sábado, 15 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 30




En aquel momento, Paula se sentía tan bien que ni siquiera recordaba cómo se llamaba. Incluso cuando había estado casada, los besos y las caricias no habían sido como aquéllas, ya que Butch sólo estaba interesado en el resultado y no en el proceso y los juegos previos no estaban entre sus prioridades.

Las manos de 
Pedro no parecían tener prisa y sus besos, profundos y calientes, duraron una eternidad. Sus dedos exploraron bajo su camiseta y ella también se lanzó a explorar. Su piel ya estaba caliente a pesar del baño y a Paula le encantó sentir cómo los músculos de Pedro se tensaban y relajaban bajo su suave piel.


También le encantó la sacudida que le produjo cuando tocó el empeine de su pie. Su beso se hizo más profundo y su lengua se movió ansiosamente dentro de la boca de Paula, que se sentía como si tuviera quince años otra vez, con todas sus esperanzas y sus sueños frente a ella. Pero suspiró al recordar quién había roto algunos de sus sueños y le había enseñado que la esperanza no era siempre suficiente… el mismo hombre cuyos besos la estaban dejando sin sentido.

—¿
Pedro?

Pedro notó la tensión en la voz de Paula y percibió el cambio en su cuerpo al mismo tiempo.

—¿Qué? —murmuró mientras le besaba el cuello.

Acarició con sus labios uno de sus pezones y escuchó un gemido de Paula. Su mano fue hacia abajo por los pantalones cortos de ella, pero se paró. 

Pedro quería hacerle el amor, pero no estaba preparado. Era de risa. Siempre tenía en mente el sexo seguro y siempre estaba preparado para ello, pero esta vez se le había olvidado. Aunque sus instintos más primarios le empujaban a probar suerte, no sería justo para Paula.
Saboreando sus pechos amorosamente por última vez, 
Pedro gruñó y se giró colocándose boca arriba y respirando. 

Todas las células de su cuerpo pedían aliviarse, pero Pedro agitó la cabeza y se concentró en su acelerado pulso. Aquello no era bueno. Desde que se había enterado de la verdad sobre su novia, se había prometido no perder el control nunca más, no dejar nunca que una mujer llegara a él más allá de donde podía controlar. Y en ese momento, la pequeña Paula Chaves lo estaba haciendo delirar. Era como ser un crío otra vez, con necesidades y sin disciplina.

—Um… ¿
Pedro?

Antes de que Paula girara la cabeza, se puso de pie.

—Quédate aquí. Ahora vuelvo —dijo girándose antes de que ella pudiera ver el efecto que le había causado.

Pedro no podía recordar la última vez que había estado tan excitado. Sólo quería comprobar si Paula pasaba de él y no se esperaba aquella explosión atómica de calor. La profundidad de su reacción era inquietante, quería pasar la tarde tumbado junto a ella escuchando el agua del arroyo. No tenía ningún sentido, pero era, exactamente lo que iba a hacer… y aquello era tentar al destino más de lo que lo había tentado en años.
Pedro apagó la bomba del estanque, después fue a comprobar que su abuelo estaba bien.

—¿Estás bien, abuelo?

—Sí —Joaquin Alfonso estaba leyendo algo y 
Pedro se acercó.

—¿Qué es eso? —preguntó.

—Una revista de jardinería que ha traído Paula. Me dijo que eligiera qué plantar en el huerto para el otoño.

Pedro hizo una mueca de dolor. No era seguro que el abuelo viviera en esa casa en otoño, aunque parecía que estaba mejor y Pedro sabía que Paula lo había convencido para que empezara a pasear con ella. Si el problema del abuelo era una depresión, el ejercicio lo ayudaría.

—Quizá debieras ir al médico —murmuró.

—A mí no me pasa nada.

Pedro agitó la cabeza. El abuelo había repetido aquello siempre. Le decía al médico que sus hijos exageraban y se preocupaban por nada. Cada vez que iba al médico se comportaba tal y como era. Al doctor Kroeger le había llevado un tiempo ver que había indicios de senilidad y prescribirle un tratamiento.

—De todos modos, no estoy senil y no necesito la medicina ésa que me das —añadió el abuelo.

—Entonces iremos al médico y hablaremos con él sobre esto, a lo mejor te la cambia o prueba con otra cosa.

—No necesito ir al médico para eso. He estado tirando las pastillas. No me he tomado ninguna en una semana.

Pedro no se sorprendió e incluso le entraron ganas de reír.

—Hablaremos sobre esto más tarde. Paula me está esperando.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario