sábado, 30 de enero de 2021

UNA PELIGROSA PROPOSICIÓN: CAPÍTULO 40

 


Duchado, afeitado y vestido, Pedro se reunió con Paula en la terraza. Sin mirarlo, ella partió un cruasán.


—Liana y su madre son estupendas. No esperaban que nos levantáramos tan temprano, pero han preparado esto de todos modos.


—No quiero que te vayas, Paula.


Ella extendió cuidadosamente un poco de mermelada en el cruasán.


—Sé que aún no me has dado la última clase de buceo, pero después de la de la piscina, estoy segura de que podré arreglármelas en el mar si tengo que hacerlo.


—La lección de buceo me da completamente igual. Hablemos del verdadero motivo por el que quieres irte: lo que sucedió anoche.


—Lo de anoche no tiene nada que ver con que quiera irme —Paula nunca había sospechado que pudiera ser tan buena mentirosa. Nunca había imaginado que el corazón pudiera doler tanto sin romperse—. Y en realidad no hay más de qué hablar. Has hecho un buen trabajo con todas las lecciones, pero…


Pedro echó atrás la cabeza como si lo hubiera abofeteado.


—Si has creído que lo de anoche ha tenido algo que ver con esas malditas lecciones, estás muy equivocada.


—No importa.


—Por supuesto que importa, y mucho.


—En ese caso, no, Pedro. No creo que lo de anoche tuviera nada que ver con las lecciones. Tuvo que ver con dos personas que se encuentran en una isla paradisíaca, rodeados de belleza y que han pasado varios días juntos. Algo tenía que suceder y así fue. Pero ahora todo ha acabado y necesito volver a Texas.


El silencio se instaló entre ellos. Paula sentía la mirada de Pedro en ella; casi podía oírlo pensar, pero no podía saber qué pensaba.


Sabía que iba a ser difícil hacerle olvidar lo sucedido, sobre todo porque nada le gustaría más que volver a la cama con él en aquel mismo instante y no salir de ella en una semana. Pero no podía traicionar de ningún modo lo que estaba pensando. Necesitaba alejarse de él, y se estaba quedando sin munición.


—De acuerdo —dijo Pedro finalmente—. Podemos irnos hoy si quieres, pero no antes de que hablemos.


—¿Por casualidad sabes dónde está Darío hoy?


Pedro se quedó petrificado. El color abandonó por completo sus mejillas y su mirada se llenó de oscura rabia. Apartó la silla de la mesa con brusquedad y se levantó.


—Está en el Double B, visitando a su padre. Saldremos en media hora. Estate preparada.




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