sábado, 8 de mayo de 2021

FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 24

 


Los pisos parecían pasar muy despacio. De pronto el ascensor se detuvo y cuando las puertas se abrieron entró el matrimonio anciano con el que se habían encontrado al bajar a desayunar.


Esa vez iban vestidos para salir a bailar y a cenar. La mujer se inclinó hacia Olivia y le preguntó:

–¿Qué pasa, bonita, por qué estás llorando?


–Se ha metido algo en la nariz –explicó Pedro, tenso por la preocupación. Miró la pantalla que indicaba el piso por el que iban, como si eso fuese a hacer que el ascensor fuera más rápido–. La llevamos a urgencias.


Como si notase lo tenso que estaba su padre, Olivia apretó el rostro contra el cuello de Paula.


La mujer miró a su marido y le guiñó un ojo con complicidad. El caballero, que iba muy elegante con su esmoquin, alargó el brazo hacia Olivia.


–¿Qué es eso que tienes detrás de la oreja, pequeña? –dijo, como si fuera a hacer un truco de magia.


La niña giró la cabeza para mirar y entonces la mujer, rápida como el rayo, alargó la mano y deslizó un dedo con fuerza por la nariz de Olivia. Un botón blanco cayó en su mano. La mujer lo levantó para compararlo con los de la camisa de Pedro. ¡Era de su camisa! Ni siquiera se habían dado cuenta de que le faltaba uno, justo debajo del primero.


Sorprendido, Pedro le dio las gracias y se apresuró a guardarlo en el bolsillo antes de que Olivia pudiese echarle mano.


–Debía estar suelto y me lo habrá arrancado antes, cuando la saqué del corralito –dijo.


Paula se había quedado maravillada de la facilidad con que la pareja se las había apañado para sacar el botón de la nariz de Olivia.


–¿Cómo lo han hecho?


El hombre se ajustó la pajarita con una sonrisa.


–Cuando se han tenido varios hijos uno va adquiriendo práctica, y hay cosas que nunca se olvidan. Ya verán como dentro de poco le van pillando el truco.


La pareja salió del ascensor, dejando dentro a Paula y Pedro. Las puertas se cerraron de nuevo, y Paula apoyó la espalda aliviada contra la pared mientras Pedro llamaba a recepción para decirles que podían cancelar el taxi. Volvieron a subir a la suite, pero antes de entrar se detuvo y se volvió hacia Paula.


–Gracias –le dijo.


–¿Por qué? Me siento como si te hubiera defraudado –murmuró.


Se sentía tan aturdida aún por el susto y la preocupación que no podía ni imaginarse como debía sentirse él, que era el padre.


–Por estar a mi lado. Mi familia siempre está diciéndome que me cuesta mucho pedir ayuda, y es verdad. Soy un hombre orgulloso y me cuesta admitir que no puedo hacerlo todo yo solo. Pero ahora tengo que reconocer que tener a alguien a tu lado hace que las cosas sean más fáciles. Como hoy.


Sus ojos verdes esmeralda la miraban de un modo cálido. Paula necesitaba tanto creer en la sinceridad que veía en sus ojos… Se sentía apreciada, valorada como persona.


–No hay de qué.


Por un momento creyó que iba a besarla, y un cosquilleo recorrió sus labios anticipando el momento, pero Pedro miró a los niños y sacó la llave de la suite.


–¿Te parece que nos cambiemos y preparemos la bolsa con las cosas de los niños para irnos? Aún tenemos toda la tarde por delante.


Paula parpadeó y se quedó paralizada un instante, aturdida. ¿Aún tenían toda la tarde por delante? Ella estaba agotada emocionalmente, sin embargo, la idea de pasar fuera la tarde con Pedro y los niños resultaba demasiado tentadora como para declinar.



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