sábado, 6 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 33




Paula estaba metida en serios problemas.


Enamorarse de un soltero empedernido era un gran error. Y cuando el soltero en cuestión era Pedro Alfonso ello se convertía en un error que rayaba en la locura. Asimismo le negaba la opción de decir «Qué demonios, tendré una aventura intensa y guardaré algunos recuerdos».


No es que jamás hubiera tenido una aventura, pero hipotéticamente, si decidía arriesgarse a vivir una, no podría ser con Pedro Alfonso. No, eso sería una absoluta locura.


Para empezar, ponerle fin a una aventura con Pedro crearía una situación difícil, incómoda y potencialmente complicada para muchas personas, entre ellas Damian.


Además, iniciar una aventura con Pedro crearía una situación aún más difícil, incómoda y potencialmente complicada... también para ella, ya que él sólo la consideraba «alguien capaz de pensar de pie».


—Maldita sea —musitó Pau esforzándose por sentarse en la cama de agua—. ¡Quiero que me desee inconsciente y echada de espaldas!


Oír la verdad, en alto y con su propia voz, la sobresaltó. ¿Cuándo había llegado a esa decisión? Y, más importante, ¿por qué, si apenas veinticuatro horas antes no era consciente de ningún interés sexual por Pedro?


«Porque te has enamorado de él», se mofó su sentido común.


Con un gemido, bajó los pies al suelo, apoyó los codos en las rodillas y enterró la cara en las manos.


Era casi la una de la mañana y ahí estaba, incapaz de llorar hasta quedarse dormida, lo cual era significativo en sí, ya que era lo que había hecho con todos los chicos desde que tenía catorce años. En todas las posibles comparaciones,Pedro Alfonso era distinto a los hombres que hasta entonces le habían atraído; no se parecía en nada a la imagen que tenía del hombre con el que siempre había aspirado casarse.


El anillo de su madre contra su mejilla fue otro recordatorio de la ironía de la vida tal como ella la conocía.


Durante años había deseado enamorarse perdidamente y casarse. ¿Y qué recibía? 


Un amor perdido y un falso matrimonio con un hombre que consideraba el matrimonio la peor epidemia después de la peste negra. Pero lo realmente cruel era descubrir que Pedro podía ser un marido perfecto.


Era ordenado, tenía humor... bueno, casi todo el tiempo. Si ese día servía como indicador, su mejor momento no era antes del desayuno, pero había mejorado en cuanto comió. También era considerado... Si, cuando la noche anterior le había anunciado que le iba a preparar el desayuno se desvivió por ayudar. Sonrió al recordar cómo se dejó llevar y pidió seis filetes a la cocina del hotel. Suspiró. Sí, Pedro tenía el potencial para ser un marido estupendo; lo lamentable era que sentía tanta inclinación por ello como Rebeca Mulligan por hacerse monja carmelita.


La fortuita referencia a la vampiresa fue otro cruel recordatorio de que no era el tipo de mujer con el que Pedro Alfonso tenía aventuras. Se puso de pie. Herida, furiosa y nerviosa como para subirse por las paredes, decidió que si no hacía algo para salir de ese círculo vicioso no tardaría en estallar.


—Muy bien, Paula —dijo—. Piensa. ¿Qué puede hacer una persona sola en una isla tropical a la una de la mañana?


Tuvo una inspiración y se dirigió a toda velocidad al baño, abrió el grifo de la bañera y vertió el contenido de los dos frascos de sales, delicadeza del hotel. Lo único que le hacía falta ya era un buen libro y una botella de vino. Sonrió complacida; había vino en la nevera, y en la maleta llevaba el último libro de Stephen King...




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