedro la tomó del brazo—. Esto no cambia nada, Paula.


—Esto lo cambia todo para mí —replicó ella—. Suéltame. Tengo que ir al baño.


—Sí, claro.


Pedro se preguntó por qué demonios le había contado la verdad sobre su padre cuando unos minutos antes estaba dándole las gracias al cielo por haber mantenido la boca cerrada.


Pero desde que la vio caminando por el pasillo de la iglesia no había sido él mismo. La noche anterior había perdido el control en la cama, por primera vez en su vida, y ahora había perdido los nervios cuando mencionó a su padre. Estaba volviéndose loco y aquello tenía que terminar.


Supuestamente, la sinceridad era buena en un matrimonio y él había sido sincero, razonó arrogantemente. Era Paula quien no estaba siendo razonable.


—Discutir en la cubierta de un barco no es buena idea. Podemos hablar más tarde. Después de todo, ninguno de los dos va a ir a ningún sitio.


No le pasó desapercibida la amenaza que había en sus palabras y, después de lanzar sobre él una mirada de disgusto, se alejó. ¿De verdad era tan frío, tan insensible como para creer que iban a seguir siendo marido y mujer ahora que sabía por qué se había casado con ella?




No hay comentarios.:

Publicar un comentario