sábado, 23 de enero de 2021

UNA PELIGROSA PROPOSICIÓN: CAPÍTULO 17

 


Ya hacía años que había muerto su padre. Y ella había cumplido la condición de su testamento, que establecía que, a menos que ella y sus hermanas ganaran lo que él consideraba una fortuna, perderían su parte en la empresa. Sí, su poderosa y dominante presencia permanecía, y Paula aún vivía la vida como él la había enseñado a hacerlo. No solo era el modo en que había aprendido a sobrevivir, sino la única forma en que sabía hacerlo.


Para que no la hirieran, se volvió muy reservada y se aisló emocionalmente de los demás todo lo que pudo. Ni siquiera le gustaba el contacto físico. No era de extrañar que la idea de las lecciones que se avecinaban para aprender a engatusar a un hombre la pusieran nerviosa.


—¿Paula? —Pedro chasqueó un dedo ante su rostro.


—¿Qué?


—Ya hemos llegado.


—Oh —Paula miró a su alrededor y vio que se encontraban en un aparcamiento. Automáticamente, alargó la mano para abrir la puerta.


—Uh, uh —murmuró Pedro de inmediato.


Impaciente, Paula esperó a que él rodeara el coche, abriera la puerta y le ofreciera una mano. La aceptó y permitió que la ayudara a salir, aunque de mala gana.


—Tengo una duda. ¿Se infla o desinfla el ego de un hombre dependiendo de que su cita le permita o no abrir la puerta para ella?


Pedro sonrió.


—El ego de un hombre es algo muy frágil, Paula.


—No me lo creo. Apostaría mi dinero a que el tuyo no lo es. Y estoy segura que el de Darío tampoco.


Pedro apoyó una mano en la parte baja de la espalda de Paula mientras salían del aparcamiento.


—Un hombre al que verdaderamente le gusta una mujer disfruta haciendo cosas para ella, como, por ejemplo, abrirle la puerta. Y, normalmente, a la mujer en cuestión le gusta que sea así, pues eso indica que el hombre piensa mucho en ella.


Paula nunca lo había visto desde aquel punto de vista, y no se le ocurrió nada que decir.


Cuando llegaron a la acera y Pedro la tomó de la mano, tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no retirarla de un tirón. No recordaba que ningún hombre la hubiera tomado de la mano antes. Suponía que eso era extraño. La mayoría de las parejas caminaban tomados de la mano, pero ella nunca había formado parte de una pareja.


Deep Ellum era una zona de la ciudad que había sufrido muchas transformaciones a lo largo de los años, pero que siempre había conservado su tradición de clubes de blues. Algunas de las tiendas que había en sus calles llevaban allí más de cincuenta años, pero otras se habían convertido en galerías de arte, boutiques, restaurantes y cafeterías.


Sin soltar la mano de Paula, Pedro maniobró entre las numerosas personas que abarrotaban las aceras, riendo y charlando, totalmente ajenos a que bloqueaban el paso de los peatones y sin que estos protestaran por ello.


Era difícil encontrar alguna persona que no llevara tatuajes, o aros en la nariz, cejas, lengua u ombligo, o una combinación de varios. Había hombres y mujeres totalmente rapados y otros con el pelo teñido de los colores más variados. Pero también había gente con aspecto más normal, incluso parejas mayores saliendo de los restaurantes y cafeterías.


En determinado momento, Pedro se volvió hacia Paula y rió.


—Divertido, ¿verdad?


—¿Vienes aquí a menudo?


—Siempre que hay algo interesante que ver, cosa que sucede con bastante frecuencia. ¿No eres dueña de unos viejos almacenes que se están reconvirtiendo por aquí?


Paula asintió.


—Compré varios, pero nunca he venido de noche.


—Puede que después de hoy quieras volver.


Pedro se detuvo ante una gran puerta oscura. En cuanto la abrió, escucharon la música que procedía del interior.


Una vez dentro, Pedro se detuvo a saludar a un hombre grande y corpulento que se había acercado a ellos como si fuera un viejo amigo de Pedro. Mientras ellos hablaban, los ojos de Paula se fueron acostumbrando a la penumbra reinante. Al fondo había un pequeño escenario en el que tocaban dos guitarristas, un saxofonista y un batería. Aunque no era ninguna experta en esa música, Paula pensó que lo que estaba oyendo tenía verdadera calidad.




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