Vio ante sí el pene más bonito de su vida. Largo, grueso y orgullosamente erguido. Se quedó mirándolo, incapaz de mover las manos, y tuvo la sensación de que se erguía todavía más.
No pudo seguir esperando, tenía que tocarlo. Lo envolvió con su mano y lo apretó con cuidado.
—Recuerda que hace tiempo que no he estado con una mujer. No me hagas quedar mal.
—De acuerdo.
Lo soltó y siguió bajándole los pantalones. Cuando vio la herida que tenía en el muslo, contuvo un grito ahogado. No estaba vendada.
—Debió de dolerte mucho —comentó.
—Tenía que habérmela tapado —le dijo él—, pero no sabía que iba a ocurrir esto.
—No. No pasa nada. Solo siento que te ocurriese algo así.
Se dio cuenta de que tenía que tener cuidado para no hacerle daño.
Tendría que ser ella la que llevase las riendas esa noche para que Pedro no hiciese esfuerzos.
En cierto modo, le gustó la idea, en especial, porque eso significaba que él disfrutaría más.
Se arrodilló ante Pedro para terminar de quitarle los vaqueros y luego lo empujó suavemente sobre la cama.
—¿Qué estás haciendo?
Ella le sonrió de manera sensual.
—¿Recuerdas cuando te tumbabas en esta cama y soñabas con que llegase una mujer que te diese todo lo que deseabas?
—Sí.
—Pues yo soy tu sueño hecho realidad.
Él la agarró por la nuca y le dijo con voz ronca:
—No sabes cuánto.
En realidad no era precisamente una mujer atrevida, pero el deseo de no hacerle daño era más fuerte que el miedo a hacer el ridículo.
Se quitó el tanga y le gustó ver cómo la miraba Pedro. Luego, muy despacio, puso una rodilla en la cama y se sentó a horcajadas sobre él.
—Veo que eres una mujer dominante.
—¿Te molesta?
—No.
—Me alegro.
Paula se sonrió a sí misma al pensar en todas las fantasías que había tenido con aquel momento. Se lo había imaginado en la cama de la habitación principal, en la alfombra, delante de la chimenea. Y en todas las demás habitaciones de la casa, en todas las posturas. No obstante, en ninguna de sus fantasías había sido ella la que había tenido el control de la situación.
Y, no obstante, había algo inmensamente erótico en el hecho de llevar la batuta, en la certeza de que tenía el poder de darle placer a Pedro. Se sentía libre, valiente, sexy…
Se inclinó para besarlo apasionadamente mientras empezaba a frotarse contra su erección, disfrutando del momento y haciendo sufrir a Pedro al mismo tiempo.
Nunca había sido de aprovechar el presente, sino más bien de pensar en el futuro, pero había ocasiones, como aquella, en la que sí podía hacerlo. Si miraba al futuro, aunque fuese solo el más inmediato, el día siguiente, todo aquello se terminaría y aquel hombre que tenía debajo ya no sería su amante.
Volvería a ser su cliente.
La placentera sensación de abandono terminaría. En realidad, nunca le había gustado tener aventuras. Siempre había pensado que no merecían la pena, pero un lío de una noche no le preocupaba. Al día siguiente, no estaría pendiente de que Pedro la llamase, ni de si ella quería que lo hiciese. No habría día siguiente, solo un presente perfecto. Le colocó el preservativo, se hundió en él muy despacio, y supo que su presente nunca había sido tan perfecto como aquel.
Wowwwwwwww, qué intensos los 5 caps. Bien directa Pau. Muy buenos los caps.
ResponderBorrar