sábado, 6 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 30





Paula luchó por mantener los ojos abiertos. Si los cerraba la explosión de gozo sin igual que sintió con el anuncio de Pedro se evaporaría. 


Pero su fuerza de voluntad no era rival para el efecto hipnótico del cuerpo varonil pegado al suyo ni para las debilitantes sensaciones de la boca y la lengua de Pedro. Pero cuando inevitablemente cerró los párpados, descubrió que la rendición bajo ningún concepto disminuía las percepciones que recorrían su cuerpo; de hecho, pareció magnificarlas fuera de toda proporción, distorsionando la lógica hasta que la realidad se tomó surrealista...


El aroma de Pedro sustituyó el fresco aire marino que había estado respirando, y el océano que momentos antes había roto sobre la arena se convirtió en su sangre, que se deshacía en sus venas como espuma azotada por la tormenta. Era una lucha para respirar; la excitación, la confusión y el pánico se agitaron con violencia en su interior hasta dejarla tan agotada físicamente que las piernas comenzaron a temblarle. Aunque su corazón latía aún con más fuerza.


El gemido agradecido que oyó cuando le agarró el cuello y pegó su lengua a la de Pedro podría haber salido de cualquiera de los dos, pero reverberó por todo su ser. Se aferró con más fuerza a esa fuente masculina de placer y se entregó a su magia, para descubrir que esas extrañas y nuevas sensaciones crecían y se multiplicaban hasta que tuvo la certeza de que podría tocarlas. Pero resultaron esquivas, y cada vez que creía que era capaz de identificar una, otra la distraía y nublaba más su cerebro. Así hasta que se sintió mareada... hasta que sintió que los huesos se le derretirían y...


Débilmente oyó que alguien pronunciaba su nombre, y en ese momento fugaz de distracción las sensaciones comenzaron a retroceder, suave, lenta y sosegadamente... hasta que sólo quedó una, su solitaria supervivencia testamento de su supremacía.


Amor.


En el pasado esa emoción y ella habían sido únicamente conocidas, pero en ese momento Paula ya no sólo la reconoció por su nombre, sino también con el corazón. La sentía, y sabía que estaba tan arraigada que jamás se marcharía.


Sorprendida y atontada, despacio abrió los ojos, y el sol hizo que parpadeara en su bienvenida a la realidad de Illusion Island.


Pero la realidad no modificaba nada... Ella, Paula Elizabeth Chaves, estaba enamorada de Pedro Alfonso.


—Quizá era a mí a quien deberían habérselo advertido.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario